—Bienvenida a casa —dijo la melodiosa voz de Jul, y a Valentina se le aceleró el pulso.
***
—Gracias. —El ruido de fondo le resultaba muy conocido—. ¿Dónde estás?
—En el aeropuerto Orlando de Gaulle.
—¿Estás en París?
—Oui —contestó Jul—. Estoy en la cola de la aduana, con unos mil amigos íntimos, que también hacen cola. —Según sus cuentas, más de la mitad de los accesos de la aduana estaban vacíos, y los que estaban atestados parecían tener problemas con el equipo de escaneo de pasaportes, lo cual incrementaba todavía más el tiempo de espera para entrar en la legendaria capital.
Valentina hizo un cálculo rápido de días y husos horarios, y frunció el entrecejo.
—¿Vas o vuelves?
—Lamentablemente, voy. —A Jul no le había hecho ninguna gracia marcharse el día en que Valentina volvía—. Ha sido totalmente inesperado. Uno de nuestros mejores clientes se reúne aquí con un grupo de inversores y, en el último momento, decidió que me necesitaba. Que necesitaba mi presencia, concretamente. Y aquí estoy. Una gala a petición del rey, por así decir. Si este tipo no fuera tan valioso para mí, le habría dicho que se fuera a freír espárragos, pero no puedo. Espero que lo entiendas.
—Lo entiendo, naturalmente. —Valentina pensó con tristeza en la cantidad de veces que había tenido que coger un avión a toda prisa, pocas horas después de que le comunicaran que tenía que presentarse en algún lugar. Había aprendido a hacer la maleta rápidamente y a viajar ligera de equipaje por necesidad. Procuró ocultar su decepción, pero el cansancio pudo con ella y no lo consiguió—. A mí me ha pasado lo mismo muchas veces.
—Valentina, estoy tan disgustada como tú, créeme. Preferiría mil veces cenar con una mujer preciosa a tener que conformarme con el servicio de habitaciones.
—He estado en París, Jul. Abundan las mujeres guapas con las que ir a cenar. "Y eso me preocupa."
—Pero no son tú —replicó Jul en voz baja, y entendió que el comentario era sincero, y no una tontería para que se tragara el anzuelo. De verdad quería volver a verla.
—Gracias, es una respuesta bonita. —Valentina suspiró por la ocasión perdida—. Si ni siquiera tenemos tiempo para hablar, ¿cómo vamos a...? —Cortó la frase en seco, al darse cuenta de lo que iba a decir en voz alta.
—¿Vamos a qué? —preguntó Jul.
—Pasar tiempo juntas —dijo, vacilante, llenando el hueco como pudo. "Hacer el amor durante horas", pensó.
—¿Y quieres que «pasemos tiempo juntas», como dices tú? —preguntó Jul, apretando el teléfono y pisando el suelo con ahínco.
—Sabes que sí.
A Jul empezó a latirle la entrepierna. Muchas veces se excitaba en un instante al ver a una mujer, o al tocarla, pero no al oirla hablar. Una cálida sensación inundó su cuerpo—. Valentina, yo...
El resto de la frase se perdió y Jul tardó unos segundos en volver a hablar. Entre tanto, Valentina oyó una voz hablando en francés.
—Perdona, Valentina, tengo que colgar. Me ha llegado el turno y el agente me dice que tengo que colgar, de lo contrario no me pondrá el sello en el pasaporte. Te llamo en cuanto llegue al hotel. Tengo que darme prisa. Adiós.
Y, de pronto, ya no estaba.
* * *
Jul llamó a Valentina aquella noche, y muchas más, mientras estaba en París. Puesto que había ido a Europa, decidió aprovechar el viaje para buscar proyectos viables. Dos semanas después, tenía ocho clientes nuevos y había asegurado la financiación de un importante proyecto de desarrollo a otro cliente. En suma, estaba satisfecha porque el viaje había sido muy productivo.
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Cuando Tú Quieras (TERMINADA)
RomanceQué harías si una mujer irresistible te dejara una preguntita al aire ¿Si me quieres, llámame, búscame? Ese es el dilema al que se enfrenta Jul Valdes, directora general de Valdes & Cohen, cuando conoce a la atractiva Valentina Carvajal. A Jul no le...