Valentina Carvajal dejó de prestar atención al hombre medio calvo que hablaba desde el podio. Su pareja en aquella velada era tan aburrida como el orador y le costaba un esfuerzo prestar atención a cualquiera de los dos. Como era la única mujer del equipo ejecutivo de Baston y Asoc, por no decir la única mujer ejecutiva, le habían asignado la tarea de acompañar aquella noche a Robert Baston, sobrino del jefe. A Valentina le indignaba el hecho de que fuese ese su aporte a la gala, y que se diera por sentado la oportunidad de poder ligarla al soltero de la familia, un hombre guapo, preparado y en edad de estar casado ya. Por supuesto horas después, no se le había pasado la molestia cuando el pomposo máster financiero, licenciado en Princeton, convenientemente acicalado para la ocasión, siguió tratándola como si ella fuera el florero que le habían colgado del brazo, en vez de entender que era él quien necesitaba pareja para la ocasión.
"Esta mierda tendría que ser un delito" Lo curioso era que Valentina conocía la ley de arriba abajo, como principal asesora legal que era de una empresa catalogada en Fortune 500. Hacía dos años mientras terminaba la universidad y en uno de los pasillos la había sorprendido que un cazatalentos, que le propuso postularse a un puesto de asesor que muy pronto iba a quedar vacante por jubilación y necesitaban una persona con su perfil.
Nunca supo con certeza quién la había recomendado al cazatalentos, porque al momento no era más que la hija rebelde de la adinerada familia Carvajal, que buscaba abrirse camino sin el apoyo de su padre puesto que no quiso seguir con la tradición de ser periodista, cursaba los últimos módulos del postgrado, ya era una abogada de nivel medio con éxitos relativos, empleada en un bufete de abogados de la ciudad. Pero siete entrevistas y ocho meses después, tenía un trabajo que le encantaba, con un sueldo de seis cifras y un despacho con vista a la ciudad además de secretaria, pero aquel «soltero de oro» la consideraba un adorno.
Echó un vistazo general a la exquisita decoración de la sala de baile del Downtown. Hombres atractivos y hermosas mujeres se levantaron a aplaudir desde las mesas, cubiertas de manteles blancos y porcelana de lujo para la ocasión. Era una velada de etiqueta y, a juzgar por las mujeres y algunos hombres, parecía que todo México vació de joyas la caja fuerte para lucirse en la gala.
Los ricos, famosos e influyentes de la ciudad se habían reunido en masa para dejarse ver y recaudar fondos para la Fundación Dr. Sonrisas. Valentina había asistido a varias galas parecidas, el año anterior, y estaba convencida de que a toda esa gente le interesaba más deducirse impuestos y gozar del honor de figurar en las listas de benefactores que ayudar de verdad a los niños desfavorecidos de la ciudad.
El presidente de la Cámara de Comercio y su señora ocupaban la primera mesa ante el podio, y la compartían con el obispo de la ciudad. A su lado se encontraba un reconocido banquero, el alcalde de la ciudad, su mujer y Eugenio Stark, un actor de cine que como parte de la promoción de su última película había sido invitado a la gala. La espectacular mujer de Stark, sentada a su lado, tenía cara de preferir encontrarse en cualquier otra parte mejor que allí.
Valentina se fijó en una mujer que se hallaba en una mesa situada en el lado opuesto de la animada sala. Era la más alta de su mesa y, a pesar de la distancia, cuando se puso en pie para aplaudir al ganador del premio, pudo apreciar su esbelto tipo enfundado en un traje formal sin camisa, lo que dejaba a la luz su escote. Le intrigó el hecho de que fuera la única mujer de la sala que llevara traje, y lo lucia con absoluta naturalidad. Le sonaba remotamente, pero no consiguió acordarse de dónde la había visto. Seguro que se acordaría si las hubieran presentado.
Se dió cuenta de que la estaba mirando de una forma indiscreta cuando su acompañante el guapo Robert, se le acercó y le murmuró al oído algo que no entendió. Valentina asintió distraídamente e hizo un comentario intrascendente apropiado, algo como "ok"; para su suerte, la farsa estaba a punto de terminar y podría irse a casa a ver viejos capítulos de Friends.
Durante la recaudación de fondos, no dejó de ver en repetidas oportunidades a mujer del traje sin camisa, que seguía cómodamente sentada en su sitio, dando vueltas a una copa de vino medio vacía. Le pareció que estaba preocupada, que no estaba a gusto allí, pero lo disimulaba muy bien.
Mientras seguian los discursos y ella no les prestaba atención, Jul pensaba en las opciones que tenía y en cómo iba a planteárselo a su abogado. ¿Qué era lo peor que podía ocurrir si mandaban a Nayeli a la mierda sin más? Su orientación sexual no era un secreto celosamente guardado, pero tampoco quería ser tema de conversación todos los días, y Nayeli podía armar mucho show con eso. Podía afrontar las consecuencias en su entorno personal —hacía mucho tiempo que la familia la aceptaba como lesbiana—, pero le preocupaba el escándalo que podría acarrear a la compañía.
Había trabajado sin tregua para devolver a la compañía su antiguo nivel de fiabilidad, respetabilidad y ética impecable, las bases sentadas por su padre años atrás. Por lo que sería desastroso que la clientela llegara a sospechar siquiera que ella había seducido a una mujer contra su voluntad. Gracias a algunas lecciones amargas, había aprendido que la mentalidad de la gente no se puede cambiar, y hacía muchos años que había dejado de intentar cambiar la mente de los demás, sobre todo de los mayores o adinerados.
Era consciente de que nadie se acordaría de su brillante capacidad empresarial ni de la cantidad de dinero que había ganado. Todo el mundo estaría pendiente de su entrepierna, reacción típicamente masculina. También se acordó de unos cuantos clientes conservadores, que sin duda perdería si Nayeli dejaba correr rumores, y de algunos asociados que empezarían a distanciarse de la compañía. Estaba en el último tramo de las negociaciones con el mayor promotor de software del país, intentando asegurar un fondo adicional de capital riesgo, y sabía con toda certeza que el trato no se cerraría si se daba publicidad a alguna clase de «atentado a la moral».
De pronto se imaginó a todos sus empleados. Serían quienes sufrirían las peores consecuencias ante un escándalo. Si los clientes y los gestores de inversión se llevaban su capital a otra parte, ella se vería obligada a despedir a las personas que trabajaban con las cuentas correspondientes. La plantilla de Valdes & Cohen ya había sufrido bastante durante el desastroso reinado de su tío, pero ella pudo readmitir a la mayoría de los empleados cuando consiguió poner en pie la empresa otra vez. Tragó y maldijo al pensar en fallarles ahora.
Mientras pensaba en aquellas nada agradables opciones, se le pusieron de punta los pelos de la nuca y le distrajo la conocida sensación de que alguien la miraba. Estaba acostumbrada a ser objeto de miradas inquisitivas en las reuniones de empresa, cuando pronunciaba un discurso o en los bares. Sólo en esa última circunstancia les prestaba atención, por lo general, porque podían ser el preludio de una noche de placer y diversión en brazos de una bella mujer.
Pero esa noche, lo que menos le apetecía era un encuentro fortuito, ya tenia bastante con lo de Nayeli. y no tenía ganas de llevar a cabo el interrogatorio de rigor para asegurarse de que la mujer que quisiera ligar con ella compartía sus ideas sobre el sexo sin compromiso, esta noche no. Esta noche estaba hasta el gorro y en aquel momento, lo único que quería era cumplir con su obligación, escapar de allí y zambullirse en su bañera con agua caliente un buen rato.
Mientras el zumbido de los discursos proseguía, miró discretamente a la concurrencia. Caras igualmente aburridas salpicaban el paisaje de las mesas, incluso alguna que otra le presentaba un sueñecito de adultos, pero finalmente, se fijó en un rostro que fingía diplomaticamente una vidriosa concentración, como si mereciese la pena escuchar al hombre que hablaba por el micrófono. Reconoció la actitud..... ¡Le emociona estar aquí tanto como a mí, y lo disimula mejor que la mayoría! Pensó.... ¿En cuál de las listas de donativos estará?.... Murmuró cerca de Deborah y una fracción de segundo después, sus miradas se encontraron.
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Cuando Tú Quieras (TERMINADA)
RomanceQué harías si una mujer irresistible te dejara una preguntita al aire ¿Si me quieres, llámame, búscame? Ese es el dilema al que se enfrenta Jul Valdes, directora general de Valdes & Cohen, cuando conoce a la atractiva Valentina Carvajal. A Jul no le...