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—¿Qué diablos te pasa?

Jul levantó la vista de los documentos que estaba firmando y miró a Jess.

—¿Cómo dices?

—Digo que qué diablos te pasa. Llevas dos semanas que no hay quien te aguante, y no soy la única que está harta. —La expresión de sorpresa de Jul no bastó para que dejara de decir lo que pensaba—. Tienes a todo el mundo andando de puntillas por aquí y más vale que arregles lo que tengas que arreglar, porque nos estás haciendo la vida imposible.

Jul estaba acostumbrada a la franqueza de Jess; hacía mucho tiempo que eran amigas y se lo permitía. Pero nunca la había reñido de esa forma.

—Lo siento. Creo que estoy un poco nerviosa.

—¿Un poco? —le preguntó Jess, subiendo las cejas.

—De acuerdo, tengo los nervios de punta —reconoció, avergonzada de su comportamiento—. Es que estoy preocupada. —Se quedó corta. Estaba obsesionada con Valentina desde aquella noche. Diseccionaba cada minuto que habían pasado juntas buscando la prueba de que no era lesbiana. "No puedo creer que me haya equivocado tanto al juzgarla."

—Jul —dijo Jess, y acercó la silla rápidamente—, te he visto hacer malabares con más pelotas de lo que sería humanamente posible, y jamás has estado como ahora. Ni por asomo. ¿Qué es lo que te pasa?

"¿Aparte de haber sufrido una de las peores decepciones de mi vida, sentirme como una idiota y no poder dejar de pensar en la mujer más guapa que conozco?"

—Nada, no me pasa nada. Hay algo que tengo que solucionar, solamente.

—¿Puedo ayudarte en algo?

Ojalá, pensó Jul. Confiaba en Jess en todos los sentidos, tanto profesional como personalmente, pero aquel problema tenía que resolverlo sola.

—Sigue haciendo lo que acabas de hacer, Jess. —Sonrió por primera vez en muchos días—. No dejes que me pase de la raya, avísame cuando la haga y dame un bofetón si no me enmiendo.

—Necesitas unas vacaciones —dijo Jess, poco convencida de la respuesta—, te lo digo en serio, en bikini o no, pero necesitas desaparecer.

—No te preocupes —replicó Jul, quitándole importancia al asunto—, se me pasará.

Salió de la oficina más tarde de lo normal, se fue a casa en el coche como si llevara el piloto automático y poco después estaba sentada en el sofá con dos dedos de whisky en un vaso. Mientras bebía, apretó el botón del contestador telefónico.

El único mensaje que había era de Beltran, que insistía en verla. En realidad, no estaba de humor. Lo que menos le apetecía era pasarse otra hora pensando en cómo pararle los pies a Nayeli y evitar que la saqueara; para eso no necesitaba ayuda de terceros. A lo mejor Jess tenía razón. A lo mejor necesitaba unas vacaciones. Ella no solía vacilar ante situaciones que podían afectar a la empresa. Tenía que pensar en algo, y rápido.

Se sirvió otro whisky y echó un vistazo a la habitación. Su retiro particular, cómodo y perfectamente decorado, era un oasis de soledad que valoraba mucho. Nunca se había sentido sola allí, pero, de pronto, le pesó la soledad y lo único que se le ocurría era marcharse. Horrorizada y furiosa, dejó el vaso. ¿Cómo podía pasarle eso a ella? Se sentía desplazada de la vida ue había construido, de la persona que era, de su propio entorno habitual y confortable. Y no tenía ni idea de cómo volver a la normalidad, ni de si lo deseaba, siquiera. "Qué desbarajuste. ¿Y ahora qué hago?"

—Nana, estoy afuera puedes abrirme. Le dijo a Mariana por el teléfono.

—Jul...! que te pasó?.... Entra..! Mariana salió de su dormitorio y abrió la puerta de su pent-house encontrándose con su hermana que no estaba ni ebria ni drogada pero estaba con un aspecto nada favorecedor. Jeans con liga en los tobillos, deportivos Sophie Webster blancas con alas arcoiris en la parte de atrás, y un cardigan big zise color gris

Cuando Tú Quieras (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora