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El frío aire parisino le refrescó el cuerpo, pero sólo la alivió superficialmente. Por dentro seguía hirviendo. La luna llena iluminaba las calles vacías y se veía bien. Eran más de las dos de la madrugada y, rápidamente, calculó la hora que sería en México. Se preguntó qué estaría haciendo Valentina. ¿Estaría aún en la oficina? ¿Estaría cenando con alguien? Se detuvo al pie de una farola en el Quai des Orfèvres y sacó el móvil.

El olor del desayuno la despertó en el avión, y no le extrañó haber soñado con Valentina. Sintió una punzada de remordimientos por el episodio con Isabella, pero rápidamente desechó aquella sensación por considerarla ridícula. La noche anterior, después de intentar hablar con Valentina sin conseguirlo, se había dedicado a callejear durante horas alrededor del hotel, hasta que por fin el cansancio la obligó a entrar. Metódicamente, se duchó, hizo el equipaje y esperó a un taxi para ir al aeropuerto.

En la sala de primera clase, mientras aguardaba el momento de embarcar, tomó una decisión. No solía tener remordimientos por su actividad sexual, y no pensaba empezar a tenerlos ahora. No se había comprometido con ninguna mujer y, por lo que a ella atañía, eso significaba que era libre para verse con quien quisiera.

Suspiró y bajó la mesilla de su asiento. "Pero resulta que la única mujer a la que quiero ver es ella." Dormitó a ratos durante el largo viaje de regreso, pasó la aduana enseguida y se fue directamente del aeropuerto a la oficina. Más tarde se las vería con el jet-lag. Aunque Jess se había ocupado de los asuntos más urgentes, sabía que tendría la mesa atiborrada de trabajo y, aunque era viernes y podría dedicar el fin de semana a ponerse al día, no le gustaba que el trabajo se descontrolase. Cuanto antes se lo quitara de encima, mejor.

Se quedó corta al pensar que estaría «hasta el tope» de trabajo. Echó una ojeada al calendario de los siguientes días y el café se le atragantó al ver la cena de la campaña pro derechos humanos marcada en rojo para la noche siguiente. "¡Mierda! ¡Cómo se me olvidó esto!" Era una seguidora fiel de aquella campaña y no había faltado a la cena anual desde hacía diez años. Rápidamente marcó de memoria el teléfono directo de Valentina, rogando que no tuviera ya un compromiso para esa noche.

—No tengo excusa por no haberte invitado antes, Valentina —dijo, cuando sonó la señal del contestador—. Siento avisarte en el último momento y lo entenderé perfectamente si ya tenías otro plan...

—¿Jul? —dijo Valentina—. Está bien. Lo entiendo, e iré contigo encantada. Se trata de la cena de la campaña pro derechos humanos, ¿no?

—Sí, es mañana.

—Me alegro que estés de vuelta —dijo Valentina, tras una pausa.

—Y yo me alegro de estar aquí —respondió Jul con entusiasmo. Quería encontrar la forma justa de decir lo mucho que se alegraba de oír su voz y de saber que estaban en la misma ciudad, y que pronto volverían a verse otra vez.

—Ven a buscarme a las siete. Y no te retrases —añadió Valentina en tono de broma, para aligerar el ambiente, quizá.

—Sí, señora, allí estaré. —Jul nunca se había alegrado tanto de haber quedado con alguien.

Formaban una pareja sorprendente en la pista de baile. Valentina llevaba un esmoquin azul nocturno y un chaleco blanco sin blusa debajo. Las sandalias azul real y el botonier de Jul contrastaban muy bien con su esmoquin blanco sin camisa como era su costumbre. Bailaban juntas armoniosamente y evolucionaban con soltura por la pista. Jul llevaba con firmeza y Valentina se sentía ligera como una pluma entre sus brazos. Al son de una lenta melodía -I've Got You Under My Skin- de Michael Bublé, la atrajo hacia sí un poco más y las dos movieron las caderas sensualmente, obedeciendo a la cadencia musical.

Cuando Tú Quieras (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora