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Llegaron a Aitana, un restaurant de alta cocina con una atmósfera especialmente romántica, ideal para la cita, pidieron un fondante de manchego curado con mermelada de higos y vino tinto, el contraste de sabores era preciso mientras hablaban, de la función de ballet y de lo bien que la estaban pasando, Val se decidió por un cerdo meloso, acompañado de risotto de hongos y parmesano, y Jul fetuccini fresco de camarón azul con jitomates deshidtratados en casa, todos clásicos de Aitana. La sensación de coqueteo no se diluyó durante la cena. La charla se desarrollaba con fluidez, entre bocado y bocado, y Valentina era consciente de que Jul le miraba el discreto escote del vestido con frecuencia, sin querer, hasta que dejó de intentar no mirar y, simplemente, disfrutó de la vista sin tapujos, con una cálida sonrisa de intimidad.

Cuando salieron del restaurante, Valentina la cogió del brazo casi a la misma altura que antes. Estaba a gusto. Dejó la mano resguardada en la articulación y así aprovechaba dar calor, pasearon envueltas por el aire templado de la noche, mientras esperaban por el auto.

Para Jul, era habitual llevar a una mujer del brazo, y aquella noche no era una excepción. Estaba cómodamente en silencio, sincronizando hasta las respiraciones con la de su pareja. Era raro encontrar una mujer que no insistiera en hablar sin parar tan pronto como se producía un silencio en la conversación, de modo que lo aprovechó al máximo y no rompió el silencio hasta que llegó el mozo del aparcamiento.

-¿Estás cansada o prefieres pasear un poco más?

-No y sí, pero los pies me están matando -dijo Valentina, con un poco de pena. estaba muy a gusto del brazo de Jul. Se sentía protegida y deseable, y hubiera querido alargar aquel momento eternamente. Pero el dolor de los tacos de 10cm era insoportable y sabía que no resistiría mucho más.

Valentina no usaba zapatos que no le resultaran cómodos por principio. No estaba de acuerdo con la idea de que la moda es más importante que la comodidad. Sin embargo, se había lesionado el pie en clase de barra y aquellos zapatos de Prada que le quedaban fenomenal, le anunciaban que había llegado el momento de liberar sus pies.

-¡Auch! -exclamó Jul, mirándole los pies exageradamente mientras Valentina subía su falda-. Entiendo.-Entregó el resguardo del aparcamiento al empleado-. Seguiremos con esto en otro momento. Conozco un sitio fantástico, donde la arena es tan fina que no hace falta calzarse. Es como un masaje shiatsu para los pies.

Una vez en el coche Jul sujetó la portezuela para que Valentina se sentara en el asiento del copiloto. Al ver las largas piernas que asomaron por la raja de la falda, notó un pinchazo en la entrepierna y se le secó la boca de golpe. No fue la única que se fijó: el mozo se había quedado con la boca abierta, de modo que le guiñó un ojo, como diciéndole «es mía», y le dio una propina más generosa de lo habitual.

Valentina se pasó el trayecto hasta su casa con un temblor de manos incontrolable, y no era por el frio del aire. Cuando Jul llegó a la entrada, era plenamente consciente de que no quería que la noche terminase ahí.

-Me gustaría recuperar ahora el desplante del otro día. -Levantó la mirada de las manos, que apretaba con fuerza sobre el regazo, y la clavó en un par de ojos casi negros abrasadores-. ¿Quieres entrar?

-Sí -dijo Jul en voz baja.

Sin cruzar una palabra, Valentina abrió la puerta, sintiendo en todo momento la proximidad de aquella mujer que le había prendido fuego en el cuerpo. Al entrar, dejó las llaves en el aparador y se volvió hacia ella. El deseo abrasador que vió en sus ojos la dejó sin fuerza en las piernas.

-¿Quieres Vino, o Whisky?

-Sólo te quiero a ti. -Se acercó y la besó.

Valentina tenía los labios más tiernos de lo que imaginaba, y saboreó todas las sensaciones. La mordisqueó dulcemente y sonrió cuando Valentina le hundió los dedos en el pelo y se la acercó más. Jul quería mucho más y, como a la fuerza, separó los labios para respirar, la besó en los delicados pómulos y a lo largo de la mandíbula, antes de volver a aquella boca tan tentadora. Valentina la animó a continuar.

Cuando Tú Quieras (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora