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Los zapatos taconearon sobre el suelo de mármol del vestíbulo y la mano le tembló al agarrar el picaporte. Lo agarró con fuerza al ver a Valentina en el umbral. "Esta preciosa" Se fijó en el corte perfecto del traje de color verde que llevaba y en el discreto escote que asomaba por la parte superior de la camiseta. El maquillaje le acentuaba los pómulos y daba relieve a sus ojos azules.

A Valentina se le cerró la garganta y su respiración se hizo superficial al darse cuenta de que volvía a encontrarse ante aquella mujer impresionante una vez más. "¿Qué demonios hago aquí?"

—Hola —dijo Jul, y su voz casi reveló la loca carrera de la sangre por sus venas.

—Hola —respondió Valentina tímidamente, perpleja ante su propia reacción al ver de nuevo a Jul. Reconoció la línea del modelo de pantalones de vestir de Hugo Boss, de color carbón, y se fijó en la blusa blanca, de cuello alto, que había escogido. "Alucinante".

—¡Ay, disculpa! Adelante. —Jul abrió más la puerta y se hizo a un lado para que Valentina entrase. "Hummm, qué bien hueles"— ¿Un poco retirado de la ciudad no?

—No, no. —Valentina casi estalla en una carcajada al recordar cómo había llegado a la intrincada zona de la casa de Jul, tuvo que parar en medio del camino, en medio de un largo sendero para respirar hondo varias veces y contener los nervios. Después, al llegar al conjunto e identificarse como suele suceder en residencias con personal de seguridad le tranquilizo el hecho que la siguieran hasta la casa de Jul, la entrada tenia flores de brillantes colores y un césped inmaculadamente cuidado. Agradeció el gesto y los de seguridad siguieron su ruta.

Una suave brisa le agitó el cabello y aprovechó para respirar más hondo. En otras circunstancias, aquel paseo habría sido delicioso, pero ahora sólo estaba pensando en cómo saludar a Jul. "¡Por favor! ¡Si no es más que una cena! Sí, claro".

Jul la condujo por un espacioso pasillo hasta el living, decorado en tonos marrones y tostados, con notas de color en la tapicería de los sillones y en los cojines del sofá. Había un cuadro de pop art en la pared de la izquierda. La estancia resultaba cómoda y acogedora.

—Qué casa tan bonita —dijo Valentina, mientras se disponía a sentarse en una butaca, enfrente del sofá.

—Gracias. No estoy mucho en casa, pero prefiero sentirme a gusto cuando estoy aquí—replicó Jul, casi con un tono de culpabilidad. No pasaba mucho tiempo allí, y a veces tenía la sensación de que sacaba poco partido a un mobiliario y un espacio tan agradables—. ¿Quieres tomar algo, si me permites el tuteo? —Se acercó al minibar que había al otro lado de la habitación.

—Por supuesto —dijo Valentina—. Un whisky, si tienes. —Valentina no solía tomar bebidas fuertes, pero en aquel momento necesitaba algo fortificante.

—Sí, claro. ¿Qué tal la semana en el mundo de la legalidad financiera? —Jul se encogió al oírse preguntar semejante tontería, pero, sorprendentemente, no se le ocurría nada más que decir. Por lo general, la charla intrascendente se le daba muy bien, y sabía salpimentarla con insinuaciones sexuales.

—Seguro que parecida a la tuya, más o menos. —Valentina tomó el vaso y le dió las gracias—. Reuniones, llamadas telefónicas, vuelos aburridos a otra ciudad y más reuniones. Por no mencionar el correo electrónico, siempre presente. —Soltó una risita—. Me parece que los Emails procrean mientras están en la bandeja de correo.

Notó la calidez del whisky en la mano, pero aquello no fue nada, comparado con el calor que se expandió por su cuerpo al oír la risa de Jul, que celebraba el acertado comentario. Apretó el vaso, tomó un sorbo y tuvo que parpadear rápidamente para no soltar las lágrimas que quería arrancarle la fuerte bebida.

Cuando Tú Quieras (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora