y ahora la llamaban para una reunión en la sala en juntas.
***
Orlando estaba sentado a su mesa y Henrry Baston ocupaba la silla de la izquierda. En la mesa de Orlando no había más que una carpeta de papel manila. Prefería celebrar las reuniones y las charlas en aquella mesa de conferencias o en el rincón de descanso habilitado junto a la ventana. El hecho de que se hubiera situado en la cabecera de la impresionante mesa indicaba que el asunto era grave y que la afectaba.
—Valentina, por favor, pasa y siéntate —dijo con toda formalidad Henry. Y Baston parecía disfrutar malamente, sentado en la otra silla.—Valentina, hay una cosa que me ha llamado la atención, y me preocupa mucho.
A Valentina se le encogió el estómago, pero no dijo nada. Lo miró pensativa.
—He recibido unas fotografías que son..., digamos que no son propias de la imagen que queremos dar aquí, en Baston y Asoc. Me has decepcionado, Valentina. La empresa esperaba mucho de ti, pero, al parecer, nos equivocamos al depositar nuestra confianza en ti.
—¿Fotografías? ¿Puedo verlas, Orlando? —Valentina no tenía ni idea de lo que habría en la carpeta, pero no estaba dispuesta a achicarse, fuera lo que fuese. Se alegró de que no le temblase el pulso al recoger la carpeta que Paiva le pasó deslizándola por encima de la mesa. La tocó lo menos posible. Daba la impresión de que no quería contagiarse con el contenido, cualquiera que fuese. Mientras la abría, notó, más que ver, que los hombres no le quitaban los ojos de encima.
Vio una fotografía de Jul. La experiencia de abogada le permitió contener toda reacción, mientras miraba las fotos de una en una. En una de ellas, abrazaba apasionadamente a Jul. Reconoció el patio de atrás de su casa y supo inmediatamente de qué se trataba el asunto. "Dios mío! ¡Jul!" El estómago se le puso del revés. Lo único que quería era vomitar encima de los mocasines de piel de Baston y de la alfombra persa de Paiva, pero no iba a darles esa satisfacción.
Todas las fotos eran del mismo estilo, las mostraban a ellas juntas, caminando, trotando por el parque, sentadas hablando, abrazadas caminando, comiendo helados. Las fue mirando con desinterés y, al final, sin decir palabra, le devolvió la carpeta a Paiva haciéndola resbalar por la mesa. Miró a los dos hombres a los ojos, desafiante, pero no dijo nada. "Que lancen ellos la pelota."
—Comprenderás nuestra preocupación, Valentina —dijo Paiva.
—¿Porque dos personas adultas y sin mediar coacción sientan una atracción recíproca? —dijo con voz clara y firme.
—¡Es repugnante! —escupió Baston desde su sitio.
—Henry!...
—No, Orlando. Es una pervertida. Lo que hace en esas fotos, y Dios sabrá lo que harían después, es repugnante. No podemos consentir que esta clase de degenerados forme parte de nuestra empresa. —Rabiaba.
Ahora, todas las cartas estaban encima de la mesa.
—¿Valentina? —preguntó el jefe.
—. ¿No tienes nada que decir al respecto?Valentina sabía lo que el jefe quería oír. Esperaban que lo negara todo o que alegara excusas por haber besado a Jul. Querían que dimitiese y se humillase, y, si no, le harían la vida imposible. Aunque no la despidieran del trabajo, le quitarían responsabilidades, le impedirían hacer lo que tanto le gustaba, no permitirían que ejerciera su profesión. La postura que adoptase en los siguientes minutos determinaría el rumbo de su vida personal y profesional para siempre.
—¿Valentina? —Paiva esperaba una respuesta.
Ella los miró, primero a uno, después a otro, y tomó la decisión más crucial de su vida.
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Cuando Tú Quieras (TERMINADA)
RomanceQué harías si una mujer irresistible te dejara una preguntita al aire ¿Si me quieres, llámame, búscame? Ese es el dilema al que se enfrenta Jul Valdes, directora general de Valdes & Cohen, cuando conoce a la atractiva Valentina Carvajal. A Jul no le...