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Jul no esperó a ver si había más mensajes para ella. Entró rápidamente en el despacho y cerró la puerta. Nunca había sentido tanta aprehensión antes de hacer una llamada telefónica. Todos los días hacía llamadas que podían cambiar la vida de muchas personas, pero aquella sensación le resultaba totalmente ajena.

Mientras marcaba el número, le pasaron por la mente a toda velocidad los motivos que podía tener Valentina para llamarla y qué le diría, pero se quedó completamente en blanco cuando el teléfono empezó a dar la señal al otro lado de la línea. Intentó ensayar unas palabras, pero se quedó atascada en el primer saludo.

Valentina estaba abriendo un sobre con un documento de unos cinco centímetros de grosor cuando sonó el teléfono. «¡Dios! ¿Por qué los abogados no podemos decir las cosas en unas cincuenta páginas, o menos?» El teléfono sonó varias veces, hasta que se acordó de que Michelle, su secretaria, había ido a fotocopiar los archivos necesarios para la reunión del día siguiente.

-Valentina Carvajal-contestó distraídamente.

-Hola Jul Valdes por aquí. - "¿Por qué estoy tan nerviosa?"

A Valentina se le aceleró el corazón al oír aquella voz cálida e insinuante al otro extremo de la línea. Soltó el legajo encima de la mesa y se quitó la gafas de cerca-. Hola. Esto..., gracias por devolverme la llamada. -"¡Qué estupidez! ¿Por qué no iba a devolvérmela?"

-Siento no haber estado antes, cuando llamó. Es que sucumbí a un deseo insaciable de comer chocolate y bajé a la tienda del vestíbulo a comprar un Snickers.

Valentina percibió una sonrisa en la voz de Jul.

-Yo soy adicta a las galletas Chips Ahoy-reconoció con culpabilidad.

-¡Que maravillaaa! Por muy mayores y triunfadoras que lleguemos a ser, todas tenemos algún vicio secreto -dijo Jul, riéndose.

-No le diré el suyo a nadie si usted no pregona el mío por ahí -dijo Valentina, como si fuera una cuestión de seguridad nacional.

-Pacto -Jul no sabía qué más decir.

Valentina reprimió una risita nerviosa. Tenía una fuerte sensación de ridículo, de miedo y de emoción que hacía años que no sentía.

-Quería decirle que acepto sus disculpas. -El silencio que reinaba al otro extremo de la línea le atacaba los nervios.

Por fin, la aterciopelada voz respondió y Valentina dejó de apretar el teléfono con todas sus fuerzas.

-Gracias. Estaba un poco preocupada. Ya me veía contándole a mi hermana lo impertinente que había llegado a ser y soportando la bronca semanas y semanas hasta que arreglara las cosas. Y le aseguro que mi hermana realmente me las hace pasar muy mal.

-Me alegro de haberla librado de la ira de su hermana. ¿Tiene motivos para regañarla con tanta frecuencia? -A Valentina le cautivó el comentario personal de Jul.

Jul echó una mirada a la foto de Mariana, que ocupaba un lugar destacado en una esquina de la mesa.

-Más de lo que me gustaría, pero menos que antes. En estos últimos años, me he reformado un poquito, y ahora dedica toda su atención a mi futuro sobrino y a emparejar a sus amigos, para poblar el mundo. Y como a mí no me hace ilusión repoblar el mundo.... Entonces soy motivo del sillón de la vergüenza.

A Valentina se le aceleró el corazón de nuevo al oír la risa de Jul. "¡Qué sonido tan maravilloso!"

-Ojalá pudiera yo decir lo mismo. Soy hija única. -Valentina se estremeció al recordar que hacía unas semanas que no llamaba a su madre.

-¡En seriooo! Y yo creía que lo tenía fatal. -Las dos se rieron.

-¿Aceptaría cenar conmigo el sábado que viene? -dijo Valentina, dejándose llevar por un impulso. "¡Dios, no puedo creer que lo haya dicho yo!" Contuvo el aliento.

Jul no esperaba la invitación y sospechó que Valentina ni siquiera lo había pensado hasta ese instante. Estaba acostumbrada a que las mujeres, e incluso algunos hombres desinformados, dieran el primer paso, pero en esta ocasión no estaba segura de que fuera un paso, en realidad.

Valentina no entendía que le hubiera dado por decir eso y se sintió totalmente avergonzada. Buscó desesperadamente una forma de salir de aquella situación. Nunca le habían sorprendido tanto sus propias palabras.

-Hummm..., bueno...

-Me encantaría -respondió Jul rápidamente.

"Bueno, y ahora ¿qué demonios digo? ¡Piensa! ¡Piensa!" Sus propias reacciones ante aquella mujer la dejaban atónita. Sacudió la cabeza para poner el cerebro en marcha. Tenía la mente en blanco; no recordaba ningún restaurante de la ciudad. La salvación llegó en forma de invitación a una comida de negocios que destacaba en la bandeja del correo.

-¿Conoce el Fratellos, ese restaurante nuevo del CSI -Centro Santa Ines-? -Se refería al elegante centro comercial que acababan de reabrir en Lomas de Santa Fé.

-No, no lo conozco aun, pero dicen que es maravilloso. -Jul se recostó en el sillón y puso los pies encima de la mesa.

Una vívida imagen de Ella y Valentina, sentadas frente a frente en una pequeña mesa íntima, invadió sus pensamientos. Vio la luz trémula de las velas reflejada en aquellos ojos azules, que prometían misterio y aventura. Una mano blanca de largos dedos sujetaba una copa de Dom Perignon y se la llevaba lentamente a los labios. Le pareció sentir cómo aquellos labios le acariciaban los suyo.

-¿Jul?

-Sí -respondió, abandonando de golpe sus lascivos pensamientos-, sigo aquí, lo siento.

-Déme su dirección. -No podía dejar de pensar en la cena las dos juntas y tuvo que preguntarle la dirección dos veces-. ¿La busco a las seis y media? Creo que nos daría tiempo a las dos.

-Que sean las seis, mejor, y así tomamos un cóctel primero, si le parece bien. -Jul quería pasar unos minutos a solas, antes de unirse a las multitudes que saldrían a cenar. "A lo mejor no llegamos ni al restaurante."

-De acuerdo. -Valentina quería alargar la conversación, pero no sabía cómo hacerlo, de modo que se repitió-. Quedamos así, la recojo a las seis.

-Estaré preparada -dijo Jul con un claro doble sentido. Por el largo silencio que siguió, dio por sentado que Valentina había captado la indirecta.

-Bien, hasta entonces -contestó Valentina sin fuerzas, y colgó el teléfono antes de que Jul siguiera insinuándose. Se echó hacia atrás en la silla y se quedó mirando a la nada, esperando a que el corazón recobrase su ritmo normal. "¡Dios! ¿Qué me ocurre con esta mujer? ¡Estoy como si me hubiera pasado un camión por encima!"

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Cuando Tú Quieras (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora