Sorry

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Ante sus ojos siempre había sido así, frágil. Tal vez por ello le amaba, tal vez por eso lo necesitaba, aquello que era tan opuesto a si, tan bello e inalcanzable, tan único y que a pesar de la diferencia, era parte de si.

Sí, tan especial y suyo.

Cuando lo veía aun podía ver aquel pequeño bulto de carne rosada y suave. Mejillas rojizas resaltaban hermosamente en su piel pálida cuando lloraba y él amaba verlo llorar asi. Un pellizco, una mordida, quitarle lo que quería, asustarlo hasta que las lagrimas saltaban de sus enormes y preciosos ojos.
Jungkook era tan pequeño e indefenso.

Él lo amaba, amaba verlo llorar, rojo por el dolor, rojo por el llanto, y suave, suave y húmedo su rostro pequeño y redondo. Su mejor recuerdo era cuando apenas era un bebé y metió un pequeño carro de sus juguetes en su boca. El carrito rodó y rodó hasta su garganta. El color que tomo fue un azul amoratado que nunca antes había visto en él, primero un rosado, luego rojo, un rojo intenso y sus ojos saltaron llorosos, luego un azul y pronto un morado. Fue arte. Entonces su madre llegó y con pánico se apresuro a sacar el juguete de su hermanito.

El rostro de su mamá también fue hermoso.

Diferente pero hermoso. Con una expresion que nunca había mostrado antes, un sentimiento que no conocía pero que le fascino en ese preciso momento. ¿Podían otros mostrar ese tipo de expresiones? Pero no debía, su mamá parecía molesta con él o tal vez no, no lo entendía.

Él dijo que no sabía nada. Dijo que no hizo nada.

Mintió, porque no creyó que sería bueno decir que lo había hecho para ver llorar a su hermanito. No entendía muy bien él porque estaba mal si se sentía tan bien pero el rostro de su madre le advirtió sin pretenderlo y tal vez su instinto fue lo que lo impulso a mentir.

Pero de ello aprendió mucho. Creció y aprendió a mentir, a usar lágrimas falsas para conseguir lo que quería, aprendió también a amarlo. Amarlo más que a nada en el mundo, nada era más importante que su precioso hermanito. Era tan pequeño, lindo y frágil. Se lastimaba cuando se caía, y a él le gustaba ver ese rojo líquido emerger por entre los raspones y cortadas. Era lindo el contraste, era lindo el color que tomaban los golpes en su piel después de unos días. Pero hasta ese entonces y después del incidente con el carrito de juguete, no lo volvió a lastimar. Mamá le había dicho lo preciado que era Kookie para ellos y lo asustada que se sintió de casi perderle le hizo pensar "yo tampoco quiero perderlo".

Sin embargo la tentación era demasiado grande con forme pasaba el tiempo, más y más intensa y desesperante. Le hacía preguntarse ¿por qué no? ¿Qué temía? Nada. Él no temía a nada.

O así fue hasta que conoció a su verdadero padre.

Su papá siempre fue atento, cariñoso y bondadoso, no había nada que no hiciera por sus hijos, no había límite para su amor y dedicación. Era sin duda el mejor papá que podría cualquiera haber pedido. El amor en sus ojos fue algo que siempre le hizo sentir seguro y confiado, algo que le decía "este es tu hogar". Entonces todo cambió.

Primero vio miedo en sus ojos.

Miedo.

Incredulidad.

Y finalmente... Desprecio.

Podía sentir el rechazo lacerante sobre su piel cada que su padre le miraba. Le quito sus juguetes, le quito sus amigos, su libertad pero lo peor de todo es que le quito a Kookie.

No los volvió a dejar solos juntos, siempre estaba él ahí. Lo llevó a médicos sin decirle a su madre. Lo llevó a lugares que le causaban desconfianza. Lo comenzó a instruir, a enseñar en cómo "ser normal"... Él era normal. ¿A qué se refería su papá? Pero al igual que su tentación por lastimar a Kookie, la crianza de su padre se volvió peor.

The Lake || Kookmin [ADAPTACIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora