[Yuuri]
—...Y cuando se giró, ¡pum! Todo el zumo cayó en mí— me explicó dramáticamente mi mejor amigo, Pichit, sobre cómo acabó con la ropa manchada, siendo, el culpable, un coreano muy serio.
— ¡Se habrá embobado con tu belleza! — reí balanceándome como si estuviera ebrio, sosteniéndome únicamente del brazo del tailandés, el cual estaba enrollado en el mío, como si fuéramos recién casados.
Ambos reímos alegremente, risueños por volver a estar juntos, sin ser separados por kilómetros y kilómetros. Aunque unas ganas implacables de abrazar a Víktoru y de festejar nuestra primer puesto en la presentación con tintes competitivos, me asaltaban, le agradecía desde lo más profundo de mi ser que haya sido tan comprensivo de, aunque claramente habíamos compartido múltiples besos al oír que habíamos ganado, dejarme algún rato con Pichit para ponernos al corriente, en persona, pues sólo este último mes nos habíamos distanciado un poco debido a mis constantes prácticas y a haber pasado mucho tiempo avanzando en mi relación con el ruso, y no habíamos compartido una llamada diaria como antes.
Caminábamos liderando el grupo de todos aquellos que habían venido a apoyarnos y felicitarnos a Víktoru y a mí, mientras que todo el resto, incluyendo al albino, iban detrás: Blaz y Kerstin estaban a ambos lados de Otabek, explicándole, según alcancé a oir lejanamente, cómo pasar más amenamente el humor cambiante de un doncel preñado, y él se veía muy serio y concentrado, tomando notas mentales sobre cada consejo, aunque en mi opinión no los necesitaba, ya que era muy tolerante a la bipolaridad de Yurio, quien estaba rodeado por mis padres, contándole detalles como cuántos tiempo de embarazo llevaba, los nombres que había pensado para llamar al bebé, y la pregunta más aterradoramente inocente de todas.
— ¿Prefieres niña o niño? —.
Tal cuestionamiento no había sido respondido por el ruso, quien se limitó a palpar inconscientemente su abultado vientre y a encogerse de hombros.
— ¿Y tú, Yuu-Yuu? — inquirió Pichit, que al parecer también espiaba las demás conversaciones.
— ¿Yo, qué? — me extrañé, esperando que no esté preguntando lo que yo pensaba.
—Que qué prefieres si llegas a quedar embarazado de Nikiforov, ¿niño o niña? — sonrió ampliamente, como si fuera la pregunta más sencilla del mundo, siendo que era una pregunta existencial.
—Yo no tengo preferencias, Pichit, me encantaría tener una niña tanto como un niño— respondí con sinceridad; ya me había imaginado varias veces cómo sería una vida con un bebé de Víktoru, ya sea varón, mujer o doncel.
— ¡Oye, Nikiforov! Ahora entiendo cómo es que te llevaste tan bien con Katsuki, son igual de distraídos— escuchamos reír al entrenador Celestino, cuya compañía era mi atractivo novio, quien no se encontraba muy concentrado en las palabras del entrenador Cialdini.
Giré un poco mi cuello para poder ver qué sucedía entre esos dos, y comprendí que la distracción de Víktoru se debía a que me había escuchado, y ahora me miraba tan perplejo como alegre.
Mierda.
— ¡Hablando de bebés! — vociferó Pichit, arrastrándome del brazo para acercarnos a una vidriera de las calles que transitábamos, en dirección al hotel donde todos nos quedaríamos.
Yurio también vio la tienda, llena de ropas y juguetes para bebés, y se acercó desinteresadamente para ver mejor lo que había, pero tan pronto vio un traje enterizo de un leoncito, pegó su rostro al vidrio.
— ¡Otabek! — llamó, extasiado, mirándolo con los ojos anhelantes y ligeramente llorosos.
—Ya está cerrado— dijo lo obvio el kazajo, acercándose para sobar los hombros de su novio.
Todos nos reímos con ternura por las acciones caprichosas y tiernas del doncel embarazado, y no quedó de otra que arrastrarlo para avanzar y llegar rápido al hotel, puesto que todos estábamos muy cansados.
—Ahora me toca a mí, me lo llevo— dijo Víktoru infantilmente una vez arribamos al vestíbulo de nuestro destino, separándome de mi mejor amigo para guiarme hacia el ascensor, abandonando a nuestros amigos y familiares a su suerte para que se registren y que consigan sus habitaciones.
—Víktoru, eres un caprichoso— reí recostándome contra una de las paredes del elevador cuando las puertas se cerraron.
—Sabes que me encanta verte tan feliz al estar con tu amigo, pero Yuuriiiii... ganamos y sólo me diste unos cuantos besitos— lloriqueó colocando un adorable mohín en sus labios.
—Te dije que no era necesario que te alejaras— le acaricié la mejilla mientras presionaba el número del piso al que nos dirigíamos en el tablero.
—Pero yo no quiero ser uno de esos novios que van todo el día detrás de su pareja— sollozó dándome un piquito en la palma de mi mano, acercándome a su cuerpo con su brazo.
—Aunque, Víktoru, nosotros somos así, siempre estamos juntos— le sonreí abrazándolo por la cintura.
— ¿Eso no es algo malo, mi amor? — se espantó.
— ¿Tú eres feliz así, Víktoru? — cuestioné y él asintió a la vez que el ascensor se detenía y las puertas se abrían —Entonces no es malo— concluí tirando de su brazo para salir de allí y comenzar a caminar hacia nuestro cuarto, cuya puerta abrimos y, prontamente, nos lanzamos a la cama, quitándonos los zapatos con nuestros propios pies.
—Cerdito...— murmuró con su rostro enterrado en el colchón, donde yo me desparramé mirando al techo.
— ¿Qué pasa? — cuestioné con pereza, bostezando debido al cansancio que me atacó.
—Quiero hacerte el amor, pero me estoy muriendo...— sollozó estirando su mano, en un intento de alcanzar la mía, la cual acerqué para concederle su deseo.
—Podemos hacerlo mañana— le tranquilicé usando todas mis fuerzas para llegar hasta su rostro y besarle los labios, pero él, con sorprendente energía, me atrapó y giramos hasta que yací bajo su cuerpo — ¿Víktoru? — pregunté temerosamente.
—Necesito hacerte mío, cerdito— susurró sobre la piel de mi cuello, haciendo que la de todo mi cuerpo se erizase.
—Víktoru, estoy muy cansado— le dije dándole un besito en su mejilla, y sentí la tentación de reírme cuando se derrumbó sobre mí.
—Mi bebé cerdito me miente— sollozó y ocultó su rostro en mi cuello.
— ¡Claro que no, Víktoru! — me sobresalté, no quería que él perdiese su confianza en mí por malentender algo.
—Que sí— afirmó caprichosamente a la vez que salía de su escondite y me miraba con diversión, confundiéndome —, pero tu cuerpo sí es sincero, mi amor— declaró guiando su mano hacia el sur, donde acarició mi miembro, el cual no había notado que estaba erecto.
¡¿Cuándo...?!
—Ví-Víktoru...— gemí retorciéndome cuando su mano repitió la acción varias veces más.
Él sonrió cuando vio que sus intenciones podrían llevarse a cabo fácilmente, y yo me rendí ante ello, ante la idea de hacer el amor justo ahora, sin importar el arrasador cansancio que, lentamente, se convertía en un arrasador placer, pero antes de que llevase mis manos a su cuello para juntar nuestros labios, él se separó, se recostó, tapó su cuerpo con las sábanas y dijo:
—Buenas noches, mi amor—.
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¿Soy la única que está enfadada con Víktor ahora? ¿No? Perfecto.
Tranquilos, recibirá su castigo...
En fin, tengan un precioso momento, personitas mágicas.
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Corazón De Cristal [PAUSADO](M-Preg)(Yaoi/Gay)(VictorXYuuri)
Fiksi PenggemarYuuri es el mejor patinador de todo Japón, su ídolo es el patinador estrella Víktor Nikiforov, a quien, un día y de por "casualidad", se lo encuentra en la pista de patinaje donde trabaja Yuko, una de sus amigas. Yuuri le cae bien desde un comienzo...