Capítulo 10

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Miyeon

Miyeon tenía la mirada fija en las flores navegando sobre la superficie del agua tibia de la bañera, en su mente muchas ideas se desplazaban con la misma calma que aquellos diminutos pétalos blancos que las doncellas ponían para ella. Una de las chicas esperaba en la puerta del cuarto de baño, tenía dos toallas en sus manos y miraba a la pared con la tranquilidad aprendida durante los años de servir a la realeza.

La princesa podría tardar horas en aquella bañera, la chica junto a la puerta no se movería. Aquellas reglas no eran aceptables, no para Miyeon, que se imaginaba a sí misma realizando esas labores, lo que pudo haber pasado si sus padres no la hubiesen adoptado.

Miyeon era la típica chica con suerte, la merecedora de un milagro que no había pedido y estaba agradecida por la vida maravillosa que le habían dado, pero cada día que pasaba se daba cuenta que no lo merecía. Su hermana menor era más inteligente, fuerte y maliciosa de lo que ella sería jamás, eso la hacía una maravillosa reina, una reina joven que usaba la corona con orgullo. Miyeon no se creía capaz de aguantar el peso de la corona.

Ella era una princesa aceptable, con excelentes modales y rostro amable que las personas admiraban. Su nombre se murmuraba por las calles de la ciudad con adoración, eso había escuchado en una conversación privada que tenían sus guardas. A veces era tan silenciosa que las personas no se daban cuenta que ella estaba ahí hasta que era vista, entonces se sonrojaban y le daban inclinaciones de respeto. No lo disfrutaba, nada de aquel aparente respeto le parecía real, por ende, no le gustaba recibirlo.

Sin más remedio, Miyeon se puso de pie en la bañera, dejando el agua escurrir por su cuerpo desnudo, para después buscar el refugio de las toallas que la doncella le alcanzaba. Unos minutos después, la princesa bajaba los muchos escalones de su torre para ir al salón de banquetes, donde cenaría con los representantes políticos que la reina había estado atendiendo desde hacía dos semanas.

La llegada de Yuqi había hecho que las cosas en el castillo fuesen entretenidas. Cada noche en el banquete, la comandante de Hwangpye entretenía a los líderes miliares de Muhan con historias estupendas. Les había narrado sus años de infancia, también años de aprendiz en el ejército de la reina Soyeon, dejando afuera todos los datos importantes y tácticos de aquel despiadado grupo militar. También les confió historias sobre sus patrullas en la ciudadela del reino, sin destacar características sobre la economía o la geografía del lugar. Cada historia era asombrosa, tan bien relatada que no dejaba espacios para las dudas, nadie hacía las preguntas estratégicas que Soojin pensaba y que le comentaba solamente a ella, cuando la mesa quedaba vacía y las dos compartían un postre más antes de irse a dormir. Soojin le había dicho que Yuqi era inteligente, por eso era una joven comandante en un ejército tan imponente como el que custodiaba las vastas tierras de Hwangpye. Las mujeres no alcanzaban puestos así de transcendentales sino contaban con astucia, fortaleza y perseverancia. La comandante de cabello castaño y sonrisa maliciosa era de ese tipo de mujer, de las que son imparables.

Al entrar al salón, Miyeon se encontró con el ya conocido grupo de fanáticos alrededor de Yuqi, mientras esta sostenía una copa de vino y reía ruidosamente.

―Tal vez esta noche nos conceda información específica ―le murmuró Soojin, al acercarse a donde ella estaba viendo a la comandante ganarse la atención de la mayoría de personas en el salón. Incluso los sirvientes estaban complacidos con ella.

―Ambas sabemos que no dirá nada, es leal a su reina.

―supongo que por eso fue enviada ella, y no un viejo militar como lo haría cualquier otro miembro de la realeza.

―Soyeon no es cualquier reina ―Miyeon se atrevió a decir, Soojin asintió.

―Yo tampoco soy cualquier reina ―su hermana sonó determinada.

Las risas en el salón dejaron en claro que la historia que la comandante les estaba dando era una de las buenas, una de las damas de la corte se limpiaba los ojos llorosos de tanto reír y las hermanas con coronas sonrieron por la imagen de gozo en aquella mujer.

―Tal vez por eso debes asegurarte que estas negociaciones salgan bien ―Miyeon vio la mesa ya servida y después se enfocó en su hermana menor, la gran reina Soojin―. Si otra reina te quiere de aliada es porque necesita refuerzos especiales, ustedes no son reinas ordinarias. ¿Dime quién, en sus adecuados cabales se metería en problemas con una reina que cuenta con aliados así de fuertes?

―Dices que esto es algo bueno ―la reina frunció el ceño, viendo el grupo que reía.

―Digo que, si ahora le haces un favor a una reina poderosa, después tendrás un favor que cobrar cuando lo necesites.

―Así que debemos tener amigos poderosos. ―dijo Soojin con una gran sonrisa.

―Es mejor que tener enemigos poderosos, ¿no crees?

Ellas compartieron una mirada de complicidad, seguidamente, caminaron a tomar los puestos que recurrentemente ocupaban en la mesa. Ese gesto atrajo la atención de los demás invitados, todos se unieron al instante.

Durante la cena se le hicieron preguntas a la comandante de Hwangpye, la chica fue muy elocuente con sus respuestas siempre amplias, pero sin datos valiosos. Miyeon admiraba aquella lealtad y la resistencia al licor, porque incluso después de varias copas Yuqi se mantenía espabilada, si se sentía adormilada ella se retiraba antes de que pudieran sonsacarle alguna información. Era asombrosa.

En el momento del postre, Soojin se veía agotada porque solía empezar sus días muy temprano y no se detenía hasta que la noche estaba en su punto más oscuro. Miyeon la presionaba para que cuidara más de su salud, pero ella no estaría en el castillo durante mucho más tiempo procurando que su hermana menor fuese atenta consigo misma. El peso de aquellos datos la hizo titubear en el recorrido de su cuchara al helado, su mano tembló cuando se recordó que la traición era penalizada con la muerte y ella estaba muy cerca de cometer aquel grave delito.

Casi sin aliento, Miyeon enterró la cuchara en el postre que le alegraba el paladar con una combinación de sabores suaves y frutales. En ese momento quiso llorar, porque además de ser una princesa traidora, sería una hermana malagradecida. Sus padres le habían dado el hogar más estable y refinado en todo Muhan, pero ella no estaba segura hasta cuándo podría aguantar ser la princesa en la torre. Casi deseaba que su pequeña hermana fuese una horrible tirana, de aquel modo abandonarla sería sencillo. Pero Soojin era una hermana comprensiva, llena de virtudes que no le dejaba ver a nadie más que a ella. Le rompería el corazón, sabía que lo haría y aún con eso, no podía dar marcha atrás.

En la mesa nadie se daba cuenta de su tormenta interna, nadie escuchaba sus pensamientos luchando con sus sentimientos, sonaban como truenos y se sentían como un mar revuelto que la embargaba de pena y osadía.

Pidiendo permiso para abandonar la mesa antes, Miyeon se inclinó ante los comensales y les deseó una agradable noche. Todos ellos correspondieron a la despedida y ella se fue directamente a las puertas laterales, las que daban a su torre. En su camino a la salida se encontró con la mirada de Minnie, la soldado en uniforme rojo le hizo una pregunta silenciosa, quería saber si ella estaba bien, pero Miyeon no pudo darle ninguna respuesta visual. Tampoco podía articular palabras.

― ¿Qué tan pronto puedes conseguirme un espacio en un barco fuera de Muhan?

El general la observó comprensivo durante unos segundos, después le sostuvo la mano dejándole un beso en el dorso de esta. El hombre había llegado tarde a la cena y para su suerte, Miyeon se lo encontró cuando él estaba por ingresar al salón.

―En cinco días parte un buque con cargamento, en el camino puede cambiar de barco en alguno de los puertos ―ofreció él, Miyeon aceptó al instante.

―Bien, en cinco días será.

―Princesa, ¿está segura de esto? ―el general Barragán sonaba preocupado.

―No tengo otra opción ―respondió ella y siguió su camino a las escaleras. Quería sumergirse en el silencio de sus aposentos, quería considerar sus opciones y preparar una bolsa de viaje porque pronto tendría la oportunidad de navegar aguas misteriosas en busca de uno de los tesoros que más anhelaba, respuestas. 


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