Capítulo 18

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Miyeon

La llovizna lo cubría todo con un manto de misterio, los dioses sabían que el lugar necesitaba ese tipo de esplendor. En el pequeño muelle incluso la lluvia olía a sal y le causaba malestar estomacal, por dónde viera se encontraba con mercancías sacadas de las aguas, la frescura no importaba en aquel sitio. Miyeon hizo un esfuerzo por no parecer asqueada pero su cuerpo se gobernaba solo, sobre todo cuando le ofrecían pulpos grises que estaban cerca de la descomposición total. La vida no era tan buena en aquel lugar.

―Disculpe señora... ―Miyeon intentó atraer la atención de una vendedora de espalda encogida y manos temblorosas―. ¿Conoce a este hombre?

La mujer la despidió con un gesto vulgar que la ofendió más de lo que podía permitirse, aquella gente buscaba vender y nada más, darle información a una visitante no estaba en el itinerario portuario.

El buque en el que viajaba se había topado con una terrible tormenta la noche anterior por lo que se detuvieron en aquel puerto, Miyeon decidió estirar sus piernas en tierra firme sin importar que la lluvia fuera con ella. Claramente empezaba a arrepentirse de aquella decisión. En el buque tenía una habitación calientita con mantas polvorientas y una ventana por donde la luz la saludaba al amanecer, el muelle carecía de esos beneficios.

― ¿Ha visto a este hombre? ―ella se detuvo delante de un chico que doblaba una red de pesca con camarones atrapados en las finas cuerdas ―. Por favor, sé que no es un buen retrato, pero este hombre que hace esculturas, se supone que es un artista.

― ¿Esculturas? Claro que no ―el chico se echó a reír a pesar de que la red le daba problemas―. Ese es el señor Suk, lo puede encontrar en el bar.

―Señor Suk, bien, gracias ―le dijo ella viendo al final de la pasarela de tablones del muelle, donde una antigua taberna se negaba a desplomarse. Al llegar al pueblo de paso la idea de entrar ahí había revoloteado por su mente, pero Miyeon no era fanática de sitios como aquel. Sin más remedio la joven dio media vuelta, en dirección al bar local.

Las puertas eran más pesadas de lo que aparentaban, el esfuerzo de abrirlas le calentó los brazos y las mejillas. Adentro estaba oscuro, la única luz provenía de una ventana con un vidrío que probablemente nunca fue limpiado. Miyeon recorrió el lugar con una mirada, era pequeño y las mesas minúsculas. No quería tener que perder más tiempo del necesario ahí, tal vez no encontraría a quien buscaba y llegaría tarde para abordar el buque. Si bien el capitán tenía prohibido navegar sin ella en la embarcación, no tenía ganas de arriesgarse a ser abandonada en aquel lugar.

―Disculpe... ―Miyeon se acercó a la barra viendo a una niña sentada en un alto banco detrás de la barra, escribiendo en una vieja libreta―. Busco al señor Suk, ¿está aquí?

― ¡PAPÁ! ―el alarido de la niña hizo a Miyeon retroceder un par de pasos lejos de la barra, consternada miró alrededor en busca de alguien que la ayudara en caso de que la criatura siguiera gritando. Para su suerte, un hombre de hombros anchos y cabello marrón salió de una puerta al otro lado de la zona del bar que contenía las botellas, los vasos y demás utensilios importantes para el negocio.

El hombre se cruzó de brazos viendo a la joven, ella quiso decir algo, pero estaba segura de que aquella mirada era similar a un examen y podría hablar hasta que hubiese aprobado la prueba. Miyeon hizo lo mejor que pudo al mantenerle la mirada al hombre que seguía recorriéndola con semblante serio, como si estuviese por comprarla de algún modo.

― ¿Puedo saber qué hace una princesa en mi bar? ―el señor Suk casi escupió al decir aquella palabra, Miyeon quiso defenderse, pero no pudo.

Six Lions 👑 G-IdleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora