Capítulo 30

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Yuqi

Dimas evitaba quejarse, pero Yuqi podía ver el dolor en sus expresiones controladas mientras lo llevaban al carruaje. Detrás de ella, Yulk arrastraba a Joan mientras este blasfemaba promesas de venganza y algunas de las cosas que gritaba eran tan ofensivas que estaba segura que ahora si lo mataría, ese estúpido criminal no paraba de darle razones para que ella se pusiera medio loca, sedienta de resarcimiento por los delitos que cometía en su contra. Una y otra vez probaba que su vida era insignificante, todo un estorbo.

― ¡Samuel! ―ella lo llamó y el pelirrojo se presentó como lo haría cualquier otro soldado―. ¿Además de enviar empleados en busca de la pareja, mandaste un emisario al castillo? Quiero soldados descansados aquí lidiando con esa porquería.

Samuel vio a los hombres capturados y asintió con la cabeza; ―Envié al jinete más rápido que tengo, créeme que los refuerzos vendrán.

―Dejaré a Mason aquí con ellos, los demás llevaremos a Dimas y a las damas al castillo ―el soldado en cuestión aceptó aquel plan, Samuel también estaba de acuerdo. En el carruaje Dimas levantaba su pulgar, ver su sonrisa cargada de dolor hizo que Yuqi se sintiera culpable. Debió planear aquello mejor, debió ser más inteligente, Pero como siempre decía, sus planes no siempre salían bien y ahora Dimas pagaba el precio.

Cuando lograron estabilizar al soldado herido lo dejaron descansar un rato, Dimas se quedó recostado sobre una mesa en el local, ahora estaba en el asiento del carruaje y de momento su costado estaba sostenido por vendas ajustadas. Si los dioses tenían aprecio por el soldado, pronto se sabría.

Yuqi se detuvo unos minutos a las afueras de la posada, la flor negra pintada en el letrero de la entrada le daría pesadillas de por vida. Arriba en el segundo piso, junto a la ventana, la princesa Miyeon observaba los establos junto al edificio principal, le habían dado una habitación para asearse y ella no permitió a nadie asegurarse de que no estaba herida de gravedad. Tampoco parecía dispuesta a hablarle a nadie, solo a Elena, la dama curandera que adoptaría si pudiera.

El resto de sus soldados se reunió con ella para darle un reporte, los criminales estaban golpeados pero las heridas de gravedad fueron atendidas. Yuqi no podía pedirles nada más, aquel viaje ya había sido demasiado complicado, ellos necesitaban descansar y aunque estaban claramente exhaustos, seguían ahí esperando sus indicaciones.

―Nos iremos en una media hora, carguen comida y agua para el viaje, Mason se quedará esperando los refuerzos ―ella les informó y con una sonrisa apenada agregó; ―les debo una disculpa, ustedes no merecían ser empujados a una pelea como la de anoche, sé que recibieron golpes fuertes y que están hartos, les juro que tendrán la libertad de mi cuando lleguemos al castillo. El resto de nuestra misión es mantener a la princesa a salvo, a Dimas con vida y a los zorrillos fuera de los carruajes, ¿está bien?

Sus soldados sonrieron a pesar del dolor y la extenuación física que cargaban. Más tranquila, Yuqi regresó a la posada para dejar algunos pedidos con Samuel, quien había sido un ayudante maravilloso. Le comentaría a la reina que buen aliado era el hombre con sonrisa adorable y rostro cargado de pecas.

Al entrar se encontró con que la princesa estaba esperando en una de las mesas que no fue afectada la noche anterior, tenía un plato con comida caliente delante de ella, pero no parecía hambrienta. Algo malo había pasado con ella, algo grave y aunque sonaba mal, Yuqi no tenía energías suficientes para intentar ayudarla en ese momento.

― ¿Qué haces aquí Miyeon? Y no te atrevas a darme respuestas vagas, no estás en tu perfecto palacio blanco. Quiero la verdad en este instante ―le dijo a la princesa, no obstante, sentía la necesidad de ser amable con ella, pero hacer eso no era algo que pudiera permitirse. El ceño fruncido de Minnie manifestaba que ella pensaba igual.

―Busco a mis padres biológicos, ellos huyeron desde Muhan cuando me dejaron de pequeña. He estado siguiendo pistas hasta aquí, jamás pensé que esto pasaría ―Miyeon les estaba hablando con la mirada puesta en la sopa y el pan de desayuno. Yuqi sabía que lo que ella demostraba no era sumisión o arrepentimiento, pero lo que fuese, no era bueno.

En silencio la comandante jaló a Minnie a un lado. Estuvo esperando que ellas dos se reunieran con mucho entusiasmo, ese no fue el caso. Con una mirada la interrogó y Minnie se encogió de hombros. Estaba actuando como una niña malcriada que no quería dar explicaciones, excelente, justo lo que necesitaba esa mañana.

―Bien, gracias a esa actitud tuya te quedarás aquí con Mason

―No hay problema, no quiero viajar con una princesa fugitiva que no me habla.

―Estás siendo injusta, ya verás que todo estará bien cuando llegues al castillo y la princesa esté más tranquila. En algún momento te dará una explicación y cuando lo haga, la escucharás. ―Yuqi empujó el codo de Minnie para que esta fuera a las caballerizas. En uno de los corrales habían alojado a los criminales. Usaban amarras de una cuerda gruesa, sus brazos echados hacia atrás eran bien sujetados y en caso de que quisieran forzar la cuerda para liberarse, accionarían la cuerda adicional que les subía por la espalda directamente al cuello. Cualquier forcejo que hicieran con sus brazos causaría que se ahorcaran a sí mismos. Era perfecto, tan bien hecho que ella misma soñaba con que fue su idea, pero en realidad era obra de uno de los soldados más adultos. Un hombre de cabellos canosos y mirada intensa, hablaba poco pero siempre resultaba un aliado perfecto en temas de detenciones, se llamaba Roger y era peligroso, uno de sus favoritos.

―Debiste matarlo, pobre Dimas ―Minnie miraba a Joan Oak, este le regresaba la mirada por las rendijas rojas de sus ojos hinchados. Ese si había sido su trabajo y era impecable, incluso sus soldados la habían aplaudido.

―Asumo que los soldados de apoyo vendrán en dos días a más tardar, hasta entonces este grupo de imbéciles no obtendrá agua o alimento ―Yuqi apoyó sus antebrazos en la cerca de madera del corral húmedo―. Veremos si les gusta la vida de esclavitud que le daban a las chicas que secuestraban. Es hora que los tipos malos entiendan que las mujeres no somos mercancía, déjalos morirse de hambre, déjalos llorar con sed, déjalos asfixiarse ellos solos, si alguno muere no importará. De todos modos, irán a la horca.

Mason tenía las mismas órdenes, estaba segura que los dos soldados harían caso aún cuando ella no estuviese ahí para comprobarlo. Ver a un compañero herido de gravedad le daba esa dureza a un soldado, era hora que lo aprendieran.

Unos minutos después, Yuqi se subía al lomo del Faraón y le daba una señal a su grupo para alejarse de la posada donde había asesinado a una persona, no supo el momento exacto en que ella decidió que podría hacerlo, solo sintió sus dedos hurgar entre su abrigo por la navaja que siempre llevaba oculta y la arrojó. Se había sentido bien, más que eso, se sintió un tanto poético y dudaba arrepentirse en el futuro.

Con una mirada hacia atrás vio a Minnie tapándose el sol del inicio de la mañana, su flequillo estaba perfecto a pesar de la brisa fría que los rodeaba y en el rostro de la soldado vio una sonrisa, ellas ahora se entendían por miradas. En esa despedida silenciosa, Minnie le decía que estaba bien obtener venganza y salvar a una princesa que pondría todo de cabeza, estaba bien, ser una loca que arroja navajas al aire estaba bien, ser una fuerte comandante que no temía nada estaba bien, ser ella misma estaba bien. Sin duda Yuqi se sentía de ese modo, así que ella sonrió de regreso y siguió cabalgado hacia las montañas que protegían al castillo de piedra, como gigantes inmóviles que todo lo veían. Gigantes que pronto presenciarían un reencuentro cargado de deseos silenciosos, anhelos que estaban bien. No había nada malo con ellas dos juntas, Soyeon tendrían que admitirlo.  


así que.. como siempre, gracias por leer.

NOTA:

Vendrán nuevos capítulos en un par de días. Trataré de actualizar tan seguido como pueda. Gracias por el aprecio mostrado a la historia. 


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