Capítulo 85

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Encuentro de generales.

Parte 1.

Jules Barragán.

Tres semanas atrás...

Muhan se había convertido en un castigo constante, una prisión de miradas que le juzgaban en cada paso que daba y que le despreciaban por existir. Se refugió varias semanas en casa de un primo querido, pero después este le pidió que se fuera cuando un grupo de soldados llegó a burlarse de ellos en la sastrería de la familia, arruinando todo para él. Jules era una desgracia deambulante, un problema que no encontraba refugio en ninguna parte.

Todos sus ahorros se fueron a sus clubes favoritos, la ciudad blanca tenía varios locales clandestinos que los militares mantenían vigilados para evitar problemas, si tenías dinero entrabas, no importaba el nivel social o la falta del mismo. Barragán se pasó más de dos meses yendo y viniendo de aquellos establecimientos donde su dinero se perdía minutos después de ganarlo jugando a las cartas.

Una noche calurosa se encontraba viendo un grupo de hombres jugar a los dardos, en su mesa tres botellas vacías parecían burlarse de su mala fortuna, Jules hizo un gesto de asco hacia un viejo que se tambaleaba a los lados en un banco de la barra y entonces, de la nada, los hombres que jugaban se acomodaron en las sillas libres de su mesa.

― ¡Oye amigo! ¡Eres tú! ¿No? ¿Tú eres el soldado del que todos hablan? ―le preguntó el más viejo de los seis hombres, usaba un abrigo que olía a animal en descomposición―. Claro que eres tú, el soldado que la reina despidió a las calles como un perro flaco que mordió su mano.

―Yo era un general, aunque eso ya no importa ―les corrigió, no podía evitarlo. Obtener aquel puesto a tan corta edad fue la noticia más comentada en Muhan, gracias a su esfuerzo su familia pasó a ser una de las más ricas y respetadas en toda la ciudad blanca. Sus dos tíos eran generales y le ayudaron a escalar la montaña de puestos hasta ser uno de los mejores. Pero la caprichosa reina lo había estropeado todo para él, para su apellido.

― ¿Conoces Hwangpye? Tenemos un trabajo que hacer allá ―dijo otro de los hombres, este era rubio y olía igual del mal que el viejo―. La ciudadela está muy custodiada, habrá un juicio en unas semanas y creo que colgarán a la reina.

― ¿A la reina Soyeon?

―Así es, la perra está demente y le darán su merecido ―agregó uno de los otros. Jules se enfocó en respirar por la boca y en ver el color amarillento de la cerveza en la botella que tenía en su mano, tomaba aquello porque ya no le quedaba dinero para pagar un mejor licor. Se había acostumbrado a probar los mejores sabores en el castillo blanco, a donde no podría acercarse nunca más o lo matarían. Aquella cerveza era una representación de sí mismo, horrible y despreciado.

La idea de que una reina obtuviera su merecido le sentó bien, le hizo sonreír por primera vez en semanas. Soyeon debía pagar por muchas cosas, aquella no era una mujer inocente y mucho menos respetable, él lo sabía de primera mano.

―Así que, amigo responde ―el viejo golpeó la mesa, Barragán levantó la mirada.

― ¿Qué cosa?

― ¿Conoces Hwangpye sí o no? ―le preguntaron de nuevo.

El antiguo general se acomodó en la silla pasando la mirada por los hombres que esperaban a que les diera información, consejos o instrucciones, como lo hicieron los muchos soldados que alguna vez tuvo a su cargo. Jamás perdió ninguno, sin importar los riesgos que tuviesen que pasar él se encargó de que cada soldado regresa a salvo. A la reina Soojin nada de eso le había importado, de todos modos, lo desterró.

Six Lions 👑 G-IdleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora