Capítulo 82

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Yuqi

Ataque, batalla y destrucción, eran las palabras que resonaban en su mente al recordar a su reina vociferando una declaratoria de guerra. Después de la conmoción inicial, los viejos cuestionaron la amenaza de las dos reinas, al parecer no creyeron lo que ellas dijeron y enviaron mensajeros a investigar en la ciudadela y en los poblados externos. Los señores del consejo necesitaban pruebas de que la guerra era algo real y al ver los militares confundidos por lo que la reina Soyeon había asegurado que ellos harían, las discusiones crecieron hasta ser gritos alocados. El salón era un campo de altercados.

―Vinimos a Hwangpye con seis buques de guerra, desde que estamos aquí esos navíos han estado en las costas principales de la región sin llamar la atención ―la reina Soojin parecía divertida con todo aquel desorden en el gran salón―. Hace dos semanas envié misivas para que el resto de mi flota naval se acercara a las costas de Hwangpye, para ellos es entrenamiento que bien podría convertirse en algo más, para ustedes son solo puntos a la distancia flotando en aguas internacionales. Pero le aseguro que el ultimátum es real, mis soldados están listos para seguir órdenes.

La teniente Yuqi fijó su mirada en Mark, el general vestido de uniforme negro movió la cabeza de manera afirmativa cuando toparon miradas. Con aquel hombre las palabras no eran necesarias y él nunca mentía. Lo que Soojin decía era verdad, ella les creía.

―En la región central siempre mantenemos muchos militares, la guardia roja viene y va por todo Hwangpye ―Yuqi aclaró empapándose del aire divertido de Soojin que había ocupado el asiento principal de la mesa, Soyeon seguía arriba de las gradas en el trono dorado y a su derecha Shuhua tomaba vino como un cuervo esperando ser dejado en vuelo para entregar malas noticias, en este caso, una declaración de ataque armado.

― ¿Eso qué quiere decir? ―uno de los viejos la vio asqueado como si ella fuese parte de las sobras del almuerzo del día anterior, Yuqi quiso darle un puñetazo.

―Significa que, si aumentamos el número de soldados rojos en la ciudadela, la gente no lo notaría enseguida. Es lo que hemos hecho en estos días de juicio, hay más de mil quinientos soldados rojos en la ciudadela y los pueblos exteriores ―Yuqi regó piezas rojas en el mapa, Soojin deslizó una uña larga sobre los navíos negros en las zonas marítimas que rodeaban todo Hwangpye―. Si la reina da la orden, tomaremos el centro del país en un día, los mensajeros irán a caballo a las costas y el ejército negro arribará en su totalidad al instante, quiere decir que hemos levantado fuerzas militares en todo el territorio delante de sus narices y ustedes no se dieron cuenta, porque son estúpidos, iracundos, orgullosos y subestimaron lo que estábamos haciendo. Es lo que digo señor concejal.

― ¡Es usted insolente e insignificante! ¡Una mujer comandante liderando tropas de la guardia roja! Va contra del orden de rangos y por ende es risible, usted es ridícula―uno de los caballeros le gritó al rostro, los demás se unieron.

Yuqi sacó su petaca dándole un gran trago, el licor calentó su boca y después su garganta. Con razón Soojin le había advertido antes de regresar al salón, ellas habían hecho que todo el mundo se volviera loco dentro del castillo con unas cuántas amenazas, con aquella declaratoria de guerra era de esperarse que el descontrol poseyera a los presentes, pero los ancianos del consejo buscaban el modo de zafarse de ello. Por donde viera, había ancianos hablando apresuradamente con coroneles, generales, políticos y comerciantes. Parecían langostas peleando para no caer al agua hirviendo. Estaban por perecer, era claro.

―Hay algo que ustedes no parecen ser capaces de comprender ―Bonaudi regresó al salón en ese momento, con todo el escándalo ella supo de qué hablaban sin tener que consultarlo―. La guardia roja es leal a la reina, siempre ha sido así y así siempre será.

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