Capítulo 11

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Miyeon

Sus pies tocaron el suelo helado haciéndola estremecer, un escalofrío le recorrió el cuerpo dolorosamente. Miyeon ignoró la urgencia de regresar al confort de las mantas calientes y se puso de pie. Unas botas acolchadas protegieron sus pies y un largo abrigo envolvió su torso, consiguiendo que los espasmos de frío se redujeran.

Temerosa de resbalar, la princesa descendió por las escaleras de su torre privada. En cada giro que daba se topaba con una ventana en forma de diamante, del otro lado, el mar resonaba tranquilo en las costas, alrededor las luces de la ciudad blanca le prometían visitarlo apenas apareciera el sol. El amanecer estaba cerca, Miyeon lo sabía porque en el castillo los días empezaban muy temprano. Usualmente ella se quedaría en su cama hasta media hora antes del desayuno, pero en ese instante no conseguía dormir más. En su lugar, Miyeon buscaba una distracción, la que había elegido usaba uniforme rojo y montaba guardia en el pasillo de entrada a los aposentos que usaban los exploradores de Hwangpye. Cada noche dejaban un vigilante, nadie se acercaba a los visitantes de Hwangpye sin ser previamente revisado. La seguridad de Yuqi era alta, constante y tal vez un poco paranoica.

― ¿No has dormido en toda la noche? ―la soldado se giró velozmente con una daga en la mano, el arma estuvo apuntando al pecho de la princesa en segundos y ella hizo una nota mental, "nunca escabullirse con los soldados de Hwangpye".

― ¡Oh, lo lamento, su majestad! ―Minnie alejó el arma y esta desapareció dentro del abrigo de la chica, la mirada apenada se quedó por más tiempo en su hermoso rostro.

―Ha sido mi culpa, claramente debí anunciarme.

―De todos modos, me disculpo ―las mejillas rosadas de Minnie valían la pena la cercanía a una filosa daga, por ver ese suave color lo intentaría de nuevo.

―Está bien, hacías tu trabajo ―Miyeon se acomodó en una silla acolchada con las piernas abrazadas al pecho. Minnie se quedó delante de ella con las manos en los bolsillos de su grueso abrigo, ellas se miraban como eligiendo el tema del que hablarían durante el resto de la madrugada, pero ninguna de ellas iniciaba.

―Su majestad, ¿Qué hace despierta?

La princesa apretó sus labios juntos, pensando cómo contestarle, las que tenía era mentiras, porque decirle la verdad a una chica desconocida no era algo que pudiera permitirse, no importaba que tan guapa fuese la chica en cuestión.

―No tenía sueño, últimamente no duermo bien.

Minnie le dio una mirada comprensiva, al parecer ella sabía algo sobre el tema, pero no quiso indagar porqué la soldado no conseguía horas de sueño. En realidad, en aquel momento los ojos de la chica estaban entrecerrados, su flequillo la hacía parecer más adormilada y Miyeon notó algo más, llevaba el cabello suelto. Era liso, largo y muy oscuro.

― ¿Por qué aquí nunca llevas el cabello suelto? ¿es requisito de la guardia que tengas que tenerlo recogido de algún modo? ¿o es algo personal que decidiste hace mucho tiempo? Ya sabes, para verte más ruda en tu campo laboral, sobre todo rodeada de hombres todo el tiempo...

―Llevarlo recogido me resulta más cómodo ―Minnie tenía una sonrisa ladeada, incluso su cabeza estaba echada hacia un lado mientras la observaba.

Miyeon llevó un mechón de su propio cabello tras su oreja al tiempo que apartaba la mirada por un instante. Delante de ellas el cielo empezaba a aclararse, los tonos azul oscuro eran golpeados por rayos de sol, que con los minutos habían cambiado el cielo, dándole la alegría que solo los rosas claros tenían.

―Debe ser maravilloso despertar cada día viendo el mar a la distancia ―comentó Minnie mientras se enfocaba el despertar del cielo.

―Lo es, el pueblo será un hervidero de vida en unos minutos.

En el puerto debían estar abriendo puestos, soltando velas, sacudiendo cortinas, sirviendo café, lustrando zapatos, caminando por los adoquines blancos rumbo al trabajo diario en los negocios, en los muchos barcos y buques. Miyeon respiró hondo al pensar en eso, en la conformidad de una vida bien lograda, en el trabajo arduo de cada día junto al mar, bajo el calor implacable y rodeados de brisa marina.

―Este lugar es precioso, casi lamento que nos vayamos la próxima semana.

Aquel dato hizo que Miyeon se pusiera de pie, el impacto de la noticia la hacía sentir algo preocupada, porque había esperado que la presencia de aquellos invitados fuesen distracción suficiente para que su hermana no se diera cuenta de su viaje hasta que este ya fuese un poco avanzado, lo suficiente para no verse obligada a regresar.

―Yuqi es excelente en su trabajo ―observó Miyeon para sí misma.

Minnie dejó escapar una suave risa, sonaba sedosa y atractiva, aquello hizo que el interés creciera en el pecho de la princesa medio entumecida. A pesar de estar en la costa, los amaneceres en el castillo eran gélidos.

―Siempre pueden volver de visita, las negociaciones van bien ―le dijo después de unos segundos, al ver a la soldado se encontró que la chica la estaba analizando. Esas miradas que ellas dos se daban a veces contenían más información de la que Miyeon podía descifrar, pero sin duda le gustaba intentarlo.

―Ustedes también podrán ir de visita, les daríamos recorridos a caballo por praderas verdes y podrían ver las cataratas a lo largo del camino hacia el castillo. Allá todo es verde, las tierras son trabajadas por campesinos y las montañas tienen las formas más extrañas, creo son bonitas y dignas de explorarse ―Minnie dio un paso más cerca de ella.

―Si, eso me gustaría ―Miyeon asintió con la cabeza, porque ahora el sol estaba iluminando el perfil de la morena, aquella luz le daba un aire místico del que había leído solo en antiguas novelas. Ella no era la típica princesa que esperaba ser rescatada de la torre, ella escaparía. Y en lugar de un valeroso príncipe ella quería congeniar con una soldado audaz que la hiciera despertar en medio de la madrugada, solo para poder verla con el amanecer bañando su cuerpo e iluminando sus ojos cafés como si estos estuviesen hechos extraordinarios diamantes.

Siendo atrevida, Miyeon se acercó a Minnie para besarle la mejilla que al contacto con sus labios se sintió fría, después se alejó porque un grupo de sirvientes se dirigía hacia ellas por el pasillo. La soldado se mantuvo firme sin quitarle la mirada de encima, esbozando una enorme sonrisa al tiempo que la princesa se alejaba de regreso a los escalones helados de su torre. El amanecer había llegado, el castillo se despertaba y ella tenía un día menos para poder organizar su escape.

Miyeon se vistió sintiéndose menos angustiada por el desayuno, por aparentar ser una princesa sin inquietudes y por disfrutar unos días más en su hogar. Pero al mismo tiempo, estaba nerviosa, porque un mundo de conocimientos, aventuras y montañas en formas raras la esperaba y aunque la presencia de Minnie era un aliento tibio en medio del frío, Miyeon no se detendría ahora, no cuando estaba tan cerca de lograr su objetivo.


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