Capítulo 13

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Minnie

A la princesa le gustaba cruzar los límites de lo que era apropiado y lo que no, cuando se trataba de acercarse unos pasos a ella y algún beso en la mejilla sin que nadie las viera, eso lo podía manejar. Pero Minnie no era buena lidiando con la presión de tener que ser escolta de una princesa a un baile del que nadie comentaba hasta que era hora de presentarse. Al parecer habían pasado todo el día en el jardín de la reina mientras el castillo era preparado para un baile, uno de esos que parecen irreales y las reuniones que usualmente tenían en el salón privado de la reina, se tenían que efectuar lejos de los sirvientes y decoradores que se volvían locos con el evento.

Después de tomar el té con la reina y su hermana, Yuqi había pedido permiso para retirarse, llevándose con ella sus guardas, que estaban hartos de estar todo el día bajo el sol y contemplando el hecho de que estaban enfermos con resaca, Minnie admiraba que aún pudieran caminar. Cuando estuvieron en los aposentos compartidos, la comandante los dejó libres por la noche, no podían ir al baile viéndose enfermos y todos ellos quedaron rezagados en aquellas habitaciones con muebles cómodos y camas perfectas.

Por su parte, a ella le había tocado un plan menos placentero. Mientras se ponía unas medias hasta la rodilla, Minnie gruñía muy molesta de verse obligada a asistir al baile.

―Deja de hacer esos ruidos, la gente pensará que no te alimento.

― ¿Por qué llevas un traje así y yo debo usar vestido? ―Minnie se dejó caer de espaldas en la alfombra de la habitación que ellas usaban para vestirse. La comandante tenía el cabello recogido de manera elaborada, usaba una gargantilla de cuentas rojas y su vestimenta consistía de un top beige de tela suave, unos pantalones ajustados de cuero y un abrigo blanco que caía hasta el piso. Se veía como una dama seductora y asesina.

―Las chicas rudas usamos pantalones sexys ―explicó Yuqi mientras aplicaba rubor en sus mejillas, ignorando los quejidos de Minnie que intentaba desenredar los listones del corsé que supuestamente debía usar. Las risas de Yuqi no ayudaban para nada.

―También soy una chica ruda, quiero pantalones sexys ―Minnie gruñó enojada.

―Bien, ya deja eso ―dijo la comandante, riéndose de ella―. Trajeron varios pantalones sexys, si dejas de gruñir como simio salvaje dejaré que lleves unos de estos...

Los pantalones que llevaron, eran de diversos materiales, Minnie tomó unos de color verde oscuro, la tela se sentía de maravilla cuando la pasó contra su mejilla y combinaban con la blusa de cristales brillantes que había elegido. Mucho más animada, la soldado corrió a vestirse, aquello era mejor que llevar corsé y enormes faldas coloridas.

― ¿Usaremos estas botas? ―Minnie encontró otra caja y sacó varios pares de zapatos, entre estos, encontró botas de tacón alto con amarras metálicas, eran imponentes y puestas eran aún más preciosas.

―Toma un abrigo también, el salón es el lugar más helado en este castillo de piedra.

― ¿Cómo puedes pasar frío si pasas todo el tiempo junto a la chimenea tomando coñac dulce? ―Minnie se puso un abrigo negro con botones en forma de mariposas.

―Sigue molestándome y estarás montando guardia en el jardín tu sola ―Yuqi le apuntó con un dedo, pero lo que le impactó fueron los anillos finísimos de oro blanco que usaba. Minnie inspeccionó aquellas piezas de joyería casi sin aliento, eran fantásticos. La reina había empezado a darles regalos para llevar de regreso a Hwangpye y el viaje de partida sería en dos días, lo que les daba aún algo de tiempo para recibir más obsequios como aquellos.

―La reina tiene buen ojo para las joyas ―le dijo a la comandante que también tenía la mirada perdida en aquellos anillos, nunca le decía en qué pensaba cuando se iba a navegar en las aguas turbulentas de su mente. Ellas se estaban haciendo amigas o algo así, Minnie apreciaba aquella cercanía.

―Las reinas nacen con esos talentos ―fue lo que Yuqi dijo, después se colocó la daga en la cintura, oculta bajo el grueso abrigo blanco, era extraño, pero funcionaba en la comandante que tenía alas negras en su imaginación.

Los pasillos al salón principal estaban decorados con torres de hierro, retorcidas como serpientes que en lugar colmillos en sus bocas sostenían velas. Las serpientes oscuras iluminaban el pasillo con velas de todos tamaños en distintas alturas, hacía todo el panorama algo tan misterioso que le erizó la piel. Temerosa siguió a su comandante por los pasillos aterradores y en el gran salón el ambiente era parecido. Del techo colgaban candelabros en forma de ramas enormes y las hojas eran velas que parpadeaban con los soplos del viento impertinente. Las mesas quedaban apoyadas contra las paredes, los manteles eran azul oscuro y los candelabros que los iluminaban destellaban con diamantes. Claramente aquella era una celebración especial.

―Es la noche de la dama del lago, que bueno que estuvieran aquí para disfrutar del banquete ―Miyeon llegó hasta ellas al pie de las escaleras, la princesa usaba un vestido verde oscuro y combinaba con la ropa que Minnie había elegido. Aquello la impresionó de una manera que no comprendía.

―Lo lamento, no conozco esta celebración ―ella extendió su brazo y la princesa lo aceptó al instante. Aquel gesto había sido tan natural entre ellas que ninguna se dio cuenta de lo que representaban ante el salón lleno de gente.

―Iré por coñac dulce ―Yuqi se alejó a toda prisa con el abrigo hondeando detrás de ella como una capa de nieve. Lo que no tenía sentido porque desde cualquier ventana de aquel castillo se podía ver la costa, donde siempre hacía calor.

―La dama del lago, la eterna cuidadora de los grandes destinos ―Miyeon murmuraba cerca de su oído poniéndose de puntillas, porque las botas le daban algo de ventaja a la soldado. Minnie le dio una sonrisa para después inclinarse cerca de ella, la historia parecía casi tan fascinante como el color rosa pálido de los labios de la princesa. Esta se acercó más y sentadas en los escalones de entrada hablaron de la celebración.

―La dama no aparece únicamente en lagos, esa es solo la idea en general ―explicó la princesa, Minnie admiró el brillo en los ojos de la chica―. Puede aparecer en un riachuelo o una cascada, o en el mar, muchos marinos han dicho verla, pero en aguas abiertas la confunden con sirenas y no sé si esas sean reales, pero la dama del lago no tiene cola con escamas, por los dioses, es una dama, ella usa un largo vestido de finísimas telas y lleva una corona de diamantes blancos y es muy poderosa...

Las palabras se interrumpieron porque la música empezó. Un grupo de diez mujeres vestidas de blanco estaban en el escenario junto a las puertas que daban al jardín, todas cantaban suavemente, imitando la llamada de las sirenas o el canto de la dama del lago, Minnie apostaba a que era lo mismo. Todos en el salón guardaron silencio mientras las mujeres contaban la historia de una chica que se reusaba a ser comprada, no iría al altar con alguien que no amaba y ella corrió lejos, buscando su gran destino. En el camino la chica cayó por un peñasco directamente a un lago oscuro que se la tragó como un gran lobo hambriento. Ella miró a la luna llena que apareció mientras era consumida por las aguas heladas, pidió al astro blanco que le diera una misión importante y la luna la hizo mágica, un ser que respiraba en el agua y buscaba valentía en los momentos más oscuros. Así fue como el gran lago que nada perdonaba fue el hogar de una dama valerosa que no se rendía ni ante la muerte.

Miyeon aplaudió eufórica cuando la canción terminó, todos a su alrededor hicieron lo mismo. Minnie la miraba sin poder evitarlo, algo en las mejillas sonrojadas de la princesa llamaba su atención de manera indescriptible, después de ser atrapada por la princesa, la joven se puso de pie para ayudar a su acompañante a levantarse.

―Muchas gracias ― dijo una princesa muy sonriente.

―Gracias por la historia ― respondió Minnie ofreciendo de nuevo su brazo.

―La canción hizo un mejor trabajo que yo ―Miyeon se sostuvo de ella, Minnie negó sonriente para después guiarla la mesa principal. La soldado no estaba segura de estar debidamente vestida, su abrigo negro no combinaba con los trajes de colores claros que se exponían por el lugar. De nuevo se sentía en medio de una importante misión, pero sin la preparación correcta para desarrollarla, como si de nuevo estuviese montando un caballo loco detrás de maravillosos soldados, pero esto no era lo mismo. Minnie se observó las manos callosas y con cicatrices, ella era una guerrera en una mesa importante con compañía aún más valiosa, debía aprovechar el momento mientras este durara. 


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