Capítulo 42

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Soojin

El sonido de la maquinaria del buque de guerra yendo a toda potencia, era uno de los mejores ruidos del mundo. Soojin ya estaba llenando su lista de "las mejores cosas percibidas por una reina" y aquel sonido estridente, metódico y potente sin duda entraba en las posiciones altas de la lista.

―Con esta velocidad estaremos en las costas de Hwangpye al atardecer.

―Muy bien, marcharemos al castillo en la madrugada ―dijo ella con sus manos aferradas a la borda, no estaba segura cuál era, porque estaba ocupada viendo el horizonte. Las formaciones montañosas de Hwangpye se veían a la distancia, como pequeñas formas que apenas sobresalían del agua, pero eran justo como las había estado imaginando en los dos días que llevaban navegando. Según sus cálculos, harían el viaje hasta la ciudadela de piedra en menos días que el tiempo usualmente empleado.

―El emisario espera en el salón del capitán ―agregó Mark, su fiel sombra. Ella asintió hacia el general que solía darle esa clase de avisos sin protocolos o inclinaciones de por medio, cuando estuviesen rodeados por personas comunes más le valía seguir las normas o ella tendría que darle un incómodo regaño.

―Su majestad, que agradable es verla ―dijo el joven emisario, parecía un niño con rostro pálido y ojos inteligentes. Ella presionó los labios juntos cuando el joven emisario no agregó nada más, al parecer este tampoco sabía sobre normas sociales de la realeza. Tendría que darles cursos a todos, con solo pensarlo ya estaba aburrida.

Soojin se acomodó en la silla detrás del enorme escritorio de aquel salón y movió su cabeza a los lados, aflojando los músculos de su cuello. Mark le dio un codazo al joven para que les diera la información recolectada.

―Bueno, la reina Soyeon la espera en su castillo con las murallas bajas y las puertas abiertas ―el joven hizo una pausa esperando una reacción, ella se le quedó viendo sin ninguna expresión en su rostro―. El rastro de su hermana se perdió durante varios días, pero el emisario que habló con la reina se enteró que Soyeon tiene a su hermana en el castillo. No se confirmó que así fuese, pero varios guardas dijeron que así era.

Soojin se observó sus uñas y se reacomodó uno de los anillos que le gustaba portar, eran herencia de la corona de Muhan y la hacían recordar lo que ella representaba. Mark le quitó el resto de la misiva al joven que titubeaba en si debía continuar o echar a correr lejos de la reina con mirada implacable.

―Soyeon no ha pedido a sus tropas que nos esperen, ella dejará el camino libre.

―No cree que pueda darle guerra o no tiene motivos para pensar que soy una amenaza, lo que sea, me molesta.

―Tal vez está intentando ser pacifista ―dijo Mark dejando la carta delante de ella. En la superficie del escritorio, estaban pilas de documentos, viejas actas, libros, mapas y velas desgastas que había estado usando para leer hasta tarde. Al capitán del buque no le había importado cederle su oficina personal, al parecer se la debió dar desde el inicio, pero ella se enteró un poco tarde sobre las reglas marítimas de su flota.

―Tal vez ―Soojin observó las pocas líneas de la carta y levantó la mirada al emisario con rostro confundido―. ¿Traes algo más para mí?

―Oh sí, la reina envió estos libros ―de un morral de piel colorida, el emisario sacó tres libros viejos en apariencia, pero sumamente hermosos. Soojin los tomó con cuidado y repasó con sus dedos las finas tapas. Una tenía una capa de lino azul, tan brillante como el mar que ahora cruzaban, otro era delgado, con tapa dura y olía a carboncillo, el tercero tenía un elegante grabado en letras doradas.

― ¿Libros? ¿La reina Soyeon respondió la misiva con una carta y libros?

―Eso fue lo que me hicieron llegar, el emisario en Hwangpye no dijo nada más.

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