Capítulo 39

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Minnie

Las enormes murallas se iban haciendo más y más grandes, Minnie tenía que hacer la cabeza hacia atrás para dejarse impresionar con la inmensidad arquitectónica que protegía al centro de Hwangpye. Cuando cruzaron los enormes muros, el bullicio de la ciudadela les dio la bienvenida. Minnie no tenía ánimos para alegrarse, estaba tan cansada que se cuestionaba sus habilidades y sus pensamientos no tenían mucho sentido. Su cabeza le dolía, el malestar empezaba en sus ojos y se iba hacia su cráneo dejando punzadas que la ponían de mal humor. Las miradas asqueadas de las personas en la ciudadela cuando los veían pasar tampoco ayudaban.

Transportaban a los prisioneros en un carromato de tablones gruesos, los llevaron apretujados en sus suciedades, chocándose unos con otros durante el resto del camino desde la Orquídea Negra hasta el centro de Hwangpye. El olor desagradable que desprendía aquel carruaje carcelario era espantoso.

―Póngales cadenas y llévenlos a las mazmorras, que les den un baño con cubetas antes de que alguien los llame ―Mason bajó del caballo y le dio una mirada, pero Minnie no necesitaba ayuda para bajar, así que el soldado se fue a supervisar el trabajo de los demás guardas reales que habían enviado para ayudarles.

Minnie enfocó su vista en el castillo, estaba a varias yardas de distancia y seguía tan impresionante como siempre. Las viejas rocas con las que fue hecho destellaban en tonos dorados, los techos eran rojos y las altas torres se veían como monstruosas garras apuntando al cielo, retando a los dioses a derribarlo. En algún lugar de aquel precioso castillo estaba la princesa de Muhan y Minnie no podía esperar para verla, para disculparse y para ayudarla en lo que pudiera.

Los prisioneros bajaron el carruaje que era más bien como una enorme carreta rústica con techo y puerta de metal. Todos ellos le dieron una mirada desagradable mientras se alejaban, iban encadenados y amordazados, Mason se había cansado de escucharlos quejarse, así que les puso cuerdas dobles a todos ellos en la boca. Se veían tan infelices que casi parecía inhumano. Pero ellos se lo habían buscado.

La pareja de viajeros que Miyeon había pedido que buscaran, aparecieron muertos en el lugar que ella relató. La observación profesional de un curandero fue que, si aquella pareja hubiese recibido atención médica esa misma noche, probablemente se habrían recuperado. Pero fueron dejados en aquella calle lodosa como si fuesen objetos rotos y no cortesanos con una larga descendencia. Los criminales amarrados merecían lo que estaban enfrentando, ellos lo habían creado con sus actos, con la crueldad que demostraron. Minnie les dio una sonrisa complacida y les dijo adiós con la mano, ella estaba libre, ella era una buena soldado, ella les había derrotado.

Si bien se había sentido muy mal cuando se enteró lo que ellos le hicieron a Miyeon, o una versión sencilla de lo que en realidad pasó, ahora se empezaba a sentir mejor. La princesa estaba viva, tenía una oportunidad de recuperarse. Miyeon era dulce, lista y más fuerte de lo que aparentaba, Minnie le ayudaría a sanar si la princesa se lo permitía.

Con un semblante más calmado, la soldado se encaminó a los establos. Los caballos amables la siguieron y fueron ellos solos a los contenedores de agua fresca que los esperaba. Los cuidadores de siempre reconocieron los caballos del castillo y salieron a recibirlos, Minnie no tenía nada qué hacer ahí, así que tomó su morral de viaje y fue a su casa, al castillo dorado donde había vivido desde los doce años.

Estaba tan agotada que casi se cae cuando una chica la atacó con un abrazo fuerte, lo que le avisó que era Shuhua fue el larguísimo cabello negro y la risa chillona de la dama.

― ¡Volviste! ¡Ah! ¡Estás herida! ¡Pobrecita Minnie! ¡Pequeña! Los dioses debieron cuidarte mejor, Yuqi nos contó de la gigante...

―No era una gigante, solo una mujer muy grande.

Six Lions 👑 G-IdleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora