Capítulo 15

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Yuqi

Hombres en uniforme negro estaban poniendo paquetes en carruajes que se tambaleaban un poco ante el peso, los caballos tampoco se veían felices. Los soldados de Muhan sobrellevaban bien el calor a diferencia de los suyos en uniformes rojos, gastados y mal olientes. Casi deseaba intercambiar unos cuántos con los lindos soldados de la reina Soojin, también estaba dispuesta a dejar unas cajas a cambio. Mientras reflexionaba su plan los soldados de Hwangpye se apresuraban a subir a los carruajes, seguramente sus intenciones de abandono eran fáciles de descifrar.

―Se ven más asustados que de costumbre, ¿Qué les hiciste? ―Soojin llegó tras ella luciendo una falda larga con blusa de tirantes, era demasiado casual para una reina, pero lo que había aprendido de ella explicaba el vestuario. Soojin era una mujer precavida que erguía murallas a su alrededor hasta que se sentía cómoda, entonces las bajaba lo suficiente para que las personas vieran su infinita inteligencia, su humor algo malicioso y el abundante amor por su pueblo. Era una excelente reina, de corteza dura con un interior que afloraba buenas intenciones. Ella no necesitaba verse exuberante para declarar algo.

―Estaba pensando en intercambiarlos por unos cuántos de tus guardas, ¿Qué dices? Te dejo ocho de los míos por seis de los tuyos.

Soojin se cruzó de brazos y ladeo la cabeza analizando los soldados de rojo, ellos se quedaron inmóviles como lo harían objetos en una vitrina. Buenos chicos.

―No lo sé, se ven cansados y aburridos, ¿segura que saben la profesión?

―Tienes un buen punto, en ese caso, solo me llevo dos de los tuyos ―Yuqi asintió a un par de chicos altos que parecían provenientes de algún país exótico del otro lado del mundo, ellos le sonrieron de regreso sabiendo que todo aquello era un juego. Sus propios hombres la observaban enojados, aquellas bromas no eran para ellos.

―Elegiste a los más bonitos, no creo que sea justo ―Soojin se echó a reír y dejó la broma morir porque los soldados de rojo decidieron ignorarlas, no eran divertidos. En su lugar, la reina le entregó a la comandante un paquete azul con una bonita cinta blanca, los colores de Muhan. Yuqi había recibido bastantes regalos que llevaría con ella hasta Hwangpye, pero aquel pequeño paquete parecía especial.

― ¡Oh por los viejos dioses! ―Yuqi se echó a reír al ver la petaca de metal con decoraciones azules y blancas, el fondo estaba grabado su nombre. Aquel era un regalo fenomenal, uno que dudaba merecer. En aquel viaje Yuqi había hecho un gran esfuerzo por molestar a la reina, con bromas tontas y con historias largas, la hermosa mujer nunca se había enojado, al menos no que Yuqi supiera. Tomando eso en cuenta, lo que menos esperaba la comandante era un regalo personalizado.

―Está llena de Coñac dulce, además puse varias botellas de vino para ti en una de las cajas, ya sabes para hacer el viaje más llevadero, tal vez te permita dormir mejor.

Yuqi observó el rostro de la reina, ella estaba analizando los cargamentos en los carruajes ahora algo ladeados. No se había dado cuenta que en aquellos silencios de la reina ella parecía verlo todo, incluso lo que las personas se esforzaban por no demostrar.

―Para mí también es difícil conciliar el sueño, no es nada de qué avergonzarse ―se explicó Soojin. Yuqi asintió con la cabeza y le dio un trago al coñac que le hizo sentir más caliente de lo que ya estaba bajo el sol del mediodía.

Los preparativos del viaje de regreso habían durado menos de lo que ella se esperaba, a ese paso estarían embarcados a casa al atardecer. No sabía por qué sentía estar atrapada en complicado encuentro de emociones. Extrañaría las hermosas vistas del castillo, las cenas en el balcón junto a la realeza, las risas con los soldados que la perseguían como cachorritos adorables, los trabajos en el jardín donde las hadas nunca dieron la cara y por algún motivo, estaba segura que sus alas negras nunca más aparecerían, aquello había sido un regalo de los dioses de Muhan y aquellos regalos no se los podía llevar. Era triste. Por otro lado, estaba deseosa de ver las montañas de su país, recorrer las calles siempre riesgosas de la ciudadela y pedirle explicaciones a la reina que negaba recibir su corazón, incluso cuando ella se lo estuvo ofreciendo durante años.

―Quiero darte las gracias por todo, sobre todo los acuerdos que firmamos.

―Me fue complicado creer que esto sería algo bueno, pero considero que Soyeon es el tipo de reina que quieres de aliada.

―Ella es magnífica, creo que ambas se llevarían bien... ―Yuqi sonrió emocionada.

―Si no intentamos asesinarnos antes... ¿o no? ―Soojin negó con diversión. Sin duda aquella chica veía cosas donde los demás solo veían niebla, era una depredadora natural. Yuqi no quiso negar nada al respecto, ellas dos tenían el potencial de hacer el mundo un lugar maravilloso o de destruirlo en una noche, descubrirlo no era una prioridad suya.

―Disculpen la interrupción ―Minnie apareció junto a ellas con las mejillas rosas y la frente sudorosa, era una soldado muy esforzada, tendría que darle un aumento―. Ya subimos todas las cajas, muchas gracias por todo su majestad. Este ha sido un viaje inolvidable y agradezco cada momento.

Soojin llevó sus dedos a la barbilla de la soldado, la chica no se movió, pero sí le devolvió la mirada a la reina. La chica de ropa causal ahora parecía una diosa apunto de hacer algo verdaderamente importante, Yuqi deseaba tener aperitivos para verlo.

― Que la calma infinita te guíe ―murmuró la reina y la soldado le sonrió con los ojos llenos de lágrimas. Yuqi no sabía que estaba pasando, pero de pronto se sentía envidiosa.

― Que la calma infinita te guíe también.

Ellas compartieron una sonrisa más y después Soojin puso distancia entre ambas. Todo se había puesto un tanto misterioso, por lo que lo único que se le ocurrió hacer a Yuqi fue darle una probada más al contenido de su petaca nueva.

― ¿La princesa sigue indispuesta? ―la pregunta de Minnie cortó el aire como una flecha de incomodidad. Soojin observó las joyas en sus dedos y suspiró con fuerza. La princesa Miyeon se había pasado todo el día anterior en su torre, enviando a sus doncellas con disculpas a cada hora de la comida. Al parecer en la noche del baile la princesa había comido algo que su cuerpo no encontró saludable y todos le dieron el espacio para que se recuperara tranquilamente. A pesar de eso, esperaban que la princesa se presentara a despedirlos, a Yuqi le gustaba pensar que había causado una buena impresión en Miyeon, no como la que Minnie había causado, pero al menos esperaba caerle bien.

―Parece que mi hermana sigue enferma, pero estoy segura que les desea un buen viaje de regreso ―Soojin presionó sus labios juntos, como ella, la reina parecía pensar que aquella despedida pudo haber sido más triste de lo necesario para las dos chicas. Minnie y Miyeon se habían entendido en un nivel del que los demás se ponían celosos, pero algunas cosas no funcionaban, las relaciones entre la realeza y sus súbditos era una de esas cosas prohibidas por el cosmos. Yuqi conocía la sensación de esa dura realidad.

―Agradece a la princesa por todo, creo que ya es hora de irnos ―Yuqi intervino acercándose a darle un abrazo breve a la reina que reía al ser tomada desprevenida. Después de unas despedidas y algunos abrazos forzados más, Yuqi subió a un caballo y seguida de su soldado favorita, la comandante cabalgó fuera del castillo blanco de Muhan, dejando atrás a la reina que se cubría el sol con una mano y se despedía con la otra.

La misión diplomática le había parecido una locura semanas atrás cuando ensillaba su caballo y elegía un grupo de soldados para acompañarla, pero ahora mientras iba rumbo a la costa con las montañas tenebrosas a su espalda, Yuqi reconsideraba su posible carrera en la política y si más misiones diplomáticas se presentaban en el futuro ella las aceptaría, los regalos y el licor extranjero valían la pena el esfuerzo. 


¡Gracias por seguir leyendo!

Sobre todo quiero agradecer a los miembros del fandom que están apoyando está novela fanfic. Son inspiradores, me esforzaré por darles una gran historia.
💗💜✨
Love Neverland.

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