Capítulo 5

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Minnie

Minnie llevaba toda la mañana montando guardia frente a las puertas de un gran salón. Adentro su comandante estaba manteniendo una reunión con los representantes de la reina. Para su mala suerte y la de su compañero soldado, afuera el calor iba en aumento. Minnie sentía el sudor descender por su espalda, logrando que la incomodidad fuese difícil de disimular. Para complicar aún más aquella mañana, la princesa apareció al final del pasillo, acompañada por sus doncellas.

Los ojos de Miyeon se enfocaron en ella, por un segundo Minnie se preguntó que estaría percibiendo. Si sería una soldado más, una sirviente, una persona que vería una vez al día y que no reconocería afuera del castillo con o sin el uniforme. Aunque no le gustara, los prejuicios a la realeza siempre estaban ahí, como una nube esperando cubrir el sol.

―Me preguntaba cómo estaría hoy ―el comentario de la princesa hizo que la soldado se pusiera más erguida―. ¿Se encuentra bien?

―Me encuentro muy bien, princesa. ¿Usted cómo está?

―Llámame Miyeon, las formalidades no me gustan.

―No creo que sea adecuado princesa.

―De todos modos, quiero insistir ―Miyeon dio un paso más cerca de ella, sus estaturas eran muy similares y Minnie se enfocó en el rostro de la joven. Su cabello castaño se veía tan suave que imaginaba tocándolo. La princesa notó en dónde estaba puesta la atención de la soldado y una sonrisa se fue formando en sus labios delgados.

― ¿Hay algo que pueda hacer por usted, princesa? ―Minnie quiso reír cuando las cejas de la princesa se fruncieron, parecía retarla, así que tuvo que corregirse―. Quiero decir, princesa Miyeon.

―En este momento me podrías decir tu nombre, eso sería de ayuda ―la princesa dio un paso más cerca. Detrás de ella, las doncellas se mostraban estáticas, como estatuas recién terminadas secándose al sol.

―Minnie, un placer conocerla princesa ―ella extendió su mano, la castaña notó los surcos que sanaban, las heridas que se había hecho por sostener las riendas de un caballo loco parecían intrigarle. Miyeon llevó uno de sus dedos a lo que pronto serían cicatrices notables, por el mal tratamiento de la piel. Muy cuidadosa, la princesa deslizó un dedo por la herida que le había dolido mucho días atrás.

―Es un placer conocerte Minnie ―cuando la princesa regresó su atención al rostro de la soldado, se encontró con que la chica estaba aguantando la respiración, para conseguirlo se mordía el labio inferior. ― ¿Ha dolido? ― preguntó soltándole la mano.

Minnie negó con la cabeza, convencida de que si soltaba el aliento retenido este golpearía el precioso rostro de la realeza. Esos no eran los propósitos del viaje diplomático.

―Es solo que no son manos bonitas ―consiguió decir después de un instante.

Miyeon asintió con la cabeza, estaba buscando una respuesta, pero Minnie sabía que no había nada que decir al respecto. Cuando empezó a entrenar para ser parte de la guardia real, comprendió que debía renunciar a muchas cosas, una de esas, era la imagen de feminidad que el mundo esperaría de ella. A pesar de eso, Minnie se consideraba una chica normal, en un puesto de trabajo diferente y eso no la definía completamente.

―Son manos que conocen el valor del trabajo, eso es más valioso en mi opinión.

Ellas se observaron por unos segundos, hasta que Miyeon recordó que estaban en medio de un pasillo y que antes de detenerse ella tenía un lugar que visitar. Con una sonrisa de disculpa, la princesa se alejó de Minnie y de su compañero, que bien podría ser parte del juego de estatuas junto a las doncellas paralizadas.

Después del almuerzo, Minnie siguió a Yuqi por una de las torres del castillo. En su mente seguía pensando en su breve encuentro con la princesa, se preguntaba en dónde pasaba aquella chica su tiempo cuando no estaba divagando por los pasillos. En cada esquina que ellas recorrían, Minnie esperaba encontrarse con Miyeon, pero terminaba decepcionándose cuando no la veía.

El general Barragán esperaba en un balcón que usaban para reuniones breves y Minnie se imaginó que todos los balcones en aquellas torres tenían un propósito similar. Su comandante se unió al hombre en un asiento hecho con alguna especie de fibra natural. La soldado se quedó de pie montando guardia, viendo al eterno pasillo que habían recorrido segundos atrás, sobre todo a la pintura de libélulas gigantes que se perdía en la esquina. Se sentía algo vigilada por el arte detallado en la piedra.

―La reina realmente quiere saber por qué Soyeon desea esta alianza.

Yuqi soltó un largo suspiro, parecía exhausta. Los trabajos diplomáticos debían ser muy complicados, porque su comandante no se veía de aquel modo ni cuando pasaba la noche en vela para después cabalgar por días enteros.

―Me doy cuenta de eso ―ella subió sus piernas a la mesa baja en medio de los asientos―. Si tuviera una mejor respuesta la daría, no me gusta hacerme del rogar a estos extremos. No es divertido que me vean como si estuviese ocultando algo, yo simplemente no sé los motivos que Soyeon tiene para desear alianzas.

―No las necesitaba hace dos meses cuando fui de visita a Hwangpye―el general rascaba su barbilla y Minnie se pregunta si su amiga Shuhua conocería la razón de la que todos especulaban. Al trabajar para la reina de manera directa, Shuhua sabía más datos importantes que cualquier otra persona en el reino.

―Ella no me explicó nada ―Yuqi se quejó mientras el sol bañaba su cuerpo y se relajaba en aquel extraño asiento―. Solo dijo, "Hey Yuqi, irás a buscarme alianzas a Muhan, consigue que la reina quiera hacer negocios con nosotros y después regresas".

―No será sencillo, ella no querrá nada que ver con Soyeon si esta no se explica.

Aquello llamó la atención de la comandante, Minnie la observó levantarse de un salto, para después apoyarse en la barrera que impedía que todo cayera al vacío desde aquel balcón. La mente de la comandante trabajaba a toda marcha, Minnie pensó que si se concentraba escucharía las piezas moviéndose como una maquinaria bien aceitada.

Mientras los segundos en silencio seguían avanzando, las ideas de la comandante se hacían contagiosas. La reina Soyeon tenía una agenda, un plan que no había compartido con nadie, ni con ellos que fueron enviados a otro reino para hacer lo que Soyeon anhelaba. Estaban trabajando por algo importante, pero no sabían por qué.

―Pueden preguntarle, tal vez mi reina esté dispuesta a darles información.

― ¿A nosotros si nos dirá sus razones? ―El general estaba siguiendo cada uno de los movimientos de Yuqi, se veía intensamente interesado en ella. Minnie fingió no haberlo notado, en su lugar esperó la respuesta de su líder.

―Fui enviada aquí porque me está castigando ―el tono de Yuqi fue imposible de descifrar, la soldado presentía que detrás de aquella revelación existía una larga historia.

― ¿Qué hiciste Yuqi?

―Nada que deba comentarte a ti o a nadie.

Barragán soltó una fuerte risa, al parecer no había problema si la comandante de cabello castaño y ojos curiosos le daba respuestas cortantes. Claramente ahí había otra historia. Minnie se dio cuenta que Yuqi era una mujer interesante, con más malicia de la que el mundo pensaba.

Después de una hora más de conversación redundante, los dos viejos amigos se pusieron en movimiento. Al parecer habría una reunión más antes de la cena, esta sería con comandantes de los distintos ejércitos de Muhan. Yuqi se notaba emocionada porque hablar de estrategias de guerra era más gratificante que idear planes comerciales. Minnie estaba igual de motivada, no importaba si tenía que pasar horas afuera de unas enormes puertas montando guardia. La misión diplomática iba bien, eso era lo importante. 


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