Una parte de ti vive en mí aunque estemos alejados.
Ruggero Pasquarelli.
—Entonces tomas el carrito, y lo llevas a su lugar. —musito con un tono de diversión mientras termino de guardar los juguetes en su respectiva caja.— ¿Te divertiste mucho?
—Si.
—¿Y estás cansado?
—Nada más un poco. —se acerca refugiándose en mis brazos.— ¿Papi?
—¿Si, mi amor?
—Me duele mucho.
Hace un puchero, yo suspiro y lo tomo en brazos diciéndole que todo esta bien. Nada malo va a pasar.
Sus dolores de cabeza, mareos o vómitos son frecuentes. Pero bueno, apenas está adaptándose a su nueva vida.
Estoy intentando actuar como debo al respecto.
—¿Qué pasa, mi amor? —Cande deja los platos sobre la mesa y se acerca a nosotros.— Está muy pálido.
—Le duele la cabeza. —resumo y ella suspira.— Voy a llevarlo a que se acueste. ¿Le sirves la cena, por favor?
Asiente, besa la frente de mi pequeño y finalmente se aleja con dirección a la cocina.
De inmediato subo a la habitación del pequeño. Lo ayudo a cambiarse de pijama y dejo que ocupe su lugar en la cama.
—Veamos, vas a cenar y luego te leo un cuento para que puedas dormir, ¿estás de acuerdo?
—¿Puedo dormir con ustedes, papi? —sonrío acariciando si cabello.— Solo hoy.
—Claro que si, pequeño. ¿Le decimos a mamá?
Asiente contento con la idea, y mientras lo llevo a la habitación, vemos a Cande subir con la bandeja de su merienda. Nos sonríe de inmediato.
Los tres entramos a la habitación, y mientras yo acuesto al niño, Cande saca a Almendra de la habitación. Creo que esta noche estamos obligados a caber todos en la misma cama.
Con Almendra incluida.
—Te voy a poner una película, amor. —dice mi esposa.— Nosotros estaremos abajo porque unos amigos vienen hoy a cenar, así que todo bien, ¿de acuerdo?
—Si necesitas algo, me llamas y yo subo corriendo. —completo. El niño sonríe.— Te amo.
—Yo también.
Ambos besamos su pequeña frente y nos aseguramos de que se quede cenando en completa tranquilidad. Cuando termine obviamente tiene que llamarme para que lo ayude a llegar al baño y a retirar la charola de la mesa.
Pero por ahora todo está bien.
Cuando bajamos Cande continúa con lo que estaba haciendo y yo guardo las cajas de juguetes dejando la sala libre del desastre que esto era. No pienso negarlo, prefiero mil veces vivir con ese desastre a no volver a verlo jamás.
El timbre suena, yo salgo de la ensoñación y me acerco a la puerta a la vez que mi esposa sale de la cocina. Le sonrío.
—Sé amable, Ruggero. —advierte. Asiento.— Y de preferencia, hagan las paces ya.
—Hacer las paces con Karol significa rogarle por horas y luego darle un chocolate para que se olvide del problema. —recuerdo y ella sonríe.— ¿Qué? La conozco más de lo que debería.
—Las personas cambian, mi amor.
—Apuesto cualquier cosa a que mi Karol no. —¿mi Karol?— Es decir, a la Karol que yo conozco.

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Love Her
Dragoste¿Qué sientes cuando ves al amor de tu vida? Muchas veces me pregunté eso, y para saberlo, debía ver la historia desde tres puntos distintos. Jamás imaginé que uno de ellos dolería tanto. Y no iba a ser el mío precisamente.