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Efímeros. A veces entre más eternos queremos ser para alguien, más fugaces nos volvemos.

Ruggero Pasquarelli.

—¡Fue divertido, papi! —sonrío bajando a Almendra de mis piernas.— Mañana lo repetiremos.

—¿Y estás emocionado por eso?

—Claro que si. —Gael se baja del sillón.— Hoy me siento muy feliz.

—Muy feliz y todo pero ven, es hora de tu medicina.

Mi pequeño hace un puchero de lo más tierno y se acerca dando tímidos pasos hacia su madre. Cande se sienta a mí lado con las cajas de pastillas y jarabes.

Después de todo esto, creo que por mucho que intentemos adaptarnos a esta nueva vida, las cosas siguen saliendo mal.

Ya no se sabe qué sucede con Gael. Un día está bien, como hoy. Pero al siguiente no puede más. No es él.

No nos conformamos con solo el veredicto de la clínica, buscamos doctores aparte. Pero todos han dicho lo mismo.

De hecho, hubo un par de ocasiones en el que sólo le dieron un tiempo determinado. Así de simple.

Y si, todo ha comenzado a derrumbarse casi indescriptiblemente. Las cosas ya no son las mismas con nosotros.

Candelaria está cansada física y mentalmente, y la presión que su hermana está ejerciendo sobre ella llega a ser asfixiante incluso para mí. Agradezco mucho el que Constanza haya decidido venir con su familia a apoyar a mi esposa.

Pero creo que las cosas no están yendo bien por el momento. He presenciado más de una discusión entre ambas, que aunque son pequeñas, a Cande le duele.

Sus hermanas son lo más sagrado para ella.

—¿Listo para irte a dormir? —Gael asiente luego de haberse tomado las pastillas.— Andando, despídete de papá.

El pequeño besa mi mejilla, le sonrío despeinando su cabello y él se marcha de la mano de su madre mientras yo recojo todos los juguetes.

Hoy Gael había estado especialmente emocionado luego de haber faltado a la escuela y de haber jugado con sus primos tanto como pudo.

Claro que su manera de divertirse a cambiado demasiado pese a su corta edad. Las cosas para él no han sido las mismas en realidad.

Y es frustrante porque por mucho que intento, nada me lleva más lejos que él. No me gusta ver cómo mi familia poco a poco cambia.

No estábamos listos para esto, y sin duda, nos da miedo enfrentarlo.

Voy a abrir la puerta cuando esta es tocada, no me sorprende ver a mi cuñada, de hecho solo sonrío y me hago un lado dejándola pasar. Tiene una canasta de galletas recién hechas en las manos.

Intenta alegrar a Cande de la manera que sea, y solo ella sabe lo que su hermana necesita al parecer.

—¿En dónde está? —señalo el pasillo y ella asiente dejando las galletas sobre la mesa.— ¿Ha mejorado su estado de ánimo?

—Dejó todas sus actividades de lado, ya no sale a correr, ya no saca a Almendra a sus paseos matutinos, ya no explora en la cocina, ya nada. —suspiro.— E intentado darle su espacio, pero ya no puedo más.

—Tienes que entenderla, Ruggero. No es fácil ver la vida de tu hijo escaparse de tus manos.

—Yo eso lo sé perfectamente, y de hecho me duele de la misma manera. Pero la diferencia es que yo ocupo mi mente la mayoría del día, Cande ha dejado todo de lado y no sé cómo hacerle entender que esto no es bueno para ella.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora