Se lucha, pero no se ruega.
Karol Sevilla.
Dos y cinco de la madrugada. Todo está malditamente oscuro y lo único que puedo hacer es mirar hacia la ventana esperando que Manuel llegue sano y salvo.
Ahora que lo pienso mejor, fue una mala idea citarlo tan tarde y temprano a la vez. Si se muere será mi culpa y llevaré ese hecho en mi consciencia toda la vida.
Un auto se detiene una cuadra antes de llegar a la casa, entonces él se baja y se agacha mirando a la persona que lo acompaña. No veo muy bien, pero parece ser Saak.
Por su bien espero que sea Saak.
Niego sintiéndome una maldita tóxica. Pero he de ser sincera, algo, o más bien, alguien, ha movido mi piso como nadie más lo había hecho desde el quita virginidades.
Pero bueno, pensar en el pasado no es conveniente ahora mismo.
O bueno, tal vez un poco.
Tal y como se lo expliqué por mensaje, busca la llaves que le escondí en una de las macetas y sube por la pequeña escalera al techo. Genial, espero que no se caiga tal y como yo estuve a punto de hacerlo cuando me lancé del balcón.
Me siento aliviada cuando salta la pared del balcón con facilidad y se detiene frente a mí medio adormilado. Sonrío tomando su mano.
De inmediato nos metemos a la habitación y cierro la puerta del balcón para luego bajar la cortina. Finalmente voy hacia la puerta de la habitación y pongo seguro.
Aunque bueno, a esta hora todos están completamente dormidos.
Quizá solo Montse esté despierta hablando con Leonardo. Últimamente se desvelan mucho esos dos.
Y es algo interesante.
—Explícame por qué acepté hacer esta locura. —bosteza.— Tengo sueño.
—Me encantaría invitarte a dormir pero es que ya sabes, viniste específicamente a algo.
—Ajá si. —se deja caer en la cama cubriéndose con las mantas.
—Por lo menos quítate los zapatos.
—Ay, ya.
Me río cuando hace lo que le pido y se cubre hasta la nariz. Tomo un cojín y lo golpeó con este pidiéndole que preste atención.
Tuve que tomarme un café bien cargado para mantenerme despierta a esta hora.
—Cuéntame, te escucho. —asegura sin abrir los ojos.— Tus sábanas huelen a ti. Y son muy suaves.
—Son mías. —digo obvia.— Pero bueno, a lo que viniste.
—Si, ¿quién empieza?
—Tu, necesito prepararme para lo que diré.
—Perfecto, comienzo yo. —suspira.— Melania era mi novia desde que tenía no sé, ¿catorce años? Cuando cumplimos dieciocho, ella dijo que quería aventurarse a algo más, que quería trabajar en nuestro futuro. Así que sin pensarlo, tomamos un vuelo hacia cualquier destino. Y ese fue Italia, trabajamos durante un tiempo, conseguimos la permanencia legal luego de mucho papeleo y formamos un hogar. Pero ella necesitaba más, ¿sabes? Su sueño había sido ser básicamente millonaria para no tener que trabajar nunca más. Cabe recalcar que yo no podía darle eso, conmigo estaba obligada a comenzar desde cero.
—¿Qué pasó entonces?
—Conoció a un tipo, Ricardo. Veinte años mayor para ella, se acababa de divorciar y le pagaba porque lo escuchara quejarse de su soledad. Se fueron enamorando según ella, y un mes y medio después me dejó para casarse con él. Ahora es feliz, tiene muchos millones, el estilo de vida que quería y sin depresión como yo.
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Love Her
Romance¿Qué sientes cuando ves al amor de tu vida? Muchas veces me pregunté eso, y para saberlo, debía ver la historia desde tres puntos distintos. Jamás imaginé que uno de ellos dolería tanto. Y no iba a ser el mío precisamente.