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Desearía que pudiese ser de otra manera. Me gustaría que existiese un mundo en el que las palabras “tú” y “yo” dejasen de ser imposibles de combinar.

Karol Sevilla.

Me siento como hace tiempo no me sentía, completa.

Mi hijo está aquí conmigo, estamos juntos y listos para enfrentar lo que la vida nos tenga preparado. Claro que estaba emocionada.

Habíamos llegado hace un par de días, y en esos mismos días me dediqué a decorar parte de mí habitación para él. Le compramos juguetes, ropa y todo lo que llegase a necesitar.

Ahora está sumamente feliz.

Asegura que nada le importa más que estar conmigo. Y eso me hace feliz a mí también.

Respecto a Ruggero no puedo decir mucho. Quiere ver a Liam, y claro que se lo he permitido, pero el niño no quiere nada con él.

Aún no comprende que su madrastra no es mala. De hecho, creo que es más probable que yo termine siendo la mala de la historia a ver a Cande cumpliendo el papel de mala.

Esa mujer es un amor con todo el mundo.

—¿A dónde vas, mami?

Divertida lo veo sentarse en la cama, se esfuerza por no cerrar los ojos, pero tiene todo el sueño del mundo encima. Ayer se quedó con Mau hasta la noche jugando.

De hecho, ni siquiera sé a qué hora se vino a acostar.

—Voy al trabajo, mi amor. —explico sujetando mi cabello con una pinza.— Pediré permiso la mañana para llevarte a un escuelita a inscribirte.

—Pero no quiero ir a una escuelita, mami.

—Irás, Liam. Todos los niños van.

Él hace un puchero, está en desacuerdo con eso. Me río poniéndome de pie en busca de mi bolso. Guardo lo más importante.

—Escucha, puedes dormirte un poquito más, mi vida. —él sonríe.— Pero..., en una hora y media vas a levantarte, ¿estamos?

—¿Una hora?

—Si, hermoso. —me acerco dejando un beso en su frente.— La tía Montse te va a llevar a mi trabajo antes de irse a la universidad. Obedécele, por favor.

—Ya, mami.

Me río despeinando su cabello, cubro su pequeño cuerpo con las manta su dejo tantos besos como puedo en su pequeña mejilla.

Finalmente me despido, bajo corriendo. El reloj marca las siete y diez minutos.

Aún estoy a tiempo.

—Mami, dejé la ropa de Liam en la cama. —musito entrando a la cocina. Ella asiente.— Si se deja bañar, hazlo.

—Pero se bañó ayer.

—Pero se estuvo revolcando en el jardín con Mau. —le recuerdo dejando un beso en su mejilla.— Te amo.

Ella me sonríe, pide que me cuide y finalmente salgo de la casa. Me aseguro de que no haya nadie siguiéndome.

Y no es paranoia, es que me siento estúpidamente insegura.

La denuncia no ayudó en nada al parecer, me sigo sintiendo así. Pero evito asustar a mi madre.

Quiero pensar que solo estoy exagerando.

—¡Karol! —ay, Dios... Me detengo.— Genial, finalmente puedo hablar contigo.

—Llamarme te sale más barato. —recuerdo rodando los ojos.— ¿Qué sucede, Ruggerito?

—No te hagas, sabes perfectamente lo que sucede.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora