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No me mató, pero perdí algo ese día.

Ruggero Pasquarelli.

Está sentada frente a la chimenea, una manta envuelve su cuerpo y una taza de café reposa en la mesita ratona frente a nosotros.

No me mira, tal y como lo ha pedido luego de escucharme, le di un tiempo para que piense. Para que se prepare lo que me tiene que contar.

Dice que es grave, demasiado grave. Pero estoy dispuesto a esperar.

Ella me escuchó sin interrupciones mientras le explicaba absolutamente todo. Y aunque aún sigue sin creerme o darme al menos un voto de confianza, me alegra el solo hecho de haber sido escuchado por ella.

—Bien, creo que estoy lista. Solo evita mirarme y no pidas que haga contacto visual o físico contigo. —musita de repente.— Voy a empezar con lo que debí decirte esa noche.

—¿Qué noche?

—La noche en la que me embarazaste. —sonríe.— ¿Lo recuerdas, Ruggerito? Estabas borracho, realmente desorientado.

—Yo no...

—Me dijiste que fuera a tu departamento, el plan era ver películas, ¿no? —interrumpe.— Esa noche, aunque no me forzaste, el sexo contigo fue totalmente diferente. No me causaste ningún daño físico porque no fuiste realmente grosero, como dije antes, no me obligaste pero la frustración al saber que creamos a nuestro hijo cuando estabas borracho me jode demasiado. Cada vez que te veo solo quiero golpearte y recordarte que eres un idiota porque ni siquiera lo recuerdas.

—No lo recuerdo. —admito. Ella se ríe.— Mierda, Karol. Lo siento.

—No más que yo seguramente. —suspira.— Pero admito que jamás me sentí violentada de ninguna manera, fuiste tierno a pesar de estar borracho. De hecho, creo que en medio de tu ensoñación, la que hizo todo el trabajo fui yo. —se ríe.— Eso sonó como si hubiese sido una...

—No lo digas.

—Créeme, yo tampoco quiero decirlo. —su voz suena rasposa.— Pero debo hacerlo, y no precisamente por lo que tú me hiciste.

—Karol...

—El día que terminamos, en abril. —toma una bocanada de aire.— Como Y te habrás dado cuenta, quería decirte que estaba embarazada. Pero tú te me adelantaste como siempre, y me dijiste que realmente no me amabas y que esto que sentimos para ti había sido nada más que un juego.

—No fue así...

—Estaba tan devastada que no me sentía capaz de dar un solo paso sin sentirme miserable. —niega limpiando sus lágrimas con el dorso de su saco.— Tomé la decisión más estúpida de mi vida. Fui tan estúpida que tomé un taxi para sentirme segura.

—¿Qué pasó?

Una parte de mí no quiere saberlo, no quiere arriesgarse a saber algo que sé que va a doler. Admito que tengo miedo.

Y verla llorar a sabiendas de que no puedo hacer nada más que mirarla, me frustra demasiado. Es que ya no puedo más.

—El conductor se desvió en el camino, comencé a asustarme, le pedí que se detuviera. Tenía que bajarme porque sabía que las cosas saldrían mal. Pero no lo hizo, no se detuvo, solo aceleró. Y no se detuvo hasta que llegamos a una colonia desconocida para mí. Recuerdo como aseguró las puertas, como se pasó a la parte de atrás y me susurró en el oído las palabras que recuerdo siempre en la misma fecha. No estés triste, bonita. Voy a hacerte algo que te alegrará. —sorbe su nariz.— Y me violó, abusó de mí y me hizo sentir asqueada de mí misma. Me hizo daño, muchísimo daño. Lastimó a mi bebé, me dejó vacía por dentro.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora