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Si no fuera amor, no habría planes, ni voluntades, ni celos, ni corazón herido. Si no fuera amir, no habría deseo, ni el miedo a la soledad. Si no fuera amor no habría nostalgia, ni mi pensamiento todo el tiempo en ti. Su no fuera amor, ya me habría rendido.

Karol Sevilla.

—No sé qué hice pero me siento bien. —me río y Ruggero niega sin moverse de sí sitio.— Encontrarlos así no fue incómodo como la primera vez.

—Gracias, amigo. Ahora..., ¿puedes irte?

—Si, si, ya me iba.

Vuelvo a reírme cuando Agustín toma la bolsa que ha traído y se despide asegurándonos que está muy feliz por nosotros.

Ahora me pregunto yo, ¿qué hicimos?

Miro a Ruggero, él me sonríe besando mi nariz. Sonrío también.

—Buenos días. —susurro escuchando la puerta cerrarse.— Fue una excelente noche.

—Lo fue. —asegura, sonrío sentándome contra el respaldar de la cama.— Y ahora que Agustín nos despertó a base de gritos, ¿qué dijo?

—Que nos espera para desayunar en casa de la prometida.

—Genial.

Asiento, él imita mi gesto y nos quedamos en silencio.

Hasta que él lleva sus manos a la sábana cubre mi desnudez y niego riéndome. Tal vez dije que me arrepentiría después de esto, pero no está sucediendo.

Estoy más feliz que nunca.

Ruggero es perfecto, tanto como recordaba.

—¿Y si no vamos al desayuno?

—Me agrada mucho la idea. —susurro sobre sus labios cuando se pone sobre mí.— Pero antes debo hacer una llamada.

—¿Una llamada?

Asiento, él hace un mohín y niega asegurando que luego esa llamada se hará.

Intento negarme. Quier que entienda que debo hablar con Manuel para que detenga todos los preparativos antes de ir más lejos.

Pero en cuanto siento su aliento en mi cuello, un jadeo se escapa de mis labios mientras él se deshace de la sábana que antes cubría mi cuerpo desnudo.

Me besa, me besa con ímpetu y yo disfruto del momento enredando mi mano en su cabello. No me importa si hago bien o mal, lo único que necesito ahora es estar con él.

Estira su mano abriendo el cajón de la mesita de noche a ciegas  y me río cuando saca el sobre platinado. Agustín va a matarnos cuando note que sus condones se han acabado.

Pero da igual, él ya va a casarse. Nosotros no.

Al menos por ahora no.....

Una hora después estoy saliendo de la ducha cuando mi teléfono suena haciéndome sobresaltar. El silencio estaba siendo relajante.

Anudo la toalla a mi alrededor y contesto sabiendo perfectamente de quién se trata.

—Clari. —musito sentándome en la cama.— ¿Todo bien?

—Pues por allá tal vez, por aquí no.

—¿De qué hablas?

—Ay, Karol. No sé si decirte.

—Si llamaste fue porque quieres hacerlo así que dilo.

—Se trata de Melania y Manuel.

Ruggero sale del baño y me sonríe pero yo no correspondo al gesto. Sólo le hago una señal para que se acerque y me siento poniendo el alta voz.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora