50

890 141 119
                                    

Te amo. No importa si te lo diga hoy o mañana, eso no cambia nada.

Ruggero Pasquarelli.

¿Qué haces?

Se aleja de mí, limpia sus labios y se pone de pie luciendo cabreada. Pero no me afecta.

Vine aquí dispuesto a todo y no me voy a marchar sin haberlo conseguido.

—Si vuelves a tocarme, Ruggero.

—¿Qué? —la miro sin ponerme de pie.— ¿Qué harás?

—Primero voy a golpearte y luego iré y hablaré con tu novia.

—Pues quiero que sepas que ahora mismo está en casa de su hermana.

Amenaza con que irá, poco me importa si lo hace o no. Vine aquí para hablar con ella, y Candelaria, aunque no sea un tema aparte, no importa aquí.

Estamos hablando de los dos, no de nuestras respectivas parejas.

—La bruja de Melania tenía que ser. —susurra para sí misma.— Escucha, no sé lo que esté pasando, pero sin duda debe ser demasiado como para que hagas esto tú también.

—No llegué a ningún acuerdo con Melania si es lo que te preocupa.

Ella se ríe, no me cree.

Y tras acomodar su cabello, con un tono firme avisa que si esto continúa, hablará con Manuel. Quiere que le advierta a Melania de eso.

Cómo si yo tuviese algo que ver con ella.

Su teléfono suena y ella se pone nerviosa al instante. Niega, me mira por última vez y se va.

Contengo el impulso de buscarla. Tal vez tenga razón, tal vez sí me pasé.

Esta no era la manera, ahora lo sé. Pero es que, no sé. Necesitaba de algún modo terminar lo que empezamos.

¿Nos fuimos a vivir juntos o no?

Maldita sea, ¿por qué desperté?

Cuando se aleja de mi vista me pongo de pie y me dedico a seguirla. Vamos, tengo que hacer algo por nosotros.

—Karol, Karol espera.

Ella se detiene, voltea a mirarme y su asesina mirada me hace saber que me estoy arriesgando a ser lastimado con sus pequeñas manos. Pero aquí vamos.

—Hice mal, lo lamento.

—Si, deberías. —asiente incómoda.— ¿Qué quieres de mí, eh? ¿Qué pretendes?

—Comencé mal, di el mensaje opuesto a lo que quería decir. Perdóname.

—Es que no dijiste, hiciste. Y me besaste sin mi consentimiento.

—Pero se sintió bien.

Incrédula se cruza de brazos y suspiro. Vale, entiendo que lo estoy haciendo mal.

Así que sin necesidad de nada, me acerco más, tomo sus manos y las aprieto.

—Te amo.

—Lo estás empeorando, Ruggero.

—No me importa, en mi sueño perdimos meses gracias a la estupidez que nos traíamos encima.

—¿Y? ¿Qué te hace pensar que ahora estamos perdiendo algo? No te equivoques, Ruggero. No vamos a estar juntos.

—Júralo.

Aprieta los labios. Sonrío.

Karol puede hacer todo menos mentirme. Nos conocemos. Sabemos cómo funcionan las cosas entre nosotros.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora