Me encanta ver tus ojos y saber que lo que siento, no es diferente a lo que sientes tú.
Ruggero Pasquarelli.
Un mes después.
—¡Amor!
—En la habitación. —respondo sin dejar de revisar el correo. Escucho sus pasos acercarse.— Hola, nena. ¿Cómo te fue?
—Muy bien, Ruggerito. Ya mañana tengo una entrevista de trabajo en una Clínica de especialidades.
Asiento, me alegro por ella. Así que de inmediato tomo su mano y dejo un beso en esta.
Ella sonríe y no tarda en sentarse en mis piernas. Paso mi brazo por su cintura.
—¿Qué haces?
—Reviso algunos correos y espero encontrar el que me interesa.
—¿Y tienes mucho trabajo?
—En realidad no, ¿por?
Sonríe, saca un papel de su bolsillo y leo lo que dice.
Es una dirección más una hora. No entiendo.
—Melania nos invita a comer, vino por aquí para saber cómo estábamos. Y por supuesto le dije que muy bien pese a que tuvimos que pagar su multa.
Me río, sin duda Melania me agrada mucho. Así que acepto la invitación y beso sus labios antes de verla levantarse.
Avisa que estará en la cocina, asiento.
La verdad es que desde hace un mes habíamos venido al que era mi departamento en la nueva ciudad. No teníamos contacto con nadie más que nuestras familias.
Tanto ella como yo debíamos dar explicaciones. Y nos alegró saber que estaban de acuerdo con nuestra locura.
Y si no lo estaban daba igual, nosotros no pensábamos retractarnos. Finalmente estamos juntos y es lo que me importa.
De Manuel no se ha sabido nada, y es eso lo que mantiene a Karol tranquila. Y a mí sin duda.
Termino de revisar los correos que buscaba y finalmente me siento libre de trabajo. Reviso mi teléfono mientras espero que Karol de señales de vida.
Siempre que está en la cocina evita que yo entre. Tiene la esperanza de lograr preparar algo exquisito para mi deleite.
¿Lo bueno? Está siendo el prototipo de novia perfecta que nunca esperé que sea. Admiro cada una de sus facetas, y aunque me canso diciéndole que no es necesario que sea amiga de la cocina, no escucha.
¿Lo malo? Tengo que comerme sus nada ricas creaciones fingiendo que son perfectas para que no se sienta mal.
—Amor, mira lo que cociné.
—Algo muy rico de seguro.
—No, sabes que cocino del asco. —sonríe sentándose a mi lado.— Pero vi una receta en Internet y creo que esto sabe bien, ¿quieres probarlo?
Mi respuesta obviamente se inclina hacia un no. Pero el ver su rostro lleno de emoción tomó el tenedor y llevo su creación a mi boca.
Y no me quejo, en comparación a sus otras recetas fallidas, esta parece tener las cantidades justas de azúcar.
—Sabe bien. —digo con sinceridad. Sonríe.— Mejoraste, mi amor.
—No, para nada. Compré este postre antes de llegar a casa.
Me río, era obvio.
Y ella solo hace un tierno puchero y estira sus brazos esperando un abrazo. No tardo en hacerla caer en mi regazo.

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Love Her
Romance¿Qué sientes cuando ves al amor de tu vida? Muchas veces me pregunté eso, y para saberlo, debía ver la historia desde tres puntos distintos. Jamás imaginé que uno de ellos dolería tanto. Y no iba a ser el mío precisamente.