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Tú siempre serás mi excepción favorita, esa regla que he roto varias veces, eso que negué, lo inimaginable, eso a lo que dije nunca más.

Karol Sevilla.

—¿En dónde está?

—Karol, viniste. —asiento, Sonia sonríe con los ojos llorosos.— Está en la habitación doce.

—Bien, iré a verla.

—Pero, Karol.

—¿Qué pasa?

—Manuel está con ella.

Ah bueno, por eso digo que mejor no voy.

Tomo sus manos, normalizo mi respiración y miro a mis espaldas. Ruggero apenas está cruzando la puerta de entrada.

—Sabemos que fue feliz mientras vivió.

—Yo sé, Karol. Pero eso no quita que me duela todavía. —las lágrimas comienzan a caer.— Es mi hija, mi princesa. Lo único que tengo.

—Hey, no.

La abrazo con fuerza y ella solloza rota en mio pedazos.

Realmente no imaginaba que la trayectoria de Anne sería tan corta. Era una niña muy fuerte y llena de vida.

Tenía las esperanzas de verla siendo feliz de la manera que sea. Esperaba verla con su bonito vestido de quince años que tanto sonó.

No llegó ni a los diez.

Y eso me duele.

—Vas a estar bien. —aseguro alejándome.— Yo sé que por ella lo estarás.

—Ojalá. —susurra limpiando sus lágrimas.— Gracias por venir a pesar de todo.

—Sabré manejar esto. —aseguro.— Solo no te preocupes por mi o Manuel. Estaremos bien. Somos adultos y sabremos manejarlo.

Ella asiente, me agradece una vez más y sonrío soltando sus manos para mirar a Ruggero. Él se cruza de brazos. Es obvio que está incómodo.

No es muy fan de los hospitales.

—Puedes volver al auto. —le aseguro pero niega.— En serio, estaré bien.

—Yo sé, el que no está bien soy yo.

Evito reírme recordando el lugar en el que estamos.

Tomo su mano dándole un apretón.

Lo conozco, y sé que esas ideas que están pasando por su cabeza tienen mucho que ver con Manuel. Así que por eso mismo me pongo de puntitas y beso sus labios.

—Necesito ver a Anne. —asiente.

—Bien, te espero aquí.

Le sonrío, dejo un nuevo beso en sus labios y me acerco a Sonia pidiéndole que me lleve a la habitación de la pequeña.

Reconozco que su estadía aquí debe estar costando mucho dinero y eso no es bueno para la estabilidad económica de una madre soltera. Supongo que tendré que hablar con Ruggero.

—Karol.

—Hola. —saludo incómoda.

No sabía que absolutamente todos estarían aquí, fuera de la habitación. Y reconozco que las miradas que me dan guardan un poco de rencor y molestia justificados. Lo que hice no estuvo bien.

Y quizá traer a Ruggero estuvo mucho peor.

Ay, Dios. Si uno de ellos ve a Ruggero....

—Puedes entrar, Karol. —avisa Sonia. Asiento.

Love HerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora