Capítulo 41

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IDARA

Al despertar hice una mueca y me lleve las manos a la cabeza. Estaba mojada, separé los dedos de los mechones de mi cabello que se adherían a mi piel para ver la sangre que terminé limpiando en mi ropa. Miré a mi alrededor, mis ojos adaptándose a la oscuridad con suma facilidad.

Encontré a la bruja acostada a unos metros de mi, me acerqué a ella y la sacudí ligeramente pero no despertó.

Me senté a su lado en silencio para evaluar la situación.

Habíamos sido secuestradas por brujas con motivos desconocidos pero sospechaba que igual no sería nada bueno. Abracé mis piernas y recargué mi barbilla sobre mis rodillas.

Extrañaba a Kelian.

Ya habían pasado unos años desde que desperté sin recordar nada y en ese tiempo mucho había cambiado. Había aprendido mucho a lado de Kelian siendo la ayudante en sus experimentos, poco a poco comencé en una rutina que me permitió enamorarme perdidamente de él, sus gestos, su entusiasmo por la investigación, su seriedad y lo dulce que podría ser conmigo me mantenían cautivada.

La guerra había avanzado. Kelian y sus hermanos habían participado de manera activa en ella e incluso ahora que el rey había muerto seguían doblando sus esfuerzos por mantener el reino estable. A pesar de ello yo comenzaba a pensar que poco a poco estaban acabando con todos y que el desenlace final no sería el mejor para ninguno de nosotros.

La reina tenía el control ahora y el reino de las hadas era nuestro aliado en la guerra lo que sumaba a nuestro favor, pero de igual manera sonaban fuerte los rumores sobre si realmente era una buena idea que ambos reinos unieran fuerzas de nuevo. Escuchaba constantes habladurías sobre si la reina se consolaría entre los brazos del rey de las hadas... cada vez que recordaba esa conversación entre las nobles me ardía la sangre recordando como mi tía manejaba la corona, la guerra, su dolor de luto y dos pequeñas vampiresas recién nacidas al mismo tiempo.

Escuché un susurro y me di la vuelta viendo como la bruja, Valyria se incorporaba lentamente.

- ¿En donde estamos? -Preguntó.

- En un lugar oscuro.- Contesté cambiando mi tono de voz a la de una muñeca sin vida que no ve más allá de lo que tiene frente a ella.

Podría jurar que la vi poner los ojos en blanco lo que me divirtió significativamente.

No podía ser yo frente a ningún desconocido.

Era una manera de protegerme frente a la sociedad de vampiresas hambrientas de presas fáciles el pretender que era solo una cabeza hueca loca de amor por el duque sin dar espacio a nada más en su vida. Me divertía bastante pretendiendo ser una cabeza hueca enferma de amor. Realmente exasperaba a muchas personas.

A veces me perseguían las pesadillas, pesadillas que me hacían pensar que no vivía más que en un mero engaño y junto a ellas venía el dolor de cabeza. Siempre evitaba pensar mucho en los frascos de memoria que Kelian guardaba tan celosamente en una de las repisas de su estudio.

- Bueno, además de lo evidente, ¿Algo más que puedas aportar o solo tu cabeza hueca puede proferir el nombre de Kelian Dragomir? - Me sorprendió que fuera tan franca, al parecer ya estaba perdiendo la paciencia conmigo.

- Bueno, podemos solo sentarnos a esperar a que nos rescaten.- Me recosté sobre mis antebrazos.- ¿Esa es suficiente información para ti?

Hizo el ademán de querer ahorcarme, la vi en la oscuridad y sonreí ligeramente. Me comenzaba a divertir picandola.

- Eres una estúpida cabeza hueca.- Murmuró.

- No serás ni la primera ni la última en decirlo.- Le contesté.- Tampoco estoy para darle explicaciones sobre mi misma a una bruja. Ahorra tus inmaduros insultos.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora