Capítulo 53

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AIDEN

Por fin las gemelas se habían quedado dormidas. Llevaba una en cada brazo agotadas de tanto correr y jugar por todo el castillo.

Erica Ivonix Arscorth se encontraba a mi derecha con el ceño fruncido en su lindo rostro, siempre estaba enojada, trataba de esconder sus sentimientos al mundo para pretender ser la más fuerte, pero tenía un corazón muy amable y grande. Ella será una guerrera.

En cambio, Lucinda Anastasia Arscorth era una niña tierna que le encantaba estar más metida entre libros que en el entrenamiento físico, era muy transparente con sus emociones, lo cual me preocupaba mucho, porque muy seguramente alguien la lastimaria. Aparte del peligro que representaba para mi. Luci tenía una adicción muy particular: morderme. No podía descuidarme ni un segundo porque ya la tenía pegada como una sanguijuela. Aunque era un efecto secundario de haberle salvado la vida con mi escencia, me temía que durara mucho tiempo.

Suspiré esperando ansioso el día de mañana, mi día libre. Realmente no descansaba la gran cosa porque tenía que entrenar para la guerra, pero de todas maneras era un respiro de mi tiempo como niñero.

Distraído en mis pensamientos apenas y logré reconocer una figura alta y con alas negras derrumbarse frente a una puerta.

Me acerqué para encontrarme a un hada cubierto de sangre con cabello negro y una mirada roja perdida en algún punto inespecífico.

¿Será uno de nuestros soldados?

Ciertamente a simple vista era un hada, pero había algo más en él.

Algo que se sentía muy diferente.

- ¿Estás bien? - Le pregunté, acercándome con cautela.

El chico no contestó, solo cerró los ojos por un momento antes de volver a ponerse de pie apoyándose contra la puerta antes de abrirla y entrar en la habitación. Sin razón alguna lo seguí.

Vi una cama y coloqué a las gemelas ahí para ayudar al hada. Me acerqué a él y a su petición fuimos al baño, dónde inicié el agua que rápidamente lo empapó y comenzó a teñirse de rojo.

Lo ayudé a quitarse la armadura una vez estuvo considerablemente limpia y corté su camisa interior que se adhería a sus propia heridas, él comenzó a lavarse y yo me salí para darle comodidad. Al final el hada salió y las heridas todavía sangraban.

- ¿Puedes cauterizarlo? - Me preguntó, yo asentí.

- Va a doler.- Advertí antes de comenzar a quemar la herida para que dejara de sangrar, esperaba gritos o al menos algunas muecas, pero él no parecía sentir dolor.

- Gracias.- me regaló una pequeña sonrisa.

- No tienes que agradecermelo, eres un hada, es mi deber como príncipe.- señalé algo de ropa que había traído mientras el terminaba de tomar su baño.- No es la gran cosa, pero es mejor que dormir sin ropa.

El chico las tomó y me volvió a agradecer antes de ir nuevamente al baño y cambiarse. Salió ya vestido y sin parecer recién salido de la guerra.

- Entonces, ¿Perteneces al ejército de mi padre? - Le pregunté a pesar de que no tenía su armadura ninguna insignia que lo asociará a nuestra armada.

El chico sacudió la cabeza.

- No, solo soy alguien que quiere ayudar en la guerra.

Me relajé ya que no había caído en mi trampa, si me hubiera mentido lo habría matado.

- Entonces, hada que no pertenece al ejército, ¿Cuál es tu nombre?

- Cedick.- Contestó.

-¿Tienes algún apellido Cedick?

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora