Capítulo 8

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VALYRIA

- Creo que le van a dar una paliza a Verónica.- Perséfone me ofreció de los frutos secos que tranquilamente estaba degustando mientras los sucesos se producían frente a nosotras.

Verónica, la comandante del escuadrón número veinticuatro acababa de ser retada por su subordinada más diestra.

¿La razón? Realmente no estaba muy segura, pero había escuchado algunos rumores acerca de la chica encontrando a su comandante entre la sábanas con su novio.

Los duelos eran una práctica muy común en este ejército. Era una manera muy entretenida de liberar frustraciones y estrés acumulado, uno de los mejores puntos es que para retar a alguien no aplicaba en absoluto la jerarquía, un cadete podía retar a un oficial o un comandante si así lo deseaba, claro que asumiendo el riesgo de que le dieran la paliza de su vida.

Siempre había una apuesta entre ambos, ya que no podían matarse porque sería realmente problemático e increíblemente estúpido considerando que se ocupaba a cada activo para participar en la guerra, el ganador podía ordenarle hacer algo al perdedor independientemente de quien tuviera la posición más alta.

Era realmente tentador, sin embargo, muy pocas personas tenían tanta falta de sentido común como para enfrentar a los peces gordos.

Así que algo como esto, era un poco raro.

Miré el campo despejado frente a mi, donde la rubia quien era la comandante y la pelirroja quien era la subordinada estaban teniendo una pelea feroz, donde por el momento, se inclinaba hacia la pelirroja.

- No lo sé.- Murmuré.- Tal vez el final sea sorpresivo.

La pelea era emocionante para quienes estaban hambrientos de un poco de acción, pero a mí no me podía importar en lo más mínimo, de hecho, lo que quería era irme a descansar. Me sentía tan agotada después del entrenamiento que solo estaba pensando en tirarme en el suelo y dormir.

La rubia arañó el cuello de la pelirroja haciendo brotar la sangre, lanzando un pedazo de piel y carne hacia la multitud que estaba a mi derecha. Gritaron de la emoción animando a su comandante. Puse mis ojos en blanco y retrocedí para marcharme.

- ¿A dónde vas?.- Perséfone colocó su mano sobre mi antebrazo para detenerme, le ofrecí una pequeña sonrisa y le gesticulé mis intenciones de ir a dormir, ella asintió y me soltó.

Suspiré y me marché, escuchando como la tierra crujia ante mis pasos y el viento corría con baja intensidad en la fresca noche, pensé que si la rubia no ganaba, entonces tendría una muy mala racha con todo el campamento burlándose de ella. Me encogí de hombros, realmente eso no era mi problema.

Justo cuando volvía a la tienda, me topé con Maxell que salía. Me paré, esperando a que pasara y bajé la mirada, no por timidez, si no más bien porque ver su cara me terminaría de arruinar el día.

Vi un par de zapatos oscuros posicionarse frente a mi. Levanté mi cabeza frunciendo el ceño.

- ¿Se le ofrece algo, señor?.- Inquirí tratando de ahogar mi veneno y evitar que surja buscándolo.

Él me miraba, como siempre con su cara inexpresiva. Un impulso infantil de sacarle la lengua para ver su reacción se me cruzó por la cabeza, pero lo eliminé de inmediato.

Maxell no contestó y se marchó como si mi presencia fuera el aire. Fruncí el ceño, ¿Entonces porque me miró para luego dejarme plantada como tonta?

Bufé y me apresuré a la tienda.

A la mañana siguiente Perséfone nos comunicó que saldríamos a explorar los alrededores. Me sentí contenta porque eso significaba que no tendría que entrenar con la espada todo el día y podría descansar un poco.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora