Especial Navidad: Una historia de amor en el tiempo

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Keith Arscorth

- Dímelo.- Le puse una expresión a mi hermana de suplica y ella sacudió la cabeza.

- No soy una bruja que lee cartas sobre el futuro, hermano, sabes que no puedo revelarte eso.- Alyandra se alejó, dispuesta a dejarme con la duda, pero no contaba con que utilizaría mi última arma contra ella.

No por nada era el mejor obteniendo los secretos de todos aquellos que me rodearan, también podía ser despiadado si me lo proponía y por la información por la que estaría dispuesto a amenazar a mi hermana, quien era mi tesoro más preciado.

- Sé sobre tu relación con Aryan.- Mis palabras la detuvieron en seco y se devolvió lentamente.

- ¿A donde quieres llegar con esa información?.- Ella preguntó momentos después, ya sospechándose por donde iba. Por un momento vacilé sabiendo que había caído realmente bajo para amenazar a mi hermana, pero mi curiosidad y ganas de saber lo que realmente pasaría con mi amor no correspondido, era una necesidad. 

- Tu solo imagina la sorpresa que se llevaran nuestros padres cuando se enteren de que tienes una relación con Aryan Arscorth.- Observar como la cara de Alyandra se descompuso por el pánico y después las lagrimas que salieron de sus ojos me hizo sentir el peor hombre que existiera y al mismo tiempo me llenó de determinación sobre conseguir esa información, porque si no la protegiera tanto, entonces no sería realmente importante.- Así que dime nuestro futuro.

Alyandra siguió llorando en silencio por unos momentos más, después suspiró, cuadró sus hombros y me miró fijamente a los ojos, sonreí por mi victoria, pero enseguida esa misma victoria se volvió una nube oscura de  incredulidad y sorpresa desagradable.

- Vas a morir.- Soltó de golpe y sin ningún adorno.- ¿Era eso lo que querías saber? Ella nunca te va a corresponder porque solo te ve como su sobrino, como un niño al que quiere proteger y no como un hombre. Vas a morir el mismo día que yo, que nuestro hermano y nuestra madre, no quedará nada de nuestra familia, nuestro padre se quedará solo y completamente destrozado. No quedará absolutamente nada de nuestro legado, solo nombres en una lapida que será polvo con los años. ¿Eso querías saber?

La miré en silencio y fijamente esperando que su broma se rompiera, pero no lo hizo, y la desesperación, el dolor y la impotencia en su voz me confirmaron que todo lo que me había dicho era real. Retrocedí tambaleante y luego salí de su habitación sin despedirme.

Moriría.

Nunca lo había pensado.

Siempre supe que tarde o temprano pasaría, pero realmente no lo consideraba. Era joven, tenía toda una vida por delante, era lo mejor en lo que hacía y mi padre me había entrenado tan bien que era prácticamente invencible. Al entrar al campo de batalla, el primer pensamiento que corría por mi mente era ella antes que yo, si estaría a salvo, si saldría lastimada. En mi arrogancia daba por hecho que si la muerte llegaba, se llevaría a todos a mi alrededor antes que a mi. Pero las visiones de Alyandra siempre se cumplían.

Pisé con fuerza en la nieve que había caído esta mañana, era noche buena pero ya no estaba de humor para volver a la fiesta, en realidad ni siquiera estaba de humor para lidiar con nadie, necesitaba estar solo por un momento y pensar en la información que acababa de recibir, eso pensé, al menos, antes de que un bulto con curvas y baja estatura se estrellara de lleno contra mi, rebotó contra mis músculos bien constituidos y estuvo a punto de caer de espaldas en la nieve, pero mi cuerpo reaccionó rápido y la terminé sosteniendo contra mi pecho.

Ella se separó rápido de mí y accedí en silencio aferrándome a ese segundo que pasé con ella entre mis brazos.

- Oh, Keith, perdona, estaba distraída con estos papeles y no me fijé por dónde iba.- Perséfone me sonrió ligeramente. Me perdí en su sonrisa, en sus llenos labios y sus gentiles e inocentes ojos.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora