Especial: Un día con Ivy

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Ivyridiana

- Vas a asistir a la reunión con los mayores.- ordenó Lucius. levanté los ojos hacia el cielo y me burlé en silencio.

-¿Si sabes que puedo percibir que te estás burlando, no?.- me llamó la atención sin voltear a verme. Lucius me daba la espalda mientras trataba de acomodar su arma de la manera más disimulada posible entre tanta ropa elegante. Mientras tanto yo estaba cómodamente acostada en la cama, recién levantada con mi pijama de blusa extra larga y unas bragas, no sentí absoluta vergüenza por estar en este estado con él y Lucius nunca me miraba con deseo, como si fuera un buen hermano mayor. Uno que me levantaba demasiado temprano para mí gusto.

- ¿Si sibis qui puidi pircibir qui ti estos burlando, ni?.- Lo arremedé mentalmente, no porque no fuera lo suficientemente valiente como para hacerlo en voz alta, sino porque sabía que lo molestaba más escucharlo como eco en su mente.

Lucius se volteó y me fulminó con la mirada, yo le respondí sacando infantil mente mi lengua. Lucius se relajó ante mi infantil actuación y me lo dijo con más amabilidad.

- ¿Podrías asistir a la reunión, por favor?

Asentí sonriendo.

-Claro que si, jefe. No era tan difícil decirlo con amabilidad, ¿No es así?- Lucius solo me miró sin saber muy bien si regañarme o marcharse. Finalmente decidió marcharse.

Suspiré borrando mi sonrisa. Sabía que no había nada en la tierra que lo molestara más que alguien que no cumplía con sus ordenes. Ladeé la cabeza en dirección a la puerta ahora cerrada.

No soportaba ser la reina.

Nunca quise esta posición, ni las responsabilidades, las preocupaciones o deberes que conllevaban tener una corona sobre la cabeza. Las alas que se me otorgaron en mi nacimiento fueron cruelmente cortadas por los deseos de mis padres por el "honor", un honor que ni siquiera es recibido por reciprocidad de sentimientos románticos. Claro que yo quería mucho a Lucius, después de todo, no por algo era uno de los mejores monarcas que hemos tenido los vampiros en realmente mucho tiempo.

En todos los reportes anuales desde que me convertí en reina se mantienen las incidencias al mínimo, ataques entre clanes o familias de una a ninguna. Los humanos incluso en esta era llena de tecnología siguen sin sospechar siquiera de nuestra existencia. La economía florece para nuestra raza y la adaptación de los nuevos miembros no causan ningún estrago como en generaciones anteriores. La educación se distribuye a todo el que la busque, no solo a los miembros más jóvenes, sino también a aquellos que buscan actualizarse a las nuevas eras.

Estaba orgullosa de ser la compañera de alguien tan increíble, pero al mismo tiempo sabía que yo no podría ayudar a que su carga fuera mucho menor, porque yo no estaba interesada en lo más mínimo a convertirme en una buena reina. Solo quería ser libre y hacer mi vida sin seguir normas o leyes arcaicas sin sentido.

Finalmente después de seguir pensando en la inutilidad de mi lugar a su lado, me puse de pie y comencé a arreglarme para reunirme con uno de mis principales dolores de cabeza: los ancianos.

Cuando extendí la mano para abrir la puerta, esta se abrió antes y apareció en mi linea de visión el incomparable príncipe Arthur con su holgazana sonrisa y sus musculosos brazos para que me aventara en ellos. Alcé una ceja.

- Príncipe Arthur, ¿No está siendo demasiado coqueto? Podría levantar extraños rumores en la corte.- Le pasé por un lado y seguí mi camino.

Arthur se encogió de hombros y me siguió con su sonrisa socarrona.

- Mmmm nada podría superar al escándalo entre el asesino de reyes y la reina de las hadas.- Rebatió.

- Eres tan desvergonzado, si los ancianos te escucharan hablar sobre eso...- Le regañe.- Es un tema prohibido.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora