Epílogo

461 34 23
                                    

Lucinda Arscorth

Cambié la toalla con un suspiro y la volví a colocar en la frente de Cedrick.

La fiebre ya no seguía presentándose pero me daba la sensación de que le gustaba sentir lo fresco del agua en el rostro.

Ya había pasado un mes desde que volvió al borde de la muerte. Eros había pasado la primer semana sin despegarse de su lado tratando de que no pasara a mejor vida.

- Por favor... despierta.- Susurré.

No sé que más podría pasar si toda esta situación seguía así.

Los hombres más leales a Cedrick estaban en la puerta en estado de vigilantes para que ningún asesino viniera a tratar de matarlo. 

Le sostuve la mano, estaba muy helado, froté simultáneamente para calentarlo un poco y comencé a tararear como de costumbre la canción de cuna que la su madre siempre nos cantaba cuando éramos pequeños.

De repente sentí un leve apretón y subí la mirada. Cedrick me sonreía. Derramé unas lagrimas de felicidad al verlo despierto. Mi corazón se sintió tan liberado que comencé a llorar con fuerza.

Cedrick se asustó y se incorporó para consolarme, lo abrace y lloré en su pecho por unos minutos. Realmente había tenido mucho miedo de que no despertara, no sé que hubiera hecho si no hubiera sido así.

- Todo esta bien, estoy aquí.- Murmuró acariciando mi cabello. Gradualmente me calmé, respiré hondo y retrocedí. Cedrick me dejó ir y secó mis lagrimas con sus dedos. Me ruboricé al notar que le había mojado la pijama, pero él hizo un gesto quitándole importancia cuando lo vio. Sabía que si hubiera tenido un pañuelo a su alcance me lo hubiera dado, porque él era así. Tenía un corazón muy grande y eso me hizo tener aún más resentimiento hacía Erica por lo que estaba haciendo. 

Lo que me recordó que había algo más importante que mi llanto en este momento.

- Deberías cambiarte.- Me paré y fui directo a su armario buscando algo de ropa, ¿Qué sería bueno? Busqué lo que se viera más imponente tratando de tener mucho cuidado con la ropa que seguía ahí incluso después de la muerte de la reina y lo puse sobre la cama. Si su corona no hubiera sido robada también se la habría puesto.

Cedrick levantó una ceja y me miró confundido. A pesar de acabar de levantarse de su lecho de muerte se seguía viendo como un rey, ese titulo le quedaba a la perfección. 

Cedrick Arscorth había completado entre todos los hijos nobles el entrenamiento para volverse el próximo rey y con las calificaciones más sobresalientes que cualquier otro rey. Lo tenía todo, estrategia, fuerza, inteligencia, justicia, sabiduría y control. Además de todo lo que exigían en él, como persona era verdadero y cálido. Era mi hermano mayor nacido de otra madre.

Respiré hondo y me apresuré a soltar la muy muy mala noticia.

- Hubo un golpe de estado.-Ahora Cedrick tenía arriba las dos cejas. Casi me reí de su expresión, rara vez se veía sorprendido y ahora parecía estarlo bastante. Continué con la peor parte.- La nueva autoproclamada reina es Erica.- Bajo sus cejas ya no tan sorprendido. 

Mi hermana, apenas hacía una semana había declarado que Cedrick ya no iba a despertar y que ella sería la nueva gobernante. No solicitó al consejo, no realizó ningún movimiento protocolario, solo se subió al trono y se declaró reina. 

Eros, como el Marques Dragomir y la mano derecha de Cedrick se opuso argumentando que estaba realizando una absoluta traición... y ahora estaba él en la cárcel. La última vez que lo había visto se encontraba bastante molesto, aunque lo visitaban bastante a menudo sus dos esposas. A Eros siempre le quedó a la perfección su nombre.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora