VALYRIA
- Val, el general pide verte.- la voz de Perséfone me llegó justo cuando iba a acostarme sobre mi pequeña cama provisional.
Gruñí, me volví a poner los zapatos y salí de la tienda sin responder a la sonrisa burlona de mi superiora al verme marchar.
Caminé a grandes zancadas hasta su tienda, sin importarme llenar de lodo mis botas por la tierra remojada después del reciente tiempo de lluvias y granizo.
Incluso sentí cierto grado de satisfacción cuando entré y me planté frente a su escritorio con un camino lleno de huellas de lodo por el suelo de su tienda, sobre todo de la alfombra bajo mis pies.
Pronto sería de día y estaba muerta de cansancio.
- ¿ Me llamó, señor?.- Usé mi voz monótona y esperé su respuesta.
- Está noche, habrá un baile de máscaras en el palacio, vendrás conmigo.- Su voz era igual o más aburrida que la mía.
Esbocé una burlona sonrisa.
- Le recuerdo, general, que soy su subordinada, no su comodín para fiestas.- mi tono había dejado de ser formal pero tornarse cínico.
Maxell me miró seriamente sin reaccionar a mi falta de respeto, más bien, en él había una increíble paciencia, como si tratara con una niña que no sabia sumar uno y uno.
- Te recuerdo, mocosa, que has perdido un duelo y estuviste de acuerdo en pagarlo.- Su tono no cambió, pero sus palabras me encendieron, otra vez me llamó mocosa, ese imbécil.
- Te dije que no me llamaras mocosa.- Apreté los puños a mis costados.
La comisura de su labio tiró levemente, como si estuviera a punto de sonreír, pero el gesto desapareció tan rápido que pensé lo había imaginado.
- Está bien, mocosa, saldremos en tres horas, así que te recomiendo que vayas y aproveches tu tiempo de siesta.- Bajó la mirada hacia los papeles sobre el escritorio en un claro gesto de despedida. Mordí mis labios fuertemente y me di la vuelta para salir casi con espuma en la boca.
Justo antes de salir me di la vuelta, no dispuesta a dejar pasar el tener la última palabra.
- Está bien, señor. Me aseguraré de empacar su bastón.- Y con esas palabras finales me di la vuelta y salí con paso rápido para evitar que me detuviera y castigara.
Volví a la tienda que compartía con el resto, busqué mi cama y me lancé sobre ella para dormir lo más que pudiera.
Perséfone me despertó media hora antes de lo que Maxell me había pedido y me ayudó a prepararme. Me bañé y me puse unos pantalones negros con botas y una blusa también negra. Recogí mi cabello en una coleta alta y me planté frente al todo terreno de Maxell exactamente a las siete de la mañana, el sol ya había salido y pegaba agradablemente a mi piel sedienta de luz.
Maxell apareció vistiendo un pantalón de vestir, una gabardina larga que le llegaba sobre sus rodillas, zapatos formales y gafas de sol oscuras. Por un momento me sentí deslumbrada por su apariencia, se veía realmente atractivo e imponente de esa manera, aunque era una lastima no poder ver sus penetrantes ojos con ese conjunto, abrió las puertas con el chip de su llave y sin esperarlo me precipité dentro, él se subió momentos después.
Encendió el carro y sin más salimos del campamento que se había quedado bajo las órdenes de Perséfone.
Por una hora entera no hubo ninguna conversación. La carretera era tranquila y constante, el paisaje similar con hileras e hileras de árboles en toda la extención, extrañamente el clima estaba despejado y no parecía que se fuera a nublar pronto.
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Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)
VampirValyria nunca esperó de su vida nada más que centrarse en sus experimentos y vivir en una pequeña cabaña en medio de la nada, lamiendo sus heridas, recordando una y otra vez al hombre de su vida. A su esposo. Quien había muerto hacía tantos años, qu...