Especial: Sus ojos, mi mundo

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LUCIUS

« Saca a la bruja de la habitación» Por un momento consideré agregar "Quiero estar a solas con Maxell" pero al final lo descarté sabiendo que ella entendería el mensaje.

Idara me miró, un extraño brillo cruzó por sus ojos y luego se inclinó hacia la bruja.

- Voy por unos bocadillos, ¿Me acompañas?.- La bruja asintió después de un momento de duda y siguió a la reina fuera.

En silencio observé el intercambió y luego su pequeña figura desaparecer entre la oscuridad.

No pude evitar una vez más darme cuenta de la diferencia entre las hermanas y sentir la ausencia de Ivyridiana, quien en un corto periodo de tiempo que había sido una compañera, amiga y de cierta manera mi cruz.

Vamos a ver, que no todos los días se encuentra a una reina que pueda sabotearte de mil maneras diferentes en cada ocasión e Ivyridiana tenía un don para eso.

La primera vez que la llevé a una cena con los ancianos, le prendió fuego a la peluca de Jacovit, el vampiro a cargo de los movimientos bancarios en el submundo. No contenta con encender su cabeza, en vez de disculparse, remató diciendo "Debería de comprar pelucas de mejor calidad, parecía que traía un animal muerto sobre su calva".

En la segunda reunión pretendió que nada sucedió y cuando pasó a lado de Jacovit le dedicó una amable sonrisa llena de autenticidad, no mencionó nada sobre su peluca y cuando insinué algo sobre el fuego no mostró ninguna reacción. En ese momento me pareció extraño, pero lo dejé pasar.

La tercera vez que la llevé conmigo, fue a la inauguración de la escuela de primer nivel de educación dónde asistían los niños más dotados de la raza vampirica. Momentos antes de llegar, se había molestado conmigo porque le había mencionado que al presentarle al director de la escuela no lo mirara a los ojos y mantuviera la cabeza abajo, así que llegamos, se bajó sin ningún tipo de etiqueta y miró directamente al director a los ojos justo cuando él se presentó, entonces gritó y se desmayó del dolor.

Si... No voy a mentir y decir que no sentí cierto grado de satisfacción cuando hizo exactamente lo opuesto a lo que le había pedido, no por machismo, si no porque la habilidad del director de la academia era que aquellos quienes vieran sus ojos sentirían un dolor agonizante y perderían la vista por dos semanas, una acción cegadora como tal ameritaba que se cubriera los ojos, pero él nunca lo hacía así que el resto debía de tomar precauciones a su alrededor.

La cuarta vez fue una cena benéfica y justo antes de entrar le ordené bruscamente que se mantuviera dos pasos detrás de mi y no levantara la mirada al ver como uno de los condes tenía la intención de atacar contra ella. En ese momento me había tensado, ya preparándome para asesinarlo cuando ella me desafiara y se pusiera a desprosticar en mi contra, pero sorprendentemente ella obedeció sin una sola palabra y pude llevar el asunto en silencio, sin alterar al resto de los empleados o arruinar la velada.

Entonces me di cuenta de que algo no iba bien.

Las dudas me llenaron y puse a ambas gemelas bajo vigilancia, lo que me llevó a recibir un informe diario de sus actividades y de su facilidad para cambiar sus identidades frente a todo el mundo.

Al enterarme, pensé seriamente echarles su juego abajo y acabar con sus engaños, pero entonces comprendí que si hacia eso, no sería tan diferente a sabotearte a mi mismo, ya que, si sólo me quedaba con Ivyridiana mi trabajo se multiplicaría, se volvería mucho más pesado y estresante tener que lidiar con todos los asuntos que manejaba normalmente y además sobre la posición de reina.

Así que decidí usar a Idara a mi favor, la necesitaba, ya que ella actuaba como lo debería de hacer una auténtica reina.

Nunca me imaginé que me haría tan dependiente de ella que la necesitaría casi como los humanos al aire que respiran.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora