Capítulo 7

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IDARA

Horas después, cuando Sebastián volvió a la habitación, estaba preparada.

Tenía en mi mano una pata de madera a la cual apenas y le pude hacer una forma parecida a una estaca, también estaba plantada firmemente sobre el balcón, con nada más que vacío a mi espalda y unos cuantos metros de una muy dolorosa caída. Si es que decidía saltar.

Extraña motivación que aportaba la desesperación, aunque realmente le tenía miedo a las alturas, en este momento, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por escapar, ya que si me quedaba, no podría decir nada si me llamaban 'puta', después de todo, en eso me convertiría si ellos lograban obtenerme.

Sebastián se paró en seco al verme, procesó por unos segundos la situación y después sonrió.

-¿Qué quieres hacer, amor?.- Dió un paso hacia mí y no pude evitar gritar.

- DETENTE.- sorprendentemente él lo hizo, sin perder la sonrisa.- Si te acercas un paso más... Te mataré.

Sebastián emitió una corta risa.

- ¿Matarme?.- Se acercó más, poniéndose a mi alcance y al mismo tiempo a mí en el suyo. No pude retroceder por miedo a caer.- Adelante, me gustaría enormemente verte intentarlo.

Temblé.

Él sabía que no lo haría.

No lo haría porque se había colocado en un ángulo que para mí era imposible atacar a menos que quisiera morir antes de hacerle un solo rasguño, sabía que no lo haría porque mi cuerpo y mi mente estaban tan plagados de miedo que me había paralizado ante solo la visión de sus colmillos asomar entre sus labios. Mi cadera palpitó recordándome el dolor y comencé a llorar. Tampoco lo haría porque era una cobarde.

Tenía miedo de él, de lo que me haría y la mirada cargada de lujuria con la que me miraba.

Sebastián me extendió su mano.

- Ven, tómala.- Su expresión repentinamente se volvió tan amable que me sobresalté y el suspiró.- Solo tienes que rendirte. Entrégate a mi y ninguno de mis hermanos te tocará, serás solamente mía.- Su sonrisa de depredador se transformó en una que podría considerarse tímida.- Realmente no es tan malo, podrías disfrutarlo, si quisieras...- sus ojos verdes atraparon los míos, tan hermosos, profundos y dulcemente hipnotizantes que me incliné hacia él dejando caer la estaca de mi mano. Extendí mi mano hacía la suya.

No era tan malo, ¿No? Solo podría rendirme y dejar que él tomara lo que quisiera, solo podía dejar que me abrazara y me hiciera sentirme realmente bien, dejarlo entrar en mi, dejarlo beber mi sangre, darle todo...

Mis dedos rozaron con los suyos y sentí una pequeña descarga que me hizo despertar abruptamente de la coherción que había estado ejerciendo sobre mi.

Mi rostro debió de reflejar mi horror y asco porque el perdió esa sonrisa inocente y rápidamente intentó bajarme hacia él. Pero ya había tomado la desición: me hice hacia atrás y justo antes de dejarme caer de espaldas al vacío, levanté mi dedo medio en su dirección.

Esa sería mi última satisfacción antes de morir.

Cerré mis ojos y esperé el golpe final que nunca llegó porque termine sintiendo como mi cuerpo era interceptado en la caída por unos fuertes brazos que impidieron mi muerte.

Abrí inmediatamente mis ojos, llena de emociones en mi pecho, entre las cuales estaba la ira, el miedo y alivio, porque ahora que me encontraba viva, una parte terca de mi quería seguir permaneciendo en ese estado.

Otros ojos verdes me recibieron, de una tonalidad más oscura que Sebastián. Johan Dragomir me sonrió con socarronería. Sentía que había saltado de la sartén al fuego.

- Miren a quien tenemos aquí.- comenzó a caminar de vuelta a la mansión.- A la traviesa zorrita, dime, querida, ¿Te resbalarse del balcón?

No contesté y me limité a mirarlo con un intento de indiferencia a pesar de lo mucho que temía volver dentro.

Johan se rió de mi silencio.

- Ya veo. Te ha comido la lengua el gato.- Me subió por las escaleras con actitud alegre mientras yo me hundía cada vez más profundo en la desesperación.

¿Qué había hecho para merecer esto? Me lamenté mentalmente y maldije mi suerte, aunque, por supuesto, eso no sirvió de nada y el resultado fue el mismo que desde el punto de partida, conmigo, en la habitación de Sebastián.

El rubio parecía estar enojado.

- Parece que se te perdió una zorrita.- canturreó el otro, depositándome sin suavidad en la cama. Esta vez, ni siquiera traté de escapar, solo provocaría más su risa.- Hermano, tienes que vigilarla más, parece que siente la necesidad de dar paseos sin permiso, ¿Qué te parece si la disfrutamos juntos?.- Sus colmillos asomaron y me estremecí de temor.

- De preferencia me gustaría estar solo.- Sebastián dijo casualmente, aunque tenía el ceño fruncido en dirección a Johan.

Johan pareció no haber escuchado a su hermano, ya que, se terminó posicionando encima de mí y neutralizado mis muñecas sobre mi cabeza cuando traté de golpearlo y alejarlo. Sus ojos parecieron brillar de entusiasmo.

- Huele delicioso.- Hundió su rostro en mi cuello e inhaló profundamente. Aguanté la humillación apretando mis labios. Sentía que mi cuerpo estaba siendo manchado por su asquerosa presencia.- Solo voy a... Probar un poco.- Sus palabras me pusieron de inmediato a la defensiva y comencé a retorcerme con más fuerza.

- No, espera...- Comencé, pero fue inútil y sus colmillos se hundieron profundamente en mi carótida provocándome un grito de dolor que ahogué segundos después. A pesar de que el dolor era igual o peor que la última vez, intenté poner toda mi fuerza de voluntad en no emitir un solo ruido de mi sufrimiento para su disfrute. No pude hacer nada por las lágrimas que se deslizaron por mis mejillas.

De pronto sentí que alguien se acercaba y Johan sacó sus colmillos de mi arteria que no dejó de sangrar y en cambio salía a chorros conforme a la presión de mi corazón. No tardé mucho en sentir como mi cuello y mi pecho comenzaban a empaparse por mi sangre, imaginaba que las sábanas estarían pasando por lo mismo.

- Su sangre es deliciosa, Bastian. ¿Y si me la dejas? Realmente sabré aprovecharla.- Sentí que alguien más se sentaba en la cama mientras mi herida palpitaba fuertemente tratando de cerrarse con la mayor rapidez posible. Sentí que alguien se posiciona a entre mis piernas y elevaba uno mis muslos. Un suave beso fue depositado en la cara interna, mi cuerpo reaccionó estremeciendose aunque mi cerebro no podía procesar mucho, estaba ocupado lidiando con la perdida de sangre.

- No.- dijo Sebastián y su cálido aliento  se estrelló contra la piel de mis piernas.

- Entonces la compartiremos.- Johan suspiró como si se hubiera perdido la oportunidad de quedarse con el juguete nuevo y solo pudiera resignarse.

Mi visión se nubló y traté de reunir las fuerzas para salir de ahí, protestar o huír, pero no podía. Sentí a Johan en el otro lado de mi cuello, me preparé para sentir el dolor y lo sentí tan claramente que mi conciencia estaba rogando por un poco de piedad, por desmayarme o morir, lo que aliviara el dolor primero. Sin embargo, en vez de ver mi deseo satisfecho, sentí otro par de colmillos desgarrar mi piel y encajarse en la cara interna de mi muslo derecho. Grité sintiendo que el dolor se multiplicaba y mi cuerpo se sacudió en sollozos.

A ellos no les importó. Siguieron tomando mi sangre indiscriminadamente, sin atender a mis súplicas o a los débiles golpes que alcanzaba a aterrizar en la cabeza y hombros de Johan. Golpes y llanto que eventualmente disminuyeron, dejé de resistirme y me quedé simplemente ahí, tendida a su merced.

Y cuando finalmente llegó la inconsciencia, la abracé con mucho gusto.

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¿Qué les pareció?

Perdonen, me retrasé por unos días en este capítulo, pero aquí está y espero les haya gustado.

Saludos.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora