Capítulo 14

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VALYRIA

- ¿Sabes suturar?.- La pregunta de Perséfone me tomó desprevenida, por lo que no lo pensé mucho antes de contestar.

- Si.- mi voz sonó segura.

De vuelta al campamento cada quien se había marchado a su habitación para lamerse las heridas o lidiar con sus pérdidas personales, yo me había quedado a poner un poco de orden en la tienda. Perséfone había llegado junto a una bandeja llena de instrumentos médicos para suturar y entonces me había hecho esa pregunta, realmente no sabía porque ella tenía eso en manos si los vampiros no lo necesitaban, pero tampoco podía cuestionarla.

En el campo de batalla, cuando peleé las guerras de los humanos, la habilidad de atender heridas en el momento era una habilidad que tomé por puro sentido de supervivencia, después de todo, los brujos no envejecian, pero podían ser fácilmente asesinados.

Así que si, sabía suturar.

De pronto, Perséfone colocó la bandeja sobre mis brazos, la sostuve con sorpresa, equilibrandola para que no cayera al suelo.

- ¿Y esto?.- Pregunté con extrañeza.

- Vas a suturar las heridas del general.-  Se encogió de hombros y se dio media vuelta para marcharse.

- Perséfone.- Me acerqué a ella.- No creo que sea necesario, Arturo es el médico del ejército, él puede hacer más por el general que yo.- Me negué con mi argumento, realmente, lo último a lo que me quería enfrentar era a Maxell, pero también era cierto que yo sabía solo algunas cosas y mis conocimientos no eran en absoluto comparables con los de Arturo.

Perséfone me frunció el ceño.

- Mira, no sé exactamente qué pasó entre ustedes o lo que le hiciste, solo soy conciente que desde que le lanzaste ese hechizo durante el "duelo" las cosas han estado cambiando. No me mires así que sabes exactamente de lo que te estoy hablando, tú le provocaste eso al general y si él te golpeó, muy merecido lo debiste de haber tenido.- Hizo un ademán hacia mi mejilla amoratada.- Hasta creo que fue muy blando.

Hice una mueca y ella continuó.

- Tú desastre, tú lo limpias.- Y con eso se largó, dejándome en medio de la tienda con una expresión de frustración y ansiedad creciente.

Respiré hondo y me encaminé resignada hacia la tienda del general, o sea, Maxell.

Pasé por todo el campo preguntándome sobre si volvería a ser agredida, pero inmediatamente me tranquilicé a mi misma, Maxell no parecía ser ese tipo de hombre, lo detestaba, si, pero mi juicio seguía parcialmente en pie.

Cerré los ojos momentáneamente frente a su tienda, me di ánimos mentalmente y entré.

- Si es conciente de que debe anunciarse antes de... ¿Qué haces aquí?.- Maxell había comenzado a hablar en cuanto puse un pie dentro de sus dominios, concentrado en sus papeles. No se interrumpió hasta levantar la vista y verme, entonces frunció el ceño en mi dirección.

Si, si, yo tampoco quiero verte, pero no tengo elección.

Levanté la bandeja en mis manos.

- Tus heridas, déjame echar un vistazo.- me acerqué al escritorio, donde él me seguía observando.

- No es necesario.- se recargó en la silla, dejando la pluma sobre los papeles que estaba revisando, un vistazo y me podía dar cuenta de que su caligrafía era clara, ordenada y bastante perfecta, una de las tantas cosas que seguramente se le daban bien gracias a su edad.

- Déjame cumplir con el castigo en silencio y entonces me marcho.- Decidí ser directa, igual dudaba que Maxell se tratara basura como "estoy preocupada por ti".

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora