Capítulo 63

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Maxell Arscorth

Nunca había un fin para la guerra, entre inmortales era incluso absurdo que después de tanto tiempo viviendo decidieran elegir la opción más errónea, sin embargo, esa opción parecía estar completamente arraigada en nuestro código genético.

Matar o morir, siempre fue una decisión simple en la vida, hasta que esta se volvió demasiado larga.

Entonces solo quería que el destino me otorgara la segunda opción.

Una posibilidad que se me fue negada. 

Estaba cansado de ver a los reyes alzarse en el trono, pelear y morir, todo por poder, fama, por llenar algún vacío.  

Un tiempo fui exactamente cómo ellos, un tiempo estuve tan cegado de la ambición y el poder que me consumí por ello y destruí a muchas personas para lograr mis objetivos.

No había significado en nada de eso.

Y aún, así perdía una y otra vez todo lo que alguna vez importó en esta oscura versión del futuro que no me imaginé tener. Había pensado que desde la primera muerte el resto sería más fácil, pero me equivoqué, algunas vidas quemaron hasta consumirme.

Y frente a mi veía como volvía a ser el mocoso de pocos siglos que volvía a convertirse en un error.

Mis manos trataban de parar el sangrado, aunque los agujeros en su pecho eran como una cascada sin control como para poder sofocar la vida que se escapaba, en color escarlata de entre mis manos. Mi voz trataba de mantenerlo en este lado, sus ojos rojos trataban de tranquilizar a su madre con una mirada tranquila. Valyria junto a mi lloraba sin parar.

Mi pecho ardía y una ira que no había sentido desde la muerte de mi hermana me consumió. Tragué fuertemente sintiendo una pesada obstrucción en la garganta.

Cedrick Arscorth, mi hijo, estaba muriendo y de nuevo, no pude protegerlo.

***

Las espadas chocaban en contra de mi.

No podría agregar que fueron fácilmente detenidas pero aún así podía tardarme algún tiempo en reaccionar, no estaba presionado a pesar de los ataques continuos y rápidos.

Era muy obvio notar que eran originales que entrenaron durante siglos para lograr tales habilidades. 

Igual tenían un ego inflado por los siglos.

Katia Decklan había sido una de mis maestras cuando fui abordado por el líder de la familia Markovik, Clement. Una mujer con proporciones delgadas y sonrisa de asesina. Era una sádica que se divertía matando niños a golpes... y abusar de ellos también. Tenía cierto placer en la sangre de su propia raza y, al volverse uno de los principales seguidores de los Markovik, podía hacer lo que quisiera.

Y parecía aún más loca que en aquella última ocasión en que la vi. Mi rostro dejaba ver la repulsión que sentí al verla llevarse la sangre que había logrado sacar de un corte limpio en mi antebrazo izquierdo y llevárselo a la boca.

- Oh, mi querido Aren, sigues siendo taan delicioso.- Se rio.

Me mantuve en la misma posición, sin demostrarle lo mucho que odiaba que ella me llamara por un nombre que no tenía derecho a usar, un nombre que me había puesto la única mujer a la que llegue a ver cómo una madre. Katia pereció molesta ante la falta de reacción a su provocación y volvió hacía una ofensiva más rápida y agresiva. La bloquee defendiendo mi postura y al mismo tiempo logrando perforarle uno de sus corazones. Katia retrocedió maldiciendo.

- Tu... hijo de puta.- Posterior a sus palabras arremetió nuevamente cegada por el odio, lo que me hizo más fácil interceptarla y apuñalarla unas dos veces más, el otro original, del cual no me acordaba de su nombre, intentó un ataque sorpresivo por la espalda que neutralicé lanzándole el cuerpo de su compañera, lo que los hizo volar unos cuantos metros.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora