Capítulo 4

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VALYRIA

Me adapté fácilmente.

Los primeros días, el equipo de Perséfone fue realmente amable, a pesar de que esperaba recelo y sospecha, ellos simplemente me aceptaron en su equipo y todo fluyó naturalmente, haciéndome sentir cómoda.

El entrenamiento también comenzó y no podría decir que no era pesado, porque lo era, y mucho. Comenzabamos antes del amanecer y terminamos al anochecer, entonces estaba tan exausta que solamente me daba un baño y me tiraba en la cama. Así pasaron semanas y no podía más que agradecer mi suerte, ya que, en ninguno de esos días me encontré con el vampiro.

Era mucho más fácil cruzarme con el rey que con el general.

El monarca de los vampiros me saludaba con un gesto y seguía su camino sin mediar palabra, lo que no me extrañaba, siempre estaba ocupado e incluso tenía la certeza de que no conocía la palabra "dormir" durante sus estancia en el campamento.

Todavía me sentía sorprendida porque hubiera elegido el frasco con la etiqueta azul, había pensado, que por su posición y responsabilidades prefería un heredero por encima de la vida de su reina. No lo hacía, prefiriendo la vida de ella, al siguiente en la línea de sucesión. Cómo rey de los vampiros, había sido la peor desición, sin embargo, como marido y como un hombre enamorado, había sido lo correcto.

Sin poderlo evitar pensé en Alexis, mi marido muerto.

¿Qué hubiera dicho él en este tipo de situación?

Sonreí, recordando sus comentarios sorprendentes y ocurrentes. Él siempre me había sorprendido, conmovido y me había enamorado con sus palabras. Seguramente diría algo como " Hay que verle el lado positivo a la situación, al menos no nos han puesto un collar de perro". Y yo le habría contestado algo como "Eres un estúpido", entonces Alexis sonreía como un idiota y replicaría "Si, pero tú estúpido".

Sentí las lágrimas queriendo desbordar y me obligué a parpadear rápido para despejarlas.

Alexis siempre tenía una respuesta para todo y había sabido equilibrar mi poco romanticismo. Habíamos sido perfectos, y ahora estaba sola, en medio de una guerra que no me correspondía pelear, en un matrimonio que nunca quise. A veces solo me preguntaba porque seguía viva.

- ¿Melancolía nocturna?.- Me sobresalté ante la alegré voz de Perséfone, que sin darme cuenta se había sentado a mi lado y me extendía una taza humeante, el olor viajó hasta mis fosas nasales y percibí el agradable olor del chocolate caliente, lo acepté y me sentí realmente agradecida con aquel agradable calor sobre mis manos que contrastaba con el frío que me rodeaba.

- Algo así.- Murmuré.

Ella pareció entender mi retisencia y asintió observando a la luna, soltó un suspiro y habló con un tono de voz suave.

- Lo entiendo, cada quien tiene su pasado. Sin embargo, soy demasiado curiosa y me gusta conocer a todo el mundo a fondo, así que... Estaba pensando qué tal vez tú tristeza tiene que ver con un hombre, el amor de tu vida, ¿Tal vez?

Suspiré. Ella realmente era algo y sabía que no se rendiría hasta sacarme algo o ella al final llegaría a sus propias conclusiones. En las semanas que me había permitido tratarla me había transmitido la opinión de que ella era como la mamá osa que protege a sus crías sin importar qué. Sinceramente, no entendía cual era la razón de que ella se encontrara en un ambiente tan hostil si toda ella gritaba "ama de casa" y yo solo podía imaginármela en su hogar, con un marido, rodeada de niños, cocinando algo para la cena con un delantal rosa y una sonrisa maternal en los labios.

- Si, pensaba en mi esposo.- El verdadero, el único que merecía ese título.

Ella se inclinó hacia atrás ligeramente, por la sorpresa.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora