Capítulo 46

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IDARA  ( LA REINA DE LOS VAMPIROS)

- Hasta que por fin apareces... Lucius Maxwell Arscorth.- La voz de Aryan apenas y sonaba en mi cabeza. La inconsciencia estaba apoderándose de mi poco a poco, ya casi no podía ver más allá de sombras y luces. Incluso pensé en la posibilidad de estar soñando su voz momentos antes de que mi vida acabara. 

Sonreí casi con ironía ante mis propios últimos pensamientos, mi vida fue una historia dramática de sufrimiento con algunas pinceladas de felicidad. Sin embargo no tenía ningún arrepentimiento más que el no haber sido lo suficientemente fuerte por las gemelas, por no haber asegurado su futuro, por no verlas crecer felizmente. Fui débil hasta el final... Ah, ese pensamiento era demasiado frustrante.

- Aryan, ¿Quisieras explicar el motivo por el cual entras a mi palacio e intentas asesinar a mi reina? 

- Bueno- Él sonrió.- Solo quería comprobar la fuerza de la reina de los vampiros.- Me miró directamente.- Oh, no te sientas mal por perder. Es lo mas lógico considerando que te llevo unos cuantos siglos de diferencia en esto de los duelos a muerte. Lo hiciste muy bien, déjame felicitarte... reina. - Una vez dijo eso, se puso de pie cuando Lucius libero su agarre sobre él.- Entonces nos vemos mañana para hablar civilizadamente... Mmm, te recomiendo que cures sus heridas... se ven graves. - Lucius lo fulminaba con la mirada pero no hacía nada por detener su marcha hacia la salida. Mi vista se aclaró un poco mientras lo observaba caminar, Aryan detuvo sus pasos por un instante al ver a la hija del rey de las hadas, escondida detrás de su padre. Aryan le sonrió y ella se estremeció. No era ningún secreto que Ilyana, la princesa de reino de las hadas había sido secuestrada y obligada a casarse con Aryan, apenas hacía unos cincuenta años que ella había escapado y se refugiaba detrás de su padre.

- ¿Podrías dejar a mi hija en paz, Aryan? - logré enfocar con esfuerzo a una mujer, con un hermoso vestido blanco y un velo que encubría sus facciones, ella se plantó frente al vampiro, su voz me sonaba demasiado familiar.

- No, la verdad es que no puedo, reina Caliope, tu hija es exquisitamente hermosa. Ay, que malos modales me cargo, se me olvidó preguntar sobre tu cuello, me enteré de que tuvo un desafortunado accidente con el filo de cierta espada. Siempre tuve curiosidad, ¿Qué se siente ser decapitada y por el amor de tu vida, debo agregar? 

- Se siente exactamente como cuando asesinan al amor de tu vida y eres lo suficientemente inútil como para no llegar a tiempo, o a menos esa fue tu historia con Alyandra Arscorth, ¿No es así? - La voz de la mujer sonó burlona, no pareció afectada en absoluto por la anterior afirmación del vampiro.

Aryan le gruñó visiblemente molesto, luego le pasó de largo y se fue.

Sentí como unos brazos que tanto tiempo extrañé me levantaban con cuidado y me llevaban fuera de la sala donde fui completamente derrotada.

Lucius me llevó a mi habitación, anteriormente suya y me depositó con cuidado sobre la cama.

-Ah cambiado bastante durante mi ausencia.- comentó, observando las paredes todavía con restos de pintura que las niñas habían usado para rayar las paredes, los tonos femeninos en las cortinas y la cama.

- Estabas muerto.- murmuré tratando de incorporarme pero la hemorragia en mi pecho continuaba activa, hice una muñeca de dolor y me deslicé de nuevo sobre el colchón. Sabía que debía levantarme, aclarar mis pensamientos y lidiar con una situación que soñé con añoranza muchas veces pero siempre me convencí de ser imposible.

Lucius se acercó a mi, estuvo lo suficientemente cerca para sentir su aliento, me observaba con... Amor, libremente y sin esconderlo de mi como tantas otras veces en el pasado, quería besarlo tanto. Levanté mi mano acariciando su mejilla, mis ojos estaban cubiertos por lágrimas a punto de ser liberadas, había soñado tanto con este momento, pero en este punto siempre despertaba abrazando una almohada, por completo sola en la oscuridad, un vacío y un dolor insoportable que me hacía creer que enloquecería, pero era real. Podía sentir su piel fría al contacto con la yema de mis dedos, sonreí al tiempo que mis lágrimas comenzaban a resbalar por mis mejillas y le di una cachetada.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora