Capítulo 30

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IDARA

Cuando abrí los ojos, quise volver a cerrarlos de inmediato.

Cinco personas. Todas armadas. Y miradas entre escépticas, incrédulas y crueles.

Frente a mi estaban las personas que por un año pensé podrían ser mi salvación, las personas que yo atesoraba entre mis recuerdos para no volverme loca, mi esperanza de volver y ser feliz de nuevo.

Mis amigos, mi antiguo equipo de cazadores.

Había comenzado a sonreír al verlos, pero esa misma sonrisa desapareció al darme cuenta de que estaba sentada, con las piernas y brazos atados a una silla y ninguno de ellos hacía un solo movimiento por liberarme.

- Ale. ¿Qué pasa?.- Apelé hacía mi mejor amiga, una chica de cabello pelirojo y encantadoras pecas, esa misma chica a la que siempre había felicitado por ser temeraria y valiente, en ese momento estaba moviendo sus manos nerviosamente y mirándome con tristeza.

Miré a los demás.

- ¿Puedo obtener una explicación sobre esto o van a dejar atrás su estupidez y liberarme?.- Rápidamente adopté una voz de mando, típica de la hija del jefe de la organización de cazadores.

No me esperaba la bofetada que me giró el rostro de manera brutal.

Escuché la risa de Mauricio, un chico que había pensado era demasiado blando y se dejaba embaucar por todas las chicas a su alrededor. Me sonrió con sadismo. Parecía loco desquiciado. Me recargué contra la silla, aterrada por la transformación de sus dulces facciones a un monstruo que reflejaba su sed de sangre.

- ¿Oyeron a la puta de los vampiros?.- Me jaló el cabello y me expuso ante todos en el cuarto iluminado tenuemente.- Nos ordena que la liberemos, ¿Qué opinan, chicos?, ¿La obedecemos?.

- No creo que deberíamos.- Katy, la chica "callada" me sonrió con asco, girando una pelotita en su mano.- Tal vez está demasiado desesperada para ir y abrirles las piernas a los vampiros.- Me lanzó la pelotita, la cual dio con sorprendente fuerza en mi frente. Respingué por el dolor y ella sonrió aún más.

- No soy la puta de los vampiros.- Me defendí.

-¿En serio?.- Se burló Fernando, había sido el segundo al mando cuando yo estaba en el equipo, pero a juzgar por la medalla que tenía en su pecho izquierdo con el dije de los jefes de equipo, ya sabía que había pasado con mi anterior puesto.- No te vimos muy incomoda cuando el vampiro te metía la lengua hasta la garganta.- Colocó el filo de su espada en mi cuello.- Aquí ya no eres la niña protegida de tu hermano y tu padre, ahora solo eres una puta. El consejo nos lo  agradecerá cuando les contemos que la "honorable" hija de nuestro gran líder estuvo retozando con tres vampiros. El precio de la traición es la muerte.- Una punzada y supe que el filo había atravesando superficialmente mi piel, el olor a sangre inundó la habitación, sin embargo, era tan sutil que solo una mestiza como yo o algún vampiro podría identificar.

- Yo no traicioné a la orden.- Los miré a los ojos. La verdad de todo lo que había sufrido me quemaba en la garganta, quería gritarles que se dejaran de estupideces, que cualquiera de ellos ya se habrían suicidado por el infierno por el que yo había pasado. Pero me callé, guardé silencio porque sabía que no funcionaría, ellos no planeaban escuchar de cualquier manera, solo planean asesinarme, más por su gusto que por que realmente lo mereciera.

- ¿Te obligó a que lo besaras?.- Alejandra preguntó, no con burla, sino más bien esperanza, esperanza de que yo dijera la verdad y pudiera salvarme de lo que ellos me acusaban, asentí hacía ella, mintiéndole con total seguridad.

- Si, fui obligada.- Alejandra me creyó, tal vez por la seguridad en mi voz o porque ella conocía a fondo a mi antigua yo, aquella que odiaba con furor a los vampiros.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora