Capítulo 6

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VALYRIA

¿A dónde me llevas?.- No pude evitar sonreír ante los jalones de Perséfone hacia algún lugar entre tantos frondosos árboles, alejándonos del campamento a cada paso. No podía decir que no estaba intrigada o tenía curiosidad.

Ella volteó hacia atrás brevemente y me guiñó el ojo.

- Vamos a ver el espectáculo mañanero.- a pesar de ser las cuatro y media de la mañana, ella tenía tanta energía como si acabara de echarse una barra entera de chocolate.

-¿Espectáculo mañanero?.- me burlé.

Ella asintió con fingida seriedad.

- En unos momentos vamos a ver la cantidad suficiente de testosterona para que estés satisfecha el resto de tu vida.- Ella susurró, sabiendo que igual la estaba escuchando, me obligó a agacharme y acercarme a rastras el resto del camino, ensuciándome pero igual estaba contagiándome del entusiasmo de Perséfone.- Aquí tienes, disfrútalo.- suspiró dramáticamente, lo que me llevó a poner los ojos en blanco y centrarme en el paisaje frente a mi.

Ciertamente era todo un espectáculo de testosterona pura. En medio del amplio espacio frente a mi, estaba el equipo de fuerzas especiales entrenando, sin camisa, sudorosos y muy masculinos en sus actividades... Nunca me había considerado una mujer superficial que se entusiasmaba por cada hombre medianamente atractivo y aún así tenía que admitir que no dolía verlos. De pronto, noté a alguien más en el espacio y sentí mi cuerpo tensarse.

La persona que los estaba entrenando no era más que el gran general a cargo: Maxell. Él si tenía puesta una camisa y aún así, no pude evitar sorprenderme. En un inicio, cuando lo había visto, me había parecido más bien de constitución delgada, ya que siempre usaba ropa formal con alguna capa propia de su posición que ocultaba su cuerpo casi al completo lo que me hacía asumir que le faltaba un poco de músculo y de igual manera, tampoco me interesaba lo suficiente como para prestarle mucha atención a su físico.

Ahora me daba cuenta de lo equivocada que estaba.

Su cuerpo era más bien puro músculo que parecía hecho de acero, porque no parecía sacudirse en los más mínimo sin importar las acometidas que Xenov, el rubio, y según Perséfone, un camaleón, estaba tratando de darle, pero siempre eran detenidas y Maxell contraatacaba sin piedad, dejándolo fuera de combate en cuestión de segundos. La camiseta oscura se le adhería al cuerpo dependiendo sus movimientos, las mangas cortas revelando que tenía más músculos de los que insinuaba con otro tipo de ropa.

Escuché un suspiro a mi lado.

- Solo por ser capaz de ver esto cada mañana, es la razón por la que sobrevivo en el campo de batalla.- Su suspiro fue tan profundo que no pude evitar lanzar un pequeño bufido. La chica me miró y me sonrió llena de picardía.

Ella me instó a volver la vista hacía ellos y no pude evitar preguntar algo que me rondaba al verlo entrenar.

-¿Por qué no te entrenas con ellos?.- Técnicamente, ella era su jefa y merecía más ese entrenamiento, pero si ella solo podía observarlos, entonces debía haber alguna razón detrás de eso.

- Oh, bueno, yo entrenó con él a solas.- Ella se sonrojó un poco al decir esas palabras.

- Ah.- No sabía que más decir, simplemente no me importaba mucho la razón de aquello.

Perséfone ladeó su cabeza y su rostro realmente se vió muy lindo con aquel gesto, seguía sin entender cómo es que ella podría elegir esta vida por encima de una más convencional y tranquila.

El amor, el amor... Tendía volver muy estúpida hasta la mujer más inteligente.

- De hecho... Le pregunté si él te entrenaría junto a los chicos o conmigo.- Bajó un poco la cabeza y sopló ligeramente sobre la tierra, con nerviosismo.- Pero se negó. Me parece que tendré que enseñarte yo.- me miró con una disculpa en sus ojos, casi ponía los míos en blanco, realmente no estaba sorprendida por ello.- No será tan bueno como él lo haría, pero daré lo mejor de mi.

Asentí y le di una palmadita en la espalda para que no pensara que me afectaban sus palabras. Incluso si el quisiera entrenarme, me negaría en rotundo. El no merecía enseñarme nada, no había nada que quisiera obtener de él, ni siquiera sus conocimientos. Jamás intentaría ser ni remotamente parecida a él.

Volví a fijar mi vista sobre el entrenamiento. Sin embargo, tal cosa ya no estaba pasando y en cambio mis ojos recibieron de lleno una escena completamente diferente que me llenó de coraje.

Maxell estaba pateando a un chico, de manera tan brutal que el pobre chico lanzaba jadeos de dolor y le pedía que parara, pero él no lo hacía y siguió golpeándolo.

- Por favor...- el chico le suplicó y volvió a ser golpeado.

En ese momento, no pude evitar recordar la tortura que el le había hecho a Lucius cuando era un niño e inmediatamente sentí la bilis subir hasta mi garganta.

"Solo hay una manera efectiva de enseñar... A través del dolor".

Sus palabras rondaron por mi cabeza y me decidí a detenerlo, sin embargo, fui jalada con sorprendente fuerza hacia atrás por Perséfone. La miré con molestia y ella sacudió en silencio con la cabeza.

- Está loco, ¿Cómo se atreve a golpear de esa manera a un niño?.- Aunque el "niño" en particular parecía estar cerca de sus veinte, Perséfone evitó mencionar ese hecho y suspiró.

- Seguramente lo merece.- Me tensé más al escucharla defenderlo.

- Es un bárbaro, un neandertal.- lo insulté y justo en ese momento la cabeza de Maxell se proyectó directamente hacia mi dirección encontrando sus ojos con los míos. Sonreí, sintiéndome protegida por la distancia y me volví más valiente.- No sabe mínimamente lo que significa pensar, ya que parece que su cabeza dejó de funcionar hace unos cuantos siglos y las pocas neuronas que le quedan seguro están tan llenas de polvo que ni siquiera deben de funcionar correctamente. Solamente le falta golpearse el pecho con los puños y gruñir.

Maxell inclinó levemente la cabeza y luego me ignoró para seguir golpeando al chico, como si con esa acción solo buscará mandarme el mensaje de "recibido y sin embargo, no me importa".

Perséfone me miró confundida y yo simplemente di media vuelta y me marché con tanta ira reprimida que básicamente me faltaba lanzar humo por las orejas.

Maldito vejestorio de la era de los dinosaurios, no le haría mal aprender de un poco de educación del siglo XXI.

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Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora