Capítulo 12

270 33 3
                                    

VALYRIA

Las semanas continuaron pasando y yo me seguía entrenando junto a Perséfone, la superior a cargo del equipo de fuerzas especiales.

Realmente no tenía nada que decir en contra de ella, era muy buena en todo lo que hacía y me enseñaba mucho conforme pasaba el tiempo, siempre algo nuevo cada día y reforzaba mis conocimientos anteriores, también era una cocinera experta, lo que motivaba siempre a esperar mi tan amada hora de la cena, cuando terminaba exausta a la orilla de la fogata, cubierta de tierra y sudor esperando pacientemente que estuviera lista la comida mientras platicaba con el resto de los miembros del equipo.

Todos los viernes, sin falta, preparaba un estofado de carne tan delicioso que se me hacía agua la boca de solo recordarlo.

Perséfone tenía el toque.

Y yo podría felizmente morir cualquier día, siempre y cuando pudiera disfrutar de ese estofado momentos antes.

- Ahh...- Rossier, el humano, se dejó caer a mi lado ofreciéndome un plato que tomé con mucho gusto y con el suyo en su regazo, probamos y soltamos un suspiro de gusto al mismo tiempo, parecíamos un par de críos siendo alimentados por su madre.- No importa cuántas veces lo pruebe, es siempre delicioso.- Asentí de acuerdo y me llevé otro bocado a la boca.

Evan se sentó a mi otro lado con su portátil sobre su regazo y nos lanzó una mirada de diversión mientras disfrutábamos de nuestro segundo plato.

- Es realmente increíble que todos los viernes tengan la misma expresión, parecen niños.- Comenzó a teclear con su familiar rapidez mientras se llevaba a la boca un dulce de cajeta, siempre me preguntaba cómo era posible que tuviera un suministro de dulces inacabable cuando jamás salíamos del campamento.

- Déjalos, que no se te olvide que estás hablando con el embrión y el feto.- Arturo se burló sacudiendo mi cabello que acababa de recortar y caía libremente sobre mis hombros, puse mala cara ante él, dado que Rossier y yo éramos los más jóvenes del grupo, Arturo nos había designado los apodos de el "embrión" para Rossier, quien siendo humano estaba cursando por sus treinta años y "feto" para mí, quien apenas tenía alrededor de cien, para ese arrogante vampiro no había diferencia entre nuestra edad y un niño en pañales.

- Pues este feto tiene hambre.- Contraataqué a su broma, después de todo, no me ofendia, realmente era muy menor comparada con ellos y su experiencia en la guerra, sobretodo si hablamos de la guerra entre inmortales.- Lastima que un "adulto" como tú no sepa diferenciar la buena comida en su viejo paladar.

Arturo chasqueó su lengua y se sentó frente a mi, del otro lado de la fogata, tomó su propia porción y comenzó a comer. Después de unos minutos, cuando creía que nadie lo veía, comenzó a ver hacia donde estaba Perséfone, sentada entre él y Evan, rodeada de sus armas, afilandolas, sin percatarse de como Arturo la veía con expresión de perrito faldero.

«Seré feto, pero tú, amigo mío, estas bien adentro de la friendzone y eso hasta Rossier a mi lado lo puede ver».

Xenov apareció de repente en nuestra línea de visión y se sentó a lado de Arturo, cerrando el círculo, su cabello rubio se veía café por la cantidad de lodo que lo cubría.

- ¿Y a ti que te pasó?.- Le pregunté con un ligero tono burlón.- ¿ Te dio por exfoliarte con lodo?.- Xenov volteó a verme y sonrió mientras se extendía para servirse, después volvió a su lugar con el plato lleno hasta casi derramarse, sus manos eran las únicas que todavía se veían limpias, seguramente la única consideración a su cuerpo pensando en la deliciosa comida de Perséfone.

- ¿El lodo sirve como exfoliante?.- Preguntó.

Cuando yo me disponía a encogerme de hombros sin saber muy bien si era así, Perséfone tomó la palabra.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora