Capítulo 37

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IDARA

- ¿Es mi padre? - Lo miré cada vez más confundida, el hombre más bien parecía tener la edad de Kelian, ¿Cómo alguien tan joven sería mi padre?

Vi a Sebastian removerse incomodo por un momento antes de realizar una profunda reverencia.

- Su majestad.- Se puso de pie de nuevo.- No sabía que tendríamos el honor de verlo el día de hoy.

Hice una torpe reverencia siguiendo los pasos de mi cuñado, pero rápidamente el hombre de ojos color dorado me detuvo.

- Idara, realmente no es necesario que te reverencies ante mi, soy tu padre.- Me recorrió un escalofrío al escuchar sus palabras pero al mismo tiempo había un extraño sentimiento de felicidad sobre mi. Una lagrima se retuvo en la esquina de mi lagrimal. Traté de despejarme pero era inútil.

- Ven.- Me tomó por el brazo con gentileza.- Ya llegué, te sacaré de aquí y todo volverá a la normalidad.

Caminé vacilantemente, siguiéndolo con dudas en mi mente.

- Miren a quien tenemos aquí.- Me paralicé, escuchando y observando a Kelian apareciendo frente a nosotros, cortándonos el paso.- Livius Arscorth, me honra tener a tan prestigioso personaje dentro de mi casa... Sin avisar, para variar.

Observé al hombre con ahora el nombre de Livius sonreír con cinismo.

- No sabía que tenía que mandar una invitación por escrito para tomar amablemente a mi hija, la cual decidiste comprar como esclava, si no me equivoco. En todo caso, me disculpo por no conocer tan refinada etiqueta de los vampiros.

Kelian sonrió ligeramente, como si le dieran gracia particularmente las palabras de Livius.

- No se disculpe, me considero satisfecho con que lo tome en cuenta la próxima vez.- Kelian hizo una seña con su mano, como si el disculparlo fuera mero parloteo.

- ¿La próxima vez? - Livius se burló activamente.- Amable caballero, deje le advierto que solo me queda un hijo varón, a menos que sus gustos no permanezcan solamente en el lado de las mujeres, entonces supongamos que esta situación no volverá a ocurrir.

Escuché una risa ahogada, todos nos dirigimos al origen de aquella risa descubriendo a nadie más que a Sebastian con las manos sobre su boca y sus hombros sacudiéndose. Kelian lo miró con el ceño fruncido.

- En todo caso, esta conversación acaba aquí, porque me llevaré a mi hija.- La conversación volvió en su tema cuando Livius acortó la risa de Sebastian y comenzó a caminar nuevamente.

- No puedes llevarte algo que me pertenece.

- Si hablas por el contrato de esclava, puedo desaparecerlo inmediatamente y lo sabes.- Livius le gruñó, comenzando a impacientarse.

Kelian lo miró con aires de suficiencia.

- Usted desde que la abrazó debió de haberse dado cuenta de lo que sucedía: pero déjeme aclararlo si es que no lo comprende.- Kelian se acercó y levantó mi muñeca en la cual estaba la marca que había descubierto esta mañana.- No hay manera, además de la muerte, por supuesto, de acabar con el vinculo que formé con su hija. Ella me pertenece por completo incluso desde antes de nacer.- Kelian me soltó y lo enfrentó, ambos de estaturas similares se veían directamente a los ojos, en clara posición de ataque.- Desde el momento en que le salvé la vida a la reina cuando estaba embarazada de una bastarda de la corona, ella me perteneció.

Las palabras son poderosas. Pueden causar alegría, tristeza, asco, molestia y sobre todo en este caso: una ira ciega que llevó a Livius a atacar con demasiada brutalidad y rapidez a Kelian, ambos de repente terminaron en un caos de golpes y ataques que seguían en gruñidos casi animales, mucha sangre y destrozar las estructuras a su alrededor. En la última escena que pude captar estaba Kelian en el suelo con Livius encima de él con la punta de una estaca en su corazón. Kelian sonreía, sus colmillos mostrándose manchados en sangre y un hilo cayendo por la comisura de sus labios.

Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora