IDARA
La persona frente a mi estaba muerta en vida.
Oscuras ojeras bajo sus ojos, mejillas hundidas, el cuerpo lleno hematomas con pequeños puntitos producidas por las mordeduras de los vampiros, algunos todavía sangrando y dejando caer hilos de sangre a través de la piel perforada, lágrimas secas y mirada muerta.
Esa persona daba lastima de solo verla.
Y era yo.
Desvié la mirada del espejo, asqueada ante la vista y comencé a vestirme tratando de evitar hacer demasiadas muecas de dolor. Me detuve por un momento antes de deslizar la manga y observé fijamente la piel maltratada por las ataduras que el día anterior me habían puesto para castigarme por intentar matar a Johan. Las ataduras no habían sido el castigo, la sala de torturas sí.
Parpadeé las lágrimas que salieron por mis mejillas y dejé que la tela cubriera las heridas.
Arrastré los pies fuera del cuarto y me dirigí hacía el comedor para preparar la mesa, ya que la cena de los hermanos sería dentro de pocos minutos.
Primero llegué a la cocina y tomé los platos, copas y cubiertos para comenzar, traté de ser lo más cuidadosa que podía para evitar romper alguno, lucían increíblemente caros, así que prefería evitar romperlos y los castigos que me caerían si llegara a pasar eso, realmente, a Sebastián y a Johan poco les importaban los platos o los vasos, ellos solo buscaban cualquier excusa para llevarme a esa sala.
Crucé el umbral de la puerta y me detuve en seco, muerta de miedo.
Sentado en la cabecera de la mesa se encontraba el mayor de los Dragomir, Kelian.
Inhalé profundamente y di un paso adelante, pondría todo rápidamente y me retiraría en seguida.
Kelian Dragomir era el hermano que rara vez veía y con el que nunca interactuaba, él siempre estaba encerrado en su laboratorio y su mirada afilada y sádica me intimidaba más que las torturas de sus hermanos. No tenía sentido, pero el despertaba mi miedo e instintos de supervivencia de manera aterradora. Él me había fracturado la pierna, después de todo...
Comencé a preparar todo con el cuerpo en máxima tensión y él vampiro solo seguía ahí, leyendo tranquilamente un libro, como si no existiera y bien podría no hacerlo, después de todo solo era una mestiza sin relevancia en su vida.
Justo cuando deposité el último cubierto en su lugar, llegó Sebastián y se sentó con estruendo en una de la sillas, alejado de su hermano, tomó un pequeño cuchillo y comenzó a girarlo entre sus dedos con maestría. Salí del comedor y regresé con la comida de los dos hermanos.
En un principio me había sorprendido que siguieran esa costumbre humana, sin embargo, después me acostumbré a verlos alimentarse de algo más que sangre.
Serví primero la de Kelian Dragomir y después la de Sebastián, quien me tomó de la cintura antes de que pudiera alejarme y me sentó en sus piernas, me quedé estática y rígida entre sus brazos.
Kelian dejó el libro a un lado y observó la escena con el ceño fruncido.
- Tus modales, Sebastián.- Su voz gélida y la advertencia en su tono era más que evidente, me traté de sacudir, sin embargo su agarre se hizo más firme, lastimando mis heridas, me detuve para evitar aumentar el dolor.
-¿Qué pasa con ellos?.- Sebastián me recorrió el cabello hacía un lado y acercó sus colmillos a mi piel que apenas comenzaba a sanar.
- Estás cometiendo un acto de extremada desobediencia hacia el jefe de la familia, tomar la sangre de esa mestiza en la mesa es una descortesia y es ofensivo.- Johan apareció con su voz burlona atravezando la puerta primero que él y luego se sentó del otro lado, frente a Sebastián.
ESTÁS LEYENDO
Cautivas (La Guerra Eterna Parte II)
VampirosValyria nunca esperó de su vida nada más que centrarse en sus experimentos y vivir en una pequeña cabaña en medio de la nada, lamiendo sus heridas, recordando una y otra vez al hombre de su vida. A su esposo. Quien había muerto hacía tantos años, qu...