20 de septiembre de 2020
El día que los experimentos salieron del laboratorio.
Caminaba a su casa como cualquier otro día, luego de tener su práctica de carreras y de conseguir su tan merecida victoria. Si tenía suerte, el siguiente semestre la escogerían como la nueva capitana. Tenía puestos sus audífonos mientras escuchaba la melodiosa voz de Billie Eilish, una artista unos años menor que ella que se estaba convirtiendo en un éxito mundial.
Entró en su casa, que casualmente se encontraba en el mismo vecindario en el que vivía su mejor amiga, y dejó las llaves colgadas en el colorido estante de la sala. Como era costumbre, no había nadie. Su madre trabajaba en una empresa de perfumes y se dedicaba a llevarlos personalmente a todo el mundo. «Aseguro el producto», decía. Su padre, por el contrario, era guardia de seguridad en el laboratorio de Elton Blandenwell, el padre de su amiga. Gracias a Tessa él había conseguido ese trabajo después de largo tiempo siendo policía de acción. Ahora disfrutaba de una vida tranquila y un poco aburrida, custodiando la entrada del edificio.
Se quedó en el salón, y, sin saber qué hacer, prendió el televisor y sintonizó el canal de noticias. Lo primero que la recibió fue un informe acerca del padre de Tess, en donde decía que revelaría un poco más de su nuevo experimento en una rueda de prensa ese mismo día por la noche. Tess no debía saber nada, pues apenas estaba interesada en ese proyecto, luego de descubrir que estaba hecho en base a humanos, o que eran humanos. En fin, no había compartido esa información con ella.
Sabía que todos los sitios públicos comentaban que sería el premio que lo catapultaría a los más grandes, a la joya principal, quizás un lugar asegurado en el Pentágono cuando el proyecto se aprobara. Otros especulaban que sería el último proyecto que haría en su vida, puesto que ya era bastante mayor y estaba considerando retirarse y no perderse el crecimiento de su niña. No era un secreto que pasaba poco tiempo en casa y apenas se comunicaba con su familia; si lo hacía por mensaje de texto ya era decir mucho.
Christine sospechaba ligeramente que Lisa, la esposa de Elton y la mamá de Tessa, le era infiel a su marido con algún vecino guapo. Su vida era básicamente ser madre soltera y ocuparse de Tess y del manejo de la casa. Jamás le había quedado claro si trabajaba o no, aunque con un hombre conocido internacionalmente la palabra trabajo debía haberse borrado de su vocabulario. Pero, ¿quién era ella, una chica pisando la adultez que apenas veía a sus padres con suerte en las cenas, para suponer?
Sin embargo, pocas horas después, el edificio alto de brillantes y polarizados cristales estalló en mil pedazos. Los periodistas estaban allí, esperando a que el señor Blandenwell bajara y respondiera unas pocas preguntas, como siempre hacían, pero ya no se encontraba allí. Estaba en su casa, llamando al laboratorio y preguntando cómo era posible que las cosas se le hubieran salido de control... O, al menos, eso era lo que sabía.
Innumerable cantidad de personas comenzaron a salir de allí, invadiendo las calles y matando a todo aquel que se cruzara en su camino. Uno de ellos se acercó a un camarógrafo, que inexplicablemente seguía en pie, y lo atacó. La cámara perdió conexión, pero la imagen se congeló en la pantalla.
En el medio de su confusión, Christine recordó que la casa de su amiga no quedaba tan lejos del dichoso edificio, por lo que decidió que tenía que dirigirse hasta allí cuanto antes. Tenía tanto miedo que sus extremidades estaban lánguidas y apenas le respondían, pero no tenía ni a su madre ni a su padre junto a ella y no quería morir.
Tomó su celular, abrió la puerta y corrió por la calle de atrás. De reojo, vio que el primer alterado se dirigía a uno de sus vecinos. El señor Bonelli era un anciano dedicado a sus autos. La había visto crecer del otro lado de la verja que separaba sus jardines y ahora yacía muerto, con un agujero en el pecho, mientras la sangre manaba como un río hasta las azaleas de su jardín.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...