24 de febrero de 2022
Tessa
Salí corriendo en dirección al elevador, al igual que todos los militares que estaban en el recinto. Alex fue el primero en ingresar y apretó el botón del último piso. Lo que fuera que iba a decirme quedó relegado a un segundo plano. Teníamos cosas más importantes que hacer.
Kara y Carter entraron un segundo antes de que las puertas se cerraran. Me miraron con preocupación y curiosidad, y yo negué con la cabeza, dándoles a entender que hablaríamos más tarde.
―Diríjanse a la armería. ¡Ahora!
Corrimos en grupo hasta una caseta alargada de metal. Dentro había cientos de armas, de distintos calibres y tamaños. Carter tomó una ametralladora M249 y Kara dos pistolas 9 mm más un fusil semiautomático. Todavía estaba perdida, no sabía qué se suponía que debía hacer y mucho menos supe cómo acabé con un fusil de asalto M16 en mis manos.
―¿Por qué necesitamos armas?
―Es el protocolo.
Nos apelotonamos en el estacionamiento y el Primer Comando se subió a una camioneta e inició la larga fila hasta la ciudadela.
Estaba sentada al lado de Tania y Helena, ambas alteradas y balbuceando los posibles escenarios que nos encontraríamos. Por mi parte, me limitaba a observar alrededor. Mis ojos se toparon con Tori, quien venía en el siguiente vehículo. Tenía el ceño fruncido y ni se percató de mi mirada.
Decidí que me preocuparía por eso después y esperé a que el coche se detuviera. Fui la primera en bajar y me dirigí hacia las primeras filas, donde estaban mis amigos.
La ciudad era un desastre. La gente corría y se alejaba del caos que se desataba en el centro. Divisé a una pareja sacando a una mujer de abajo de unos escombros. Parecía que en su huida la columna se había roto, dejándola atrapada debajo de esta. Mi corazón se encogió. Ya no se salvaría. No con la cantidad de sangre que manaba de su herida.
Escuché a Alex hablar por el radio:
―Torre de Control, ¿me escuchan? Cambio. ―Se oyó un pitido y volvió a hablar―: Max, ¿qué carajos ha pasado?
El tal Max respondió:
―La zona de viviendas 1 se derrumbó. Desconocemos la razón, ya que los arquitectos la controlaron hace meses y no reportaron nada fuera de lo común. Revisen todo el perímetro y lo que queda; puede haber sobrevivientes.
―Copiado.
Casi no pude escuchar sus siguientes órdenes, mi mente estaba en otro lado, concretamente en Los Ángeles. Recordé con nitidez cuando habían asesinado a mamá, cómo tuve que apañármelas para poder sobrevivir; la ira y la tristeza que me embargaron cuando me enteré de que no había nadie más cerca, que todo el mundo estaba muerto. Pero había un momento, un recuerdo, que mantenía oculto en lo más profundo de mí y que me inundó unos segundos.
Jacqueline. Ese había sido su nombre. La encontré junto al cuerpo de su novio, a ochocientos kilómetros de mi refugio. Había acabado con las provisiones en un rango de veinte cuadras y tuve que aventurarme más en la ciudad.
Estaba caminando debajo de la autopista cuando vi un pequeño cuerpo que se removía en el agua podrida. Era una adolescente, de unos quince años o un poco más. Lloraba silenciosamente con las manos apoyadas en el pecho de un inerte joven de cabello pelirrojo.
―Hey ―la llamé. Me miró alarmada y se apartó, aterrada―. Tranquila, no voy a hacerte daño.
―Eso le dijeron a él.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...